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Mensajera del Señor

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    Viajera intrépida

    El espíritu pionero de Elena de White probablemente se manifestó mejor en su notable itinerario de viajes. Yapara 1885, sólo 16 años después que se concretase la conexión transcontinental en Promintory, Utah, había cruzado los Estados Unidos desde California a Michigan por tren alrededor de 24 veces. Obviamente, estos viajes no se asemejaban para nada a lo que la gente hoy en día incluso puede recordar, ni tampoco se parecían al “romance” que la gente sentía por los viajes en ferrocarril en la primera mitad del siglo XX. 15Ver pp. 84-87.MDS 104.3

    Los coches de madera para pasajeros, muy peligrosos cuando había accidentes, eran muy comunes y no fueron reemplazados por coches hechos enteramente de acero hasta 1907. “Los asientos tenían un respaldo derecho y cojines delgados, si es que los había. Una estufa de carbón proveía la única calefacción disponible; velas y lámparas de aceite proporcionaban la luz. Los vestíbulos en las plataformas abiertas ofrecían poca protección contra [las inclemencias] del tiempo cuando se caminaba de un coche a otro”. 16Overland Route (No. Highlands, California: History West, 1981), p. 17. El maquinista “podía ser identificado tan fácilmente por su aroma a whisky como lo era un vendedor ambulante por su caja [de mercadería]”. 17 Lucius Beebe y Charls Clegg, The Age of Steam (Nueva York: Rinehart & Company, Inc., n.d.), p. 17. En esta cita se hace referencia a un vendedor ambulante.MDS 104.4

    Los primeros cuarenta años de los viajes por tren al Oeste fueron la “mejor época del minero, del vaquero, del ladrón de trenes y del hombre malo; usted podía encontrar a uno o a todos ellos usando los asientos de felpa o de tablillas de madera de los coches impulsados a vapor”. Al viajar al Oeste “se enfrentaban privaciones y dificultades, [y la persona era] azotada por crueles inviernos y cocinada por tórridos veranos. La lluvia, cuando venía, era un torrente destructivo. Las sequías ocurrían a intervalos regulares... En 1874, con la mayor parte de la construcción de ferrocarriles detenida debido al pánico financiero de 1873, aparecieron las langostas, las que comieron todo lo que crecía desde el límite con Canadá basta el norte de Texas. Un tren de la línea Pacific Union quedó atascado en Kearney [Nebraska] por un amontonamiento de langostas de casi un metro (tres pies)”. 18Oliver O. Jensen, The American Heritage History of Railroads in America (Nueva York: American Heritage Publishing Company, 1975), p. 123. Ver Apéndice C para selecciones del relato de Robert Louis Stevenson de su viaje en tren al Oeste en 1879.MDS 104.5

    En 1876 el tiempo normal de viaje entre la costa del Pacífico y Nueva York era de siete días y siete noches, con cambios de tren en Omaha y Chicago. 19 Lucius Beebe, The Age of Steam, p. 161. En 1848 nadie había viajado todavía una milla en sesenta segundos en ningún medio de transporte. Médicos eminentes le dijeron al presidente Washington “que la velocidad de quince mi-llas por hora en un carruaje invariablemente resultaría en la muerte de cualquiera que lo intentase al hacer que toda la sangre del cuerpo fuese a la cabeza”.—Lucius Beebe, High Iron (Nueva York: D. Appleton-Century Company, 1938), p. 55. En su capítulo, “Overland by Rail, 1869-1890”, en Gary Land, The World of Ellen G. White, pp. 6376, Randall R. Butler II escribió que antes de 1880 los trenes de la Union Pacific y el Central Pacific iban a un promedio de 35 kilómetros (22 millas) por hora. Después de 1880 la velocidad promedio se duplicó, pero con paradas en más de doscientas estaciones y tanques de agua, el total de horas que se pasaban cruzando el país permanecía el mismo. En la conclusión de este capítulo, Butler escribió: “A media mañana llegaban a la terminal de Oakland los trenes que iban hacia el Oeste. Los agotados pasajeros se regocijaban universalmente con la conclusión del viaje. Habían sido cuatro días y medio, largos y difíciles, desde Omaha, y la mayoría de los pasajeros habían empezado su viaje entre uno y tres días más hacia el este o el sur. Des-pués de una semana de ruido, polvo, tabaco y humo de la locomotora, los pasajeros que desembarcaban estaban ansiosos de un baño caliente y tranquilo descanso”.MDS 104.6

