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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

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    Manuscrito 202 - Consejo a la esposa de un marido no creyente

    Recibimos muchas cartas solicitando consejo. Una madre dice que su esposo es incrédulo. Tiene hijos, pero el padre los enseña a irrespetar a la madre. Ella está profundamente agobiada por sus hijos. No sabe qué rumbo tomar. Luego expresa su afán por hacer algo en la causa de Dios y preguntó si creo que ella tenía el deber de dejar a su familia si está convencida de que no les puede hacer ningún bien.3MI 311.1

    Yo respondería: Hermana, soy incapaz de ver cómo usted podría estar tranquila ante el Señor y dejar a su esposo y a sus hijos. No puedo creer que usted suponga que puede hacer eso. Las pruebas que usted enfrenta quizá sea de una naturaleza muy difícil. Puede que le duela el corazón a menudo por la falta de respeto que se le muestra; pero estoy segura de que es su deber cuidar de sus propios hijos. Este es su terreno, en el que tiene su trabajo designado. Puede que sea un terreno rocoso e incómodo de trabajar, pero usted tiene un Compañero en todos sus esfuerzos por hacer su deber resueltamente, a conciencia, pese a todas las circunstancias desalentadoras. Jesús es su ayudador. Jesús vino a nuestro mundo a salvar almas perdidas y que perecían, y usted ha de considerar que en esta obra usted es una obrera junto con Dios.3MI 311.2

    No se zafe de sus responsabilidades. Sea cada día una misionera en su hogar. No se contente solo con enseñar a sus hijos desde su infancia, sino edúquelos. Mantenga sobre sus hijos un dominio constante y firme. No solo debe decirles qué hacer, sino, en lo que dependa de usted, propiciar un ambiente favorable y sembrar su preciosa semilla en el amor y el espíritu de Jesús. Dado que Satanás usa al padre de sus hijos para contrarrestar el trabajo de usted, no se desanime; no se dé por vencida en el conflicto. Compórtese como quiere que se comporten ellos. Trate a su esposo con amabilidad en todo momento y ocasión; y con cuerdas de amor ate a sus hijos al corazón de usted. Esa es su obra; esa es la carga que usted tiene que llevar. No hable de las pruebas de su hogar con nadie salvo Jesús; viértalas en su oído.3MI 312.1

    Jesús «a lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1: 11-13).3MI 312.2

    La gracia no se hereda. Un padre muy malo puede tener un hijo religioso; un padre cristiano puede tener un hijo libertino. Las madres han de tomar las cargas hechas doblemente pesadas para ellas por el proceder del cabeza de familia. Esto hace el trabajo de usted sencillo: dejar que brille su luz en el hogar en el que Satanás trabaja para aprisionar los hijos de usted para sí. ¿Los tendrá? Que el espíritu misionero se levante ante la emergencia y diga: No, no; aunque tienen un padre irreligioso, mis hijos han sido comprados por la sangre de Cristo. Yo soy su madre. Buscaré al Señor con fe, con humildad, para que él salve no solo a mis hijos, sino que lleve a su padre al arrepentimiento. No pida ni ruegue la compasión de su esposo y sus hijos, simplemente viva la vida de Cristo. Con palabras, con espíritu, con carácter, con mansedumbre, con paciencia y contención, con alegría, sea un poste indicador que señale el camino, la senda que conduce al cielo.3MI 312.3

    Sea testigo de Cristo. Ejemplifique la fuerza de la esperanza cristiana, que se proyecta hasta dentro del velo. Revele que el ancla la sujeta a usted en todas las circunstancias. Que su hogar se vuelva agradable y alegre. Jesús, usted debe depender de Jesús en todo mo- mento. Extraiga su fuerza de Jesús. Él le dará lo que pida con sinceridad. Si usted lo busca de todo corazón, lo encontrará.3MI 312.4

    Dios no llama a las madres para que se alejen de la obra misionera en el hogar, lo que dejaría a sus hijos bajo el control de influencias que son desmoralizadoras y ruinosas para el alma. ¿No están necesitados sus hijos de la labor misionera? ¿No son dignos hijos de un esfuerzo ferviente y acompañado de oración? ¿Descuidará ella la obra misionera en el hogar en pro de un campo mayor? Que pruebe su destreza en su propio hogar, que asuma el trabajo que Dios mismo le ha dado. Si ha fracasado completamente es porque no ha tenido fe o puede no haber presentado la verdad ni vivido la verdad como es en Jesús. Tras años de aparente fracaso, que pruebe nuevamente otros métodos, buscando el consejo de Dios. Arrodillada, preséntele sus promesas. «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada» (Santiago 1:5, 6).3MI 313.1

    ¿Le ha parecido que la suerte de usted fue dura y se quejó y murmuró? Entonces, dado que no recibió ayuda alguna en este sentido, tome otro curso de acción. Hable amablemente, sea alegre. Dado que tiene a Jesús como su ayudador, prorrumpa usted en cantos de alabanza. Cuando sea tentada, cuando sea vilipendiada, no vilipendie también usted; y trabaje con sus hijos mientras haya uno fuera de Cristo. Siembre la semilla, la semilla viva, profunda en el terreno del corazón. Que sus palabras estén sabiamente elegidas. Considérese una misionera nombrada por Dios para ser la luz en su propio hogar.3MI 313.2

    Vuelvo a decir: Sería impropio que Dios le pida a una madre que se aparte de su esposo y de sus hijos para ocuparse en lo que ella considere una labor superior. Cumpla con eficacia la obra que tiene delante de sí.3MI 313.3

    Me apena recibir cartas de madres con niños en las que preguntan: ¿Dejo mis niños para hacer obra misionera? En el temor y el amor de Dios digo: Conviértase en una misionera en el hogar. Edúquese con la Biblia para poder ser una obrera de éxito en su propio hogar, porque usted ve que precisan ser salvos, pues son pecadores. No abandone su puesto de trabajo por lo desagradable que resulta. Hay muchos mártires vivientes que sufren en silencio, que confían en Dios cuando se los insulta con la lengua y que son atormentados, que son lastimados y heridos con acusaciones burdas y ásperas, cuya suerte parece ser vivir y sufrir, recibiendo consuelo solo de Jesús, que es la fuente de su fuerza. Tales almas son misioneras. Son los nobles de Cristo, y su nombre está inscrito en el libro de la vida del Cordero.3MI 313.4

    Recuerde: Jesús lo sabe todo —cada dolor, cada pena—; no dejará que usted se hunda, porque sus brazos la sostienen. Usted puede ser una luz para todo el vecindario si es verdaderamente paciente, amable y condescendiente. Con esto, hermana mía, considere respondidas sus preguntas.— Manuscrito 9, 1868, pp. 1-4 (consejo a la esposa de un marido no creyente, hacia 1868).3MI 314.1

    PATRIMONIO WHITE,

    1 de agosto de 1967