Aparte de Cristo, somos todavía incapaces de interpretar correctamente el lenguaje de la naturaleza. La lección más difícil y humillante que el hombre tiene que aprender es la de su propia ineficiencia al depender de la sabiduría humana, y el fracaso seguro de sus esfuerzos por leer correctamente la naturaleza. Por sí mismo no puede interpretar la naturaleza sin ponerla por encima de Dios. Se encuentra en un estado parecido al de los atenienses, quienes, en medio de sus altares dedicados al culto de la naturaleza, tenían uno que decía: “Al Dios no conocido”. Ciertamente Dios era desconocido para ellos. Es desconocido para todos aquellos quienes, faltándoles la dirección del divino Maestro, se dedican al estudio de la naturaleza. Con toda seguridad llegarán a conclusiones erróneas. 8TPI 268.2
En su sabiduría humana el mundo no conoce a Dios. Sus hombres sabios acumulan un conocimiento imperfecto acerca de él por sus obras creadas; pero este conocimiento, lejos de brindarles conceptos elevados acerca de Dios, lejos de ennoblecer la mente y el espíritu y de conformar el ser entero con su divina voluntad, más bien tiende a hacer idólatras a los hombres. En su ceguedad exaltan la naturaleza y las leyes de la misma por encima del Dios de la naturaleza. 8TPI 268.3
Dios ha permitido que un torrente de luz sea derramado sobre el mundo por medio de los descubrimientos de la ciencia y las artes; pero cuando supuestos hombres de ciencia discurren sobre estos temas desde un punto de vista meramente humano, de seguro errarán. Las mentes más sobresalientes, si no son guiadas por la Palabra de Dios, quedan desconcertadas en sus intentos de investigar la relación entre la ciencia y la revelación. El Creador y sus obras están más allá de su entendimiento; y por qué ellas no pueden ser explicadas por las leyes naturales, declaran que la historia bíblica no es digna de fe. 8TPI 269.1
Aquellos que cuestionan la veracidad del registro bíblico han abandonado su ancla y han quedado golpeándose contra las rocas de la incredulidad. Cuando se dan cuenta de que son incapaces de medir al Creador y sus obras por sus propios conocimientos imperfectos de la ciencia, entonces dudan de la existencia de Dios y le atribuyen poderes infinitos a la naturaleza. 8TPI 269.2
En la ciencia verdadera no puede haber nada que sea contrario a la Palabra de Dios porque ambas tienen el mismo Autor. Un entendimiento correcto de ambas siempre confirmará que están en armonía la una con la otra. La verdad, bien sea en la naturaleza o en la revelación, está en armonía consigo misma en todas sus manifestaciones. Pero la mente que no está iluminada por el Espíritu de Dios siempre estará en tinieblas con respecto a su poder. Esta es la razón por la cual las ideas humanas acerca de la ciencia muy a menudo contradicen las enseñanzas de la Palabra de Dios. 8TPI 269.3