Cuando un predicador presentó el mensaje evangélico desde el púlpito, su obra no hizo más que empezar. Le queda una obra personal que hacer. Debe visitar a la gente en sus hogares, hablando y orando con ella, con fervor y humildad. Hay familias que nunca serán alcanzadas por las verdades de la Palabra de Dios a menos que los dispensadores de su gracia entren en sus casas y les señalen el camino superior. Pero los corazones de aquellos que hacen esta obra deben latir al unísono con el corazón de Cristo. OE 195.1
Abarca mucho la orden: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.”5Lucas 14:23. Enseñen los predicadores la verdad en las familias acercándose a aquellos por quienes trabajan; y al cooperar ellos así con Dios, él los revestirá de poder espiritual. Cristo los guiará en su obra, dándoles palabras que penetren hondamente en los corazones de los oyentes. OE 195.2
Es privilegio de todo predicador poder decir con Pablo: “No he rehuído de anunciaros todo el consejo de Dios.” “Nada que fuese útil he rehuído de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, ... arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo.”6Hechos 20:27, 20, 21. OE 196.1
Nuestro Salvador iba de casa en casa, sanando a los enfermos, consolando a los que lloraban, calmando a los afligidos, hablando palabras de paz a los desconsolados. Tomaba los niños en sus brazos, los bendecía y decía palabras de esperanza y consuelo a las cansadas madres. Con inagotable ternura y amabilidad, él encaraba toda forma de desgracia y aflicción humanas. No trabajaba para sí, sino para los demás. Era siervo de todos. Era su comida y bebida dar esperanza y fuerza a todos aquellos con quienes se relacionaba. Y al escuchar los hombres y las mujeres las verdades que salían de sus labios, tan diferentes de las tradiciones y dogmas enseñados por los rabinos, la esperanza brotaba en sus corazones. En su enseñanza había un fervor que hacía penetrar sus palabras en el corazón con poder convincente. OE 196.2
A mis hermanos en el ministerio, quiero decir: Allegaos a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relacionaos con ella. Esta obra no puede verificarse por apoderado. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito. La enseñanza de las Escrituras en las familias es la obra del evangelista, y ha de ir unida a la predicación. Si se llega a omitir, la predicación fracasará en extenso grado. OE 196.3
Los que buscan la verdad necesitan que se les digan palabras en sazón; porque Satanás les está hablando por sus tentaciones. Si os sentís repelidos al tratar de ayudar a las almas, no hagáis caso. Si parece resultar poco bien de vuestra obra, no os desalentéis. Seguid trabajando; sed discretos; sabed cuándo hablar, y cuándo callar; velad por las almas como quienes han de dar cuenta; y vigilad las trampas de Satanás, para que no seáis apartados del deber. No permitáis que las dificultades os descorazonen o intimiden. Con fuerte fe, con propósito intrépido, arrostrad y venced estas dificultades. Sembrad la semilla con fe y con mano generosa. OE 197.1