Loading...
Larger font
Smaller font
Copy
Print
Contents

Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

 - Contents
  • Results
  • Related
  • Featured
No results found for: "".
  • Weighted Relevancy
  • Content Sequence
  • Relevancy
  • Earliest First
  • Latest First
    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents

    Manuscrito 207 - Material manuscrito solicitado para su uso en libros y artículos

    Mi muy respetado hermano en el Señor: Estoy afligida al enterarme de su aflicción [...]. Usted cuenta con la palabra dada por Jehová: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” [Mat. 28: 20] [...]. Tengo la mejor prueba de que Dios lo ama. No lo apartará de él en su debilidad, porque lo ama. No se salga, con su preocupación, de los brazos de Jesús, sino simplemente repose en tranquila quietud en su amor [...]. En el débil estado del cuerpo de usted, el enemigo puede intentar hacer oír su voz diciendo que el Señor no lo ama [...]. Puede que la nube le parezca oscura por sí misma en ocasiones, pero cuando está llena de la luz brillante de Jesús, se trueca en el brillo del oro, porque la gloria de Dios está sobre ella.— Carta 31, 1890, pp. 1-2 (al hermano Samuel Fulton, 23 de abril de 1890).3MI 341.1

    No creo que sea sabio echar un jarro de agua fría al carácter alegre y feliz de ella. La religión, la religión de la Biblia, nunca hace a una persona penosamente adusta.— Carta 145, 1895, p. 4 (a W. C. White, 15 de marzo de 1895).3MI 342.1

    La camarera le dijo a ella: «Si pudiera, sería cristiana, pero no puedo. Sería un imposible servir a Dios en una nave como esta. Usted no sabe, no puede tener ni idea, de la maldad de estos marineros [...]. Espero en algún momento que se me abra algún lugar en el que pueda sostener a mi familia, y entonces dedicaré atención a las cosas serias» [...].3MI 342.2

    La primera oficial dijo: «Estoy convencida de que este barco se irá a pique con toda su tripulación a bordo dentro de poco. Me he sentido tan preocupada que, si llego a poder desvincularme de él, no seguiré quedándome en el barco [...]. Cuando veo, como veo en este barco, tal indiferencia por Dios y por cualquier cosa seria, me pregunto: ¿Qué puede hacerse? [...]. Me duele el corazón” [...].3MI 342.3

    La primera oficial fue la persona que se salvó. La camarera enfermera fue incluida en la lista de desaparecidos.— Manuscrito 88, 1893, pp. 11, 12 (diario, 20 de noviembre a 19 de diciembre de 1893. Congreso al aire libre en Nueva Zelanda y regreso a Australia).3MI 342.4

    Aquí puede haber un cultivo de alfalfa, allí puede haber fresas, aquí puede haber maíz dulce y maíz común, y este terreno producirá buenas patatas, mientras que aquel dará buena fruta de todo tipo. Así, en la imaginación, tengo todos los lugares en un estado floreciente.— Carta 14, 1894, p. 2 (a la hermana Marian Davis, 27 de agosto de 1894).3MI 342.5

    El huerto es lo principal ahora.— Carta 147, 1895, p. 1 (a «Querido Willie» [W. C. White], 2 de agosto de 1895).3MI 342.6

    Haremos cuanto podamos, y si cometernos algunos errores lo haremos mejor la próxima vez.— Carta 149, 1895, p. 2 (a «Querido Willie» [W. C. White], 6 de agosto de 1895).3MI 342.7

    Guío mi propio tiro de dos caballos, visito los aserraderos y encargo maderos que requieren los trabajadores, y salgo en busca de vacas. He comprado dos buenas vacas [...]. En las colonias, casi por doquier, tienen la extraña costumbre de confinar las vacas a la hora de ordeñarlas.3MI 342.8

    Ponen su cabeza en un artefacto denominado armazón de ordeño, luego atan una de sus patas a un poste. Es una costumbre bárbara. Dije a las personas que me vendieron las vacas que yo no haría tal cosa, sino que dejaría libre al animal y que las enseñaría a quedarse quietas. El dueño me miró con asombro. Dijo: «Usted no puede hacer eso, Sra. White. No se quedarán quietas. Nadie lo hace de otra manera”. «Bueno», respondí, «le daré un ejemplo de lo que puede hacerse”. No he puesto ninguna soga en la pata de una vaca, ni su cabeza en un armazón de ordeño [...]. Hemos tratado a nuestras vacas con delicadez y son perfectamente dóciles.— Carta 42, 1895, pp. 1, 2 (al Dr. J. H. Kellogg, 28 de agosto de 1905).3MI 342.9

    Me propongo no contar todas las irritaciones y perplejidades que surgen constantemente [...].3MI 343.1

    Si podemos conseguir tela metálica como la que ponen en las puertas de malla, podremos usar un cajón de productos, que contendrá más incluso que una fresquera [...]. La tela de metálica puede dejar entrar el aire y los alimentos pueden estar a salvo de las zarigüeyas [...]. Ha de hacerse más por mantener la cocina a salvo de animales merodeadores [...]. ¡Veo tanta falta de tacto e ingenio!— Carta 152, 1895, pp. 1, 3, 4 (a «Querida hija May” [esposa de W. C. White], 26 de agosto de 1895).3MI 343.2

    No puedo soportar un cierre tan completo. Debo tener ocasión de respirar sin estar expuesta a los animales circundantes.— Carta 153, 1895, p. 1 (a «Willie” [W. C. White], 26 de agosto de 1895).3MI 343.3

    10 de febrero. Me levanté a las cuatro y media de la mañana. A las cinco estaba trabajando levantando la tierra con la pala y preparándola para plantar mis flores. Trabajé sola una hora, luego Edith Ward y Ella May White me acompañaron y plantamos nuestras flores. Luego plantamos veintiocho tomateras para cuando sonó la campana para las oraciones matutinas y el desayuno [...]. Después del desayuno leí un manuscrito [...]. Los terrenos están preparados para plantarles hortalizas: patatas, legumbres, guisantes y otras cosas [...].3MI 343.4

    El martes por la mañana me levanté a las tres y media y volví a escribir un poco en mi diario. Trabajé en el huerto de frutales, amarrando los árboles. Se pone una mata de hierba entre el poste y el árbol para que el árbol no se dañe. A las cinco, Willie y yo anduvimos hasta nuestro jardín, que está a cierta distancia de la casa, y plantamos guisantes. Trabajamos hasta las siete de la mañana y nos preparamos para nuestra oración familiar matutina y para el desayuno. Me sentí demasiado cansada para hacer más en el exterior. Hicimos planes sobre muchas cosas que deben hacerse en nuestro terreno.— Manuscrito 62, 1896, pp. 1, 2 (diario, 9 a 27 de febrero de 1896, Sunnyside, Cooranbong).3MI 343.5

    Decidimos ir en tren todo lo lejos que pudiéramos ir y, en el nombre del Señor, hacer nuestra parte para ir al congreso, porque creíamos que íbamos camino de nuestro deber.— Carta