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Mensajera del Señor

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    El sistema de comunicación de Dios

    Aun después de que Dios se hizo hombre, no podía estar en todas partes al mismo tiempo. Ni Jesús podía estar físicamente presente en todas partes después de su ascensión. De modo que para transmitir su mensaje, Dios añadió a su sistema de comunicarse a sí mismo un plan orientado muy humanamente: habló “muchas veces y de muchas maneras... por los profetas” (Heb. 1:1).MDS xiv.1

    Este sistema de comunicación “por los profetas” fue bien reconocido a lo largo de los tiempos bíblicos. El pueblo de Dios aprendió por experiencia que les iba [mucho] mejor cuando escuchaban a los profetas: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crón. 20:20). Más aún, sabían por experiencia que Dios no les permitiría marchar ciegamente hacia el futuro. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).MDS xiv.2

    La comunicación divina mediante los profetas no estuvo confinada a los tiempos del Antiguo Testamento. Durante las últimas horas de nuestro Señor en la tierra, él prometió que esta línea de comunicación entre el cielo y la tierra siempre se mantendría abierta, mediante el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, su representante personal. Hoy, lo mismo que en los tiempos del Antiguo Testamento, el Espíritu Santo continúa hablando, no sólo a la conciencia de cada persona, sino mediante los profetas: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Juan 14:1617). “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles: a otros, profetas” (Efe. 4:11; ver también 1 Cor. 12:28).MDS xiv.3

    ¡El Espíritu de verdad es también el Espíritu de profecía! Esto significa que estos hombres y mujeres especialmente seleccionados, “movidos del Espíritu Santo, hablaron (de parte) de Dios” (2 Ped. 1:21, NácarColunga). Se le dijo a la iglesia que esperase que este sistema de comunicación de la verdad funcionaría hasta el regreso de Jesús.MDS xiv.4

    Esta reseña bíblica enseña que Dios nunca quiso que los hombres y las mujeres estuviesen sin una certeza clara respecto al propósito de la vida. Especialmente durante las tensiones sin paralelo de los últimos días, nos aseguró que podíamos conocer la verdad sobre el futuro. Toda vez que los hombres y mujeres escuchan cuidadosamente a los profetas de Dios, “saben” que están escuchando la “verdad”. La verdad lleva su propia autoridad porque apela y satisface nuestro anhelo de una certeza objetiva y una certeza subjetiva: el enlace de la cabeza con el corazón.MDS xiv.5

    Este libro ayudará a contestar las siguientes preguntas: ¿Reúne Elena de White las características de un profeta? ¿Sobre qué base puede uno considerarla como autoridad en su papel de mensajera de Dios? Al examinar su ministerio activo de setenta años, ¿qué diferencia produjo su consejo en la determinación del curso y el desarrollo de la iglesia? ¿Cuál fue el efecto de su consejo dado a una serie de individuos? ¿Manifestó ella las características de coherencia y confiabilidad y, onsecuentemente, pasó la prueba de autoridad?MDS xiv.6

    Consideraremos “el peso de la evidencia”. Su largo ministerio y el fruto de sus labores constituyen un libro abierto. No se necesita una “evidencia” o un “argumento” artificial para apoyar su aseveración de que es una mensajera de Dios.MDS xiv.7

    El propio principio permanente de Elena de White gobernará el viaje que hagamos juntos: “Los temas que presentamos al mundo deben ser para nosotros una realidad viviente. Es importante que al defender las doctrinas que consideramos como artículos de fe fundamentales, nunca nos permitamos emplear argumentos que no sean completamente plausibles. Los que no lo sean pueden servir pata reducir al silencio a un oponente, pero no hacen honor a la verdad. Debemos presentar argumentos cabales, que no sólo acallen a nuestros oponentes, sino que puedan soportar el examen más detenido y escrutador” (Obreros evangélicos, p. 314).MDS xiv.8

    En el corazón mismo de la gran controversia entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal, se encuentra el conflicto sobre la ver- dad, esto es, ¿quién tiene la razón sobre cómo administrar el universo, Dios o Satanás? La posición de Dios es que la verdad no necesita defensa, simplemente necesita ser vista y demostrada. Satanás, un “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44), presenta sus argumentos mediante el engaño.MDS xiv.9

    Polemista ingenioso e insinuador taimado, Satanás apela al corazón egocéntrico para que sea el árbitro final de la “verdad”. Una de sus herramientas más efectivas es suscitar dudas, haciendo que la persona vacile y postergue su entrega espiritual a Dios. Por esta razón, la alteración de la verdad en cualquier manera, proyectando sombras injustificadas sobre lo que pudiera no estar totalmente claro, es un acto inmoral. Es parte de un intento cósmico por oscurecer la verdad y contrariar a Dios.MDS xv.1

    Elena de White no podría ser más clara que cuando exhorta a ser francos y rechazar el temor al separar los hechos de las opiniones. Sabía que la fe está en peligro si uno fija límites a la investigación, temiendo que nuevos descubrimientos podrían inquietar la fe. Pero a menudo hizo claro el hecho de que la fe de uno también corre riesgo cuando se permite que la razón o los sentimientos marquen los límites de la fe. Para ella, la verdad debe honrarse a todo costo.MDS xv.2

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