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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

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    Fanatismo y problemas secundarios—Parte 2

    Nadie debe tergiversar la verdad interpretando la Palabra en forma forzada y mística. Al seguir este procedimiento, algunos corren el peligro de convertir la verdad de Dios en una mentira. Hay quienes necesitan en su corazón el toque del Espíritu divino, y cuando reciban el mensaje para este tiempo llegará a constituir su primera preocupación. No buscarán pruebas humanas ni cosas nuevas ni extrañas. El sábado del cuarto mandamiento es la prueba para este tiempo, y todo lo que se relaciona con este gran recordativo debe mantenerse delante de la gente.3MI 34.1

    Tengo algo que decir a los jóvenes que han estado enseñando la verdad: Prediquen la Palabra. Puede ser que ustedes tengan mentes creativas. Puede ser que sean expertos, tal como los maestros judíos, en formular nuevas teorías; pero Cristo dijo de ellos: «En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mat. 15:9). Ellos presentaban a la gente tradiciones, hipótesis y fábulas de todo tipo. Las formas y las ceremonias que imponían hacían sencillamente imposible que la gente supiera si estaban guardando la Palabra de Dios o siguiendo las tradiciones humanas.3MI 34.2

    Satanás experimenta un enorme placer cuando puede confundir las mentes en esta forma. No prediquen los ministros sus propias hipótesis. Investiguen fervorosamente las Escrituras comprendiendo solemnemente que si enseñan como doctrinas las cosas que no están contenidas en la Palabra de Dios, serán como los que aparecen descritos en el último capítulo del Apocalipsis.3MI 34.3

    Que los que se sienten tentados a complacerse en la invención de doctrinas caprichosas y llenas de fantasía caven profundamente en las minas de la verdad celestial para obtener las riquezas que significan vida eterna al que las recibe. Los que estudian la Palabra de Dios con fervor obtendrán un tesoro precioso, porque los ángeles celestiales los dirigirán en su investigación.3MI 34.4

    Nuestros ministros deben cesar de ocuparse de sus propias ideas con la actitud de: «Usted debe ver este punto como yo lo veo, o no podrá salvarse”. Fuera con este egotismo. La gran obra que debe hacerse en cada caso es ganar almas para Cristo. Los hombres deben ver a Jesús en la cruz, deben mirar y vivir. No han de alimentarse con las ideas de ustedes, sino con la carne y la sangre del Hijo de Dios. Él dice: «Mi carne es verdadera comida”. «Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6: 55,63). El alma que acepta a Jesús se coloca bajo el cuidado del gran Médico, y sean cuidadosos los hombres en la forma en que se interponen entre el paciente y el Médico que discierne todas las necesidades del alma.3MI 34.5

    Cristo, el Médico del alma, entiende sus defectos y sus males, y sabe cómo curar lo que ha adquirido con su propia sangre. Él puede suplir perfectamente lo que le falta al alma. Pero los hombres se ocupan tanto de lo que no les corresponde, quieren hacer tanto, que se exceden y no dan lugar a Cristo para que actúe. Cristo puede hacer mejor que nadie cualquier moldeamiento y corrección que se necesiten efectuar en el alma. Quizá la convicción no sea profunda, pero si el pecador viene a Cristo, viéndolo en la cruz, el justo muriendo por los injustos, la escena derribará cada barrera.3MI 35.1

    Cristo ha tomado a su cargo la obra de salvar a todos los que confían en él para su salvación. Ve los errores que necesitan ser corregidos, los males que deben ser reprimidos. Vino para buscar y salvar lo que se había perdido. «Al que a mí viene —dice— no lo echo fuera” (Juan 6: 37). Por la bondad y misericordia de Cristo, el pecador ha de ser restaurado al favor divino. Dios, en Cristo, diaria-mente está rogando a los hombres que se reconcilien con él. Con los brazos extendidos, está listo para recibir y dar la bienvenida no solo al pecador sino al pródigo. Su amor, manifestado en el Calvario, es la seguridad que tiene el pecador de aceptación, paz y amor. Enseñen estas cosas con sencillez para que el alma entenebrecida por el pecado pueda ver la luz que brilla del Calvario.3MI 35.2

    Satanás está trabajando en muchas formas para que los mismos hombres que debieran predicar el mensaje estén ocupados con teorías hábilmente confeccionadas que él hará que parezcan de tal magnitud e importancia como para llenar toda la mente. Y al paso que piensan que están dando grandes y maravillosos pasos en su vida cristiana, están idolatrando unas pocas ideas, y se daña su influencia y tiene poco peso del lado del Señor. Que cada ministro haga esfuerzos decididos para estar seguro de lo que es la mente de Cristo. Hay quienes toman de la Palabra de Dios, y también de los Testimonios, párrafos aislados u oraciones que se pueden interpretar para adaptarlos a sus ideas, se detienen en ellos y se fundamentan en su posición, cuando Dios no los está guiando. Todo esto agrada al enemigo.3MI 35.3

