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La doctrina del “ocio” NBEW 94

En Paris, Maine, había algunos que creían que era pecado trabajar. El Señor me encargó que reprobase al dirigente de este error, declarándole que iba en contra de la Palabra de Dios al abstenerse del trabajo, al propagar este error y al condenar a quienes no lo aceptaban. Rechazó todas las pruebas que dio el Señor para convencerlo de su yerro y determinó no variar de conducta. Solía hacer viajes penosos e ir a poblaciones distantes donde no recibía sino ultrajes, con lo cual creía que así sufría por causa de Cristo. Prescindiendo de la razón y del juicio, obedecía a sus impresiones. NBEW 94.4

Vi que Dios iba a obrar por la salvación de su pueblo y que aquel extraviado sujeto se daría pronto a conocer, de suerte que todos los sinceros de corazón viesen que no obraba con rectitud de espíritu, y así acabaría pronto su carrera. Poco tardó en romperse el hechizo y apenas tuvo influencia en los hermanos. Dijo que mis visiones eran obra del demonio y siguió dando rienda suelta a sus antojos hasta que se le trastornó el entendimiento y hubieron de encerrarlo en un manicomio. Finalmente se ahorcó con las retorcidas sábanas de su cama, y los que lo habían seguido se convencieron de la falacia de sus enseñanzas. NBEW 95.1