    Tres veces Elena de White realizó el riesgoso viaje oceánico a Oregon (1878,1880, 1884), cuando los servicios al viajero eran todavía primitivos. La esposa de un obrero informó lo siguiente sobre la visita de la Sra. White en 1878, cuando tenía 50 años: “La Hna. White era tan ambiciosa cuando estuvo aquí, al considerar la obra que debía hacerse, que realmente parecía que había olvidado sus años. Su visita a Oregon fue de un beneficio sumamente valioso para la obra de la Verdad Presente [sic] aquí”. 20 Citado en Land, The World of Ellen G. White, p. 83. Para una comprensión mayor de las penurias que soportaban esos primeros obreros adventistas, ver Id, pp. 74-80.MDS 104.7

    En 1852 los White dejaron Rochester, Nueva York, para realizar un viaje de dos meses a Nueva Inglaterra con un carruaje tirado por caballo. Jaime arregló el itinerario e informó a los adventistas mediante la revista de la iglesia lo relativo al tiempo y lugar en que podrían esperarlos. El horario era agotador. Un tramo de 160 kilómetros (100 millas) tomaba dos días. Pero con buen tiempo y sin inconvenientes, lograron cumplir con sus ci- tas. Mientras iban traqueteando en un coche abierto, Jaime pensaba qué escribiría para la Review y Youth’s Instructor. Cuando se detenían para permitir que Charlie, su caballo, comiese, él escribía los artículos “sobre la tapa de la cesta de la comida, o sobre la parte superior de su sombrero”. 21Bio., t. 1, pp. 232-234.MDS 104.8

    La experiencia de Elena de White al tratar de llegar a una cita en un campestre en WilliaMdsport, Pennsylvania, a comienzos de junio de 1889, ilustra bien su espíritu perse-verante y de pionera. Este fue el año de las lluvias fuertes y de la inundación de Johnstown. Muchos caminos y puentes de la ruta fueron barridos por el agua. El tren se movía lentamente desde Battle Creek. Cuando llegaron a Elmira, Nueva York, se les aconsejó que regresasen a la casa. Pero la Sra. White (ahora con 61 años) y Sara McEnterfer prosi-guieron su viaje. Cuando el tren no pudo continuar más, estas dos mujeres alquilaron un carruaje. Cuando el carruaje se vio obligado a detenerse, las mujeres caminaron, comple-tando los últimos 64 kilómetros (40 millas) en cuatro días.MDS 105.1

    Este viaje fenomenal está descrito en el informe de Elena de White a la Review and Herald del 30 de julio de 1889. En ese informe ella escribió: “Nos vimos obligadas a caminar [muchas] millas en este viaje, y parecía maravilloso que yo pudiese soportar la marcha como lo hice. Mis dos tobillos se habían fracturado hace años, y desde entonces siempre habían quedado débiles. Antes de salir de Battle Creek para Kansas, me había torcido uno de los tobillos y tuve que usar muletas por algún tiempo; pero en esta emergencia no sentí debilidad ni molestia, y viajamos sin contratiempos sobre rocas áspe-ras y resbaladizas”. 22L. H. Christian recordó que “este artículo en la Review fue leído y discutido y usado como un ejemplo a seguir, pero nunca se pensó de él como algo fuera de lo ordinario”.— The Fruitage of Spiritual Gifts, p. 152. En el campestre de WilliaMdsport, ella habló trece veces, incluyendo todas las reuniones matutinas, ¡y eso sin un sistema de amplificación!MDS 105.2

    Este espíritu perseverante, animoso y de pionera fue evidente, como de costumbre, cuando los White cruzaron el río Mississippi en diciembre de 1857. Treinta centímetros (un pie) de agua corrían por encima del hielo; otros carruajes se habían estancado, pero el grupo de los White siguió avanzando. En Iowa, en medio de vientos violentos y fríos, con sus caballos abriendo camino a través de nieve profunda, finalmente llegaron a su destino. 23Bio., 1.1, pp. 346-349. Ver también p. 431. Para otro ejemplo de la vida emocionante pero rigurosa de los pioneros, repasar los meses pasados en Texas durante el invierno de 1878-1879 y la prueba dura en el coche de ferrocarril en la primavera de 1879.— Id, pp. 98-120.MDS 105.3

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