    No debemos tomar innecesariamente un rumbo que haga diferencias o cree disensiones. No debiéramos dar la impresión de que si no se siguen nuestras ideas particulares, es porque les falta comprensión a los ministros. En las lecciones de Cristo hay temas en abundancia de los que ustedes pueden ocuparse. Y mejor será que no se ocupen de los misterios que ni ustedes ni sus oyentes pueden entender o explicar. Den lugar para que enseñe el Señor Jesucristo. Mediante la influencia de su Espíritu, sea él quien abra el entendimiento al maravilloso plan de salvación. Hay un tiempo de angustia que se aproxima para el pueblo de Dios, pero no hemos de mantener eso constantemente delante de los nuestros, manejándolos de tal manera que pasen por un tiempo de angustia de antemano. Ha de haber un zarandeo entre el pueblo de Dios, pero no es esta la verdad presente para llevar a las iglesias; será el resultado de rehusar la verdad presentada.3MI 35.4

    Los ministros no debieran pensar que tienen algunas maravillosas ideas avanzadas y que, a menos que todos las reciban, serán eliminados con el zarandeo y que surgirá un pueblo que avanzará y subirá hacia la victoria. Se cumple tan ciertamente el propósito de Satanás cuando los hombres se adelantan a Cristo y hacen la obra que él nunca les ha confiado, como cuando permanecen en el estado laodicense, tibios, sintiéndose ricos y enriquecidos y sin necesidad de nada. Las dos clases son igualmente piedras de tropiezo.3MI 36.1

    Algunos apasionados, que tienen el propósito de ser originales y que dedican a eso todas sus energías, han cometido un grave error al tratar de presentar delante de la gente algo pasmoso, maravilloso, fascinante, algo que ellos creen que otros no comprenden; pero ellos mismos no saben de qué están hablando. Especulan con la Palabra de Dios, aventurando ideas que no son un ápice de ayuda ni para ellos ni para las iglesias. Por ahora quizá exciten la imaginación, pero hay una reacción, y esas mismas ideas se convierten en un obstáculo. La fe se confunde con la fantasía y sus opiniones pueden torcer la mente en una dirección errónea. Sean alimento para la mente las claras y sencillas declaraciones de la Palabra de Dios. Es peligroso especular con ideas que no están claramente presentadas.3MI 36.2

    Algunos son naturalmente combativos. No les preocupa armonizar o no con los hermanos. Quisieran entrar en controversias, les gustaría luchar por sus ideas particulares, pero deberían poner esto a un lado, pues eso no desarrolla las virtudes cristianas. Trabajen con todo su poder para responder a la oración de Cristo de que sus discípulos sean uno, así como él es uno con el Padre. Ni una sola alma se salva a menos que aprendamos diariamente de Jesús, su humildad, su mansedumbre de corazón. En su labor, no sean dictatoriales, no sean severos, no sean hostiles. Prediquen el amor de Cristo, y eso ablandará y subyugará los corazones. Procuren concordar en opinión y en juicio con los hermanos, colocándose en estrecha armonía con ellos y hablando las mismas cosas. No es la obra de Dios, sino del enemigo, el hablar de divisiones porque todos no tienen las mismas ideas tal como se presentan a la mente de ustedes. Expongan las verdades sencillas en las que ustedes puedan concordar. Hablen de unidad. No se vuelvan estrechos y vanidosos; permitan que se amplíe su mente.3MI 36.3

    Cristo no pesa el carácter en la balanza del juicio humano. Dice: «Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12: 32). Se apartará de iniquidad toda alma que responda a esta invitación. Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a él. El que viene a Jesús, coloca los pies en una escalera que va de la tierra al cielo. Enseñen con la pluma y la voz que Dios está encima de la escalera. Los brillantes rayos de su gloria brillan en cada peldaño. Está mirando con bondad a todos los que ascienden penosamente, dispuesto a enviarles ayuda, ayuda divina, cuando la mano parece aflojar y tiemblan los pies. Sí, digan esto, díganlo con palabras que ablanden el corazón, que nadie que persevere subiendo por la escalera fracasará en su entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Los que creen en Cristo, nunca perecerán, ni nadie los arrebatará de su mano. Con lenguaje claro y lleno de esperanza, digan a la gente cómo puede escapar de la herencia de oprobio que merecemos. Pero, por amor a Cristo, no les presenten ideas que desanimen, que hagan que parezca muy difícil el camino del cielo. Si bien es cierto que a menudo debemos impresionar la mente con el hecho de que la vida cristiana es una vida de lucha, que debemos velar, orar y esforzarnos, que es peligroso que el alma descuide por un momento la vigilancia espiritual, el tema ha de ser la plenitud de la salvación que se nos ofrece en Jesús, que nos ama y se entregó para que no pereciéramos sino que tuviéramos vida eterna.3MI 37.1

    Podemos caminar con Dios día tras día, prosiguiendo día tras día para conocer al Señor, entrando en el lugar santísimo por la sangre de Jesús, aferrándonos de la esperanza que nos es propuesta. Si llegamos al cielo, deberá ser vinculando al alma con el Mediador, llegando a ser participantes de la naturaleza divina. La confianza de uno es apoyarse en Cristo, tener la vida oculta con Cristo en Dios. Y siendo guiado por su Espíritu, se tiene la fe genuina. Seremos colaboradores con Dios al creer plenamente en la eficacia de su sacrificio expiatorio. Confiando en los méritos de Cristo, hemos de ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, pues es Dios el que en nosotros obra tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.3MI 37.2

    Aferrándonos siempre de Cristo, nos acercamos cada vez más a Dios. Jesús quiere que siempre hagamos resaltar esto. No despierten su espíritu combativo. La sabiduría que proviene de lo alto es primeramente pura, luego pacífica, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos.— Manuscrito 82, 1894.3MI 38.1

    PATRIMONIO WHITE,

    2 de septiembre de 1964

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