En una carta escrita desde Melbourne, el 23 de diciembre de 1892, a los hermanos reunidos en el congreso de la Asociación General, la Sra. White pasó revista a su experiencia durante esta larga enfermedad en los siguientes términos: NBEW 371.1
“Me regocijo en informaros de la bondad, la misericordia y las bendiciones que el Señor me otorgó. Todavía estoy rodeada de dolencias, pero estoy mejorando. El gran Restaurador está trabajando en mi favor, y alabo su santo nombre. Mis miembros están aumentando en fuerza, y aunque tengo dolores, no son tan severos como lo fueron durante los pasados diez meses. Estoy restaurada hasta el punto de que, tomándome de la baranda, puedo subir y bajar las escaleras sin ayuda. Durante todo el tiempo de mi aflicción he sido bendecida por Dios de la manera más señalada. En los conflictos más severos, con intenso dolor, yo comprendía la certeza de la promesa: ‘Bástate mi gracia’. A veces, cuando parecía que no podía resistir el dolor, cuando no podía dormir, miraba a Jesús en procura de fe, y su presencia estaba conmigo, toda sombra de oscuridad era disipada, una luz bendita me rodeaba y toda la habitación se llenaba con la luz de su divina presencia. NBEW 371.2
“He sentido que podía dar la bienvenida al sufrimiento si esta preciosa gracia me habría de acompañar. Yo sabía que el Señor es bueno y lleno de gracia, de misericordia y compasión, y de un amor tierno y piadoso. En mi condición indefensa y sufriente, su alabanza ha llenado mi alma y ha estado en mis labios. Mi meditación ha sido muy consoladora y fortalecedora al pensar en cuánto peor podría ser mi condición sin la gracia sostenedora de Dios. Mi vista me ha sido preservada, y también mi memoria, y mi mente nunca ha estado más clara y activa para ver la belleza y el carácter precioso de la verdad. NBEW 371.3
“¡Cuán ricas son las bendiciones que disfruto! Con el salmista puedo decir: ‘¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo’ Salmos 139:17-18. Estas últimas palabras expresan mis sentimientos y mi experiencia. Cuando me despierto, el primer pensamiento y la primera expresión de mi corazón es: ‘¡Alaba al Señor! Te amo, oh Señor. Tú sabes que te amo. Precioso Salvador, me has comprado con el precio de tu propia sangre. Me has considerado de valor, o de otra manera no habrías pagado un precio tan infinito por mi salvación. Tú, mi Redentor, has dado tu vida por mí, y no habrás muerto en vano por mí’... NBEW 372.1
“Desde las primeras semanas de mi aflicción no he tenido dudas con respecto a mi deber de venir hasta este campo distante; y aún más, mi confianza en los planes de mi Padre celestial ha sido grandemente aumentada con motivo de mi aflicción. No puedo ver ahora todo el propósito de Dios, pero tengo la confianza de que era parte de su plan que yo fuera afligida de esta manera, y me siento contenta y perfectamente cómoda sobre este asunto. Con los escritos que irán en este correo, he escrito desde que salí de los Estados Unidos dos mil páginas de cartas. No podía haber hecho todo esto si el Señor no me hubiera fortalecido y bendecido en gran manera. Ni una sola vez me ha fallado la mano derecha. Mi brazo y mi hombro han sufrido mucho, un sufrimiento duro de llevar, pero mi mano ha podido sostener la pluma y trazar las palabras que he recibido del Espíritu del Señor. NBEW 372.2
“He tenido la más preciosa experiencia y testifico ante mis colaboradores en la causa de Dios: ‘Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza’”.3The General Conference Daily Bulletin, 407-408. NBEW 373.1