En esta ocasión Cristo no recordó a sus oyentes las palabras de las Escrituras. Recurrió al testimonio de lo que ellos mismos conocían. Las extensas mesetas situadas al este del Jordán proporcionaban abundantes pastos para los rebaños, y por los desfiladeros y colinas boscosas habían vagado muchas ovejas perdidas, que eran buscadas y traídas de vuelta por el cuidado del pastor. En el grupo que rodeaba a Jesús había pastores, y también hombres que habían invertido dinero en rebaños y manadas, y todos podían apreciar su ilustración: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las novenca y nueve en el desierto, y va a la que se perdió, hasta que la halle?” PVGM 145.3
Estas almas a quienes despreciáis, dijo Jesús, pertenecen a Dios. Son suyas por la creación y la redención, y son de valor a su vista. Así como el pastor ama a sus ovejas, y no puede descansar cuando le falta aunque sólo sea una, así, y en un grado infinitamente superior, Dios ama a toda alma descarriada. Los hombres pueden negar el derecho de su amor, pueden apartarse de él, pueden escoger otro amo; y sin embargo son de Dios, y él anhela recobrar a los suyos. Dice: “Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad”.3Ezequiel 34:12. PVGM 146.1
En la parábola, el pastor va en busca de una oveja, la más pequeñita de todas. Así también, si sólo hubiera habido un alma perdida, Cristo habría muerto por esa sola. PVGM 146.2
La oveja que se ha descarriado del redil es la más impotente de todas las criaturas. El pastor debe buscarla, pues ella no puede encontrar el camino de regreso. Así también el alma que se ha apartado de Dios, es tan impotente como la oveja perdida, y si el amor divino no hubiera ido en su rescate, nunca habría encontrado su camino hacia Dios. PVGM 146.3
El pastor que descubre que falta una de sus ovejas, no mira descuidadamente el rebaño que está seguro y dice: “Tengo noventa y nueve, y me sería una molestia demasiado grande ir en busca de la extraviada. Que regrese, y yo abriré la puerta del redil y la dejaré entrar”. No; tan pronto como se extravía la oveja, el pastor se llena de pesar y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y no dormita cuando descubre que se ha perdido una oveja. Deja las noventa y nueve dentro del aprisco y va en busca de la perdida. Cuanto más oscura y tempestuosa es la noche, y más peligroso el camino, tanto mayor es la ansiedad del pastor y más ferviente su búsqueda. Hace todos los esfuerzos posibles por encontrar esa sola oveja perdida. PVGM 146.4
Con cuánto alivio siente a la distancia su primer débil balido. Siguiendo el sonido, trepa por las alturas más empinadas, y va al mismo borde del precipicio con riesgo de su propia vida. Así la busca, mientras el balido, cada vez más débil, le indica que la oveja está por morir. Al fin es recompensado su esfuerzo; encuentra la perdida. Entonces no la reprende porque le ha causado tanta molestia. No la arrea con un látigo. Ni aun intenta conducirla al redil. En su gozo pone la temblorosa criatura sobre sus hombros; si está magullada y herida, la toma en sus brazos, la aprieta contra su pecho, para que le dé vida el calor de su corazón. Agradecido porque su búsqueda no ha sido vana, la lleva de vuelta al redil. PVGM 147.1
Gracias a Dios, él no ha presentado a nuestra imaginación el cuadro de un pastor que regresa dolorido sin la oveja. La parábola no habla de fracaso, sino de éxito y gozo en la recuperación. Aquí está la garantía divina de que no es descuidada o dejada al desamparo ni aun una de las ovejas descarriadas del aprisco de Dios. Cristo rescatará del hoyo de la corrupción y de las zarzas del pecado a todo el que tenga el deseo de ser redimido. PVGM 147.2
Alma desalentada, anímate aunque hayas obrado impíamente. No pienses que quizá Dios perdonará tus transgresiones y permitirá que vayas a su presencia. Dios ha dado el primer paso. Aunque te habías rebelado contra él, salió a buscarte. Con el tierno corazón del pastor, dejó las noventa y nueve y salió al desierto a buscar la que se había perdido. Toma en sus brazos de amor al alma lastimada, herida y a punto de morir, y gozosamente la lleva al aprisco de la seguridad. PVGM 147.3
Los judíos enseñaban que antes de que se extendiera el amor de Dios al pecador, éste debía arrepentirse. A su modo de ver, el arrepentimiento es una obra por la cual los hombres ganan el favor del cielo. Y éste fue el pensamiento que indujo a los fariseos a exclamar con asombro e ira: “Este a los pecadores recibe”. De acuerdo con sus ideas, no debía permitir que se le acercaran sino los que se habían arrepentido. Pero en la parábola de la oveja perdida, Cristo enseña que la salvación no se debe a nuestra búsqueda de Dios, sino a su búsqueda de nosotros. “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron”.4Romanos 3:11, 12. No nos arrepentimos para que Dios nos ame, sino que él nos revela su amor para que nos arrepintamos. PVGM 147.4
Cuando al fin es llevada al aprisco la oveja perdida, la alegría del pastor se expresa con himnos melodiosos de regocijo. Llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido”. Así también cuando el gran Pastor de las ovejas encuentra a un extraviado, el cielo y la tierra se unen en agradecimiento y regocijo. PVGM 148.1
“Habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento”. Vosotros, los fariseos, dijo Cristo, os consideráis como los favoritos del cielo. Pensáis que estáis seguros en vuestra propia justicia. Sabed, por lo tanto, que si no necesitáis arrepentimiento, mi misión no es para vosotros. Estas pobres almas que sienten su pobreza y pecaminosidad, son precisamente aquellas que he venido a rescatar. Los ángeles del cielo están interesados en los perdidos que despreciáis. Os quejáis y mostráis vuestro desprecio cuando una de estas almas se une conmigo; pero sabed que los ángeles se regocijan y el himno de triunfo resuena en las cortes celestiales. PVGM 148.2
Los rabinos tenían el dicho de que hay regocijo en el cielo cuando es destruido uno que ha pecado contra Dios; pero Jesús enseñó que la obra de destrucción es una obra extraña; aquello en lo cual todo el cielo se deleita es la restauración de la imagen de Dios en las almas que él ha hecho. PVGM 148.3
Cuando alguien que se haya extraviado grandemente en el pecado trate de volver a Dios, encontrará crítica y desconfianza. Habrá quienes pongan en duda la veracidad de su arrepentimiento, o que murmurarán: “No es firme; no creo que se mantendrá”. Tales personas no están haciendo la obra de Dios sino la de Satanás, que es el acusador de los hermanos. Mediante sus críticas, el maligno trata de desanimar a aquella alma, y llevarla aún más lejos de la esperanza y de Dios. Contemple el pecador arrepentido el regocijo del cielo por su regreso. Descanse en el amor de Dios, y en ningún caso se descorazone por las burlas y las sospechas de los fariseos. PVGM 149.1
Los rabinos entendieron que la parábola de Cristo se aplicaba a los publicanos y pecadores; pero también tiene un significado más amplio. Cristo representa con la oveja perdida no sólo al pecador individual, sino también al mundo que ha apostatado y ha sido arruinado por el pecado. Este mundo no es sino un átomo en los vastos dominios que Dios preside. Sin embargo, este pequeño mundo caído, la única oveja perdida, es más precioso a su vista que los noventa y nueve que no se descarriaron del aprisco. Cristo, el amado Comandante de las cortes celestiales, descendió de su elevado estado, puso a un lado la gloria que tenía con el Padre, a fin de salvar al único mundo perdido. Para esto dejó allá arriba los mundos que no habían pecado, los noventa y nueve que le amaban, y vino a esta tierra, para ser “herido... por nuestras rebeliones” y “molido por nuestros pecados”.5Isaías 53:5. Dios se dio a sí mismo en su Hijo para poder tener el gozo de recobrar la oveja que se había perdido. PVGM 149.2
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios”.61 Juan 3:1. Y Cristo dijo: “Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo”, para cumplir “lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”.7Juan 17:18; Colosenses 1:24. Cada alma que Cristo ha rescatado está llamada a trabajar en su nombre para la salvación de los perdidos. Esta obra había sido descuidada en Israel. ¿No es descuidada hoy día por los que profesan ser los seguidores de Cristo? PVGM 149.3
¿A cuántos de los errantes, tú, lector, has buscado y llevado de vuelta al redil? Cuando te apartas de los que no parecen promisorios ni atractivos, ¿te das cuenta de que estás descuidando las almas que está buscando Cristo? En el preciso momento en que te apartas de ellos, quizá es cuando necesiten más de tu compasión. En cada reunión de culto, hay almas que anhelan descanso y paz. Quizá parezca que viven vidas descuidadas, pero no son insensibles a la influencia del Espíritu Santo. Muchas de ellas pueden ser ganadas para Cristo. PVGM 150.1
Si no se lleva la oveja perdida de vuelta al aprisco, vaga hasta que perece, y muchas almas descienden a la ruina por falta de una mano que se extienda para salvarlas. Los que van errantes pueden parecer duros e indiferentes; pero si hubieran tenido las mismas ventajas que otros han tenido, habrían revelado mayor nobleza de alma, y mayor talento para la utilidad. Los ángeles se compadecen de ellos. Los ángeles lloran mientras los ojos humanos están secos y los corazones cerrados a la piedad. PVGM 150.2
¡Oh, la falta de simpatía profunda y enternecedora por los tentados y errantes! ¡Oh, más del espíritu de Cristo, y menos, mucho menos del yo! PVGM 150.3
Los fariseos entendieron la parábola de Cristo como un reproche para ellos. En vez de aceptar las críticas que hacían de su obra, él había reprochado su descuido hacia los publicanos y pecadores. No lo había hecho abiertamente para no cerrar sus corazones contra él; pero su ilustración les presentaba precisamente la obra que Dios requería de ellos y que no habían hecho. Si hubieran sido verdaderos pastores, esos dirigentes de Israel habrían hecho la obra de un pastor. Hubieran manifestado la misericordia y el amor de Cristo, y se habrían unido con él en su misión. Al rechazar esto habían probado que eran falsas sus pretensiones de piedad. Ahora muchos rechazaron el reproche de Cristo, pero hubo algunos que quedaron convencido por sus palabras. Después de la ascensión de Cristo al cielo, descendió sobre éstos el Espíritu Santo y se unieron con los discípulos precisamente en la obra bosquejada en la parábola de la oveja perdida. PVGM 150.4