Go to full page →

La enfermedad del pastor Jaime White NBEW 186

Una mañana, mientras dábamos nuestro paseo habitual antes del desayuno, entramos en la huerta del hermano Lunt, y mientras mi esposo trataba de abrir una mazorca de maíz oí un extraño ruido. Rápidamente miré a mi esposo y noté que su cara estaba toda enrojecida y su brazo derecho colgaba como muerto. El trataba de levantar su brazo, pero sin resultado alguno: los músculos no respondían. NBEW 186.1

Lo ayudé a entrar en la casa, pero no pudo hablarme hasta que una vez dentro me dijo en forma ininteligible: “Ora, ora”. Doblamos nuestras rodillas y elevamos fervientemente nuestras súplicas a Dios que siempre había estado a nuestro lado en momentos de prueba. Al poco rato mi esposo balbuceó algunas palabras de alabanza y gratitud a Dios porque al fin pudo mover su brazo. El movimiento de la mano le fue restituido, aunque no totalmente. NBEW 186.2

Mi esposo y yo sentimos la necesidad de acercarnos más a Dios, y habiéndonos acercado a él, mediante confesión y oración, tuvimos la bendecida seguridad de que él se acercó a nosotros. Aquellos momentos de comunión con Dios fueron realmente preciosos, extraordinariamente preciosos. NBEW 186.3

Las primeras cinco semanas de nuestra aflicción las pasamos en nuestro propio hogar. En su sabiduría nuestro Padre celestial no consideró apropiado devolver inmediatamente la salud a mi esposo en respuesta a nuestras fervientes oraciones, si bien nos parecía sentirlo gloriosamente cerca de nosotros, sosteniéndonos y consolándonos mediante su Santo Espíritu. NBEW 186.4