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Una división del trabajo OE 206

Un grave y tal vez no sospechado impedimento para el éxito de la verdad se halla en nuestras iglesias mismas. Cuando se hace un esfuerzo para presentar nuestra fe a los no creyentes, con demasiada frecuencia los miembros de la iglesia quedan indiferentes, como si no fuesen parte interesada en el asunto, y dejan que toda la carga recaiga sobre el predicador. Por esta razón, la labor de nuestros predicadores más capaces ha producido a veces poco fruto. Pueden predicarse los mejores sermones que sea posible dar, el mensaje puede ser precisamente lo que la gente necesita, y sin embargo, no se ganan almas como gavillas que presentar a Cristo. OE 206.1

Cuando trabaje donde ya haya algunos creyentes, el predicador debe primero no tanto tratar de convertir a los no creyentes como preparar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación aceptable. Trabaje él por ellos individualmente, esforzándose por inducirlos a buscar una experiencia más profunda para sí mismos, y a trabajar para otros. Cuando estén preparados para cooperar con el predicador por sus oraciones y labores, mayor éxito acompañará sus esfuerzos. OE 206.2

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Nada duradero puede lograrse para las iglesias de diferentes lugares a menos que se las incite a sentir que pesa sobre ellas una responsabilidad. Cada miembro del cuerpo debe sentir que la salvación de su propia alma depende de su esfuerzo individual. Las almas no se pueden salvar sin esfuerzo. El ministro no puede salvar a la gente. El puede ser un conducto por medio del cual Dios imparta luz a su pueblo; pero después que la luz ha sido dada al pueblo le toca apropiarse de ella, y a su vez dejarla resplandecer para otros.—Testimonies for the Church 2:121. OE 206.3

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