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Muerte de Ana White NBEW 170

La Hna. Ana continuó mal de salud. Su padre y su madre y su hermana mayor vinieron de Maine para visitarla en su aflicción. Ana estaba tranquila y de buen ánimo. Ella había anhelado grandemente esta entrevista con sus padres y hermana. Se despidió de ellos, cuando salieron para regresar a Maine, con la idea de que no se encontraría más con ellos hasta que Dios llame a sus fieles a la salud y la inmortalidad. NBEW 170.2

En los últimos días en que estaba enferma, con sus propias manos temblorosas ella arregló sus cosas, dejándolas en perfecto orden, y disponiéndolas de acuerdo a su criterio. Expresó un gran deseo de que sus padres aceptaran el sábado, y vivieran cerca de nosotros. “Si yo creyera que esto ocurriría alguna vez—dijo ella—, yo moriría perfectamente satisfecha”. NBEW 170.3

El último trabajo realizado por su mano temblorosa y delgada fue escribir unas pocas líneas a sus padres. ¿Y no consideró Dios sus últimos deseos y oraciones en favor de sus padres? En menos de dos años, el padre y la madre White estaban observando el sábado bíblico, felizmente instalados, a menos de treinta metros de nuestra puerta. Habíamos conservado a Ana con nosotros; pero nos vimos obligados a cerrarle los ojos en la muerte y colocarla para descansar. Por largo tiempo ella había mantenido su esperanza en Jesús, y esperaba con grata anticipación la mañana de la resurrección. La colocamos al lado del querido Natanael, en el cementerio Mount Hope. NBEW 171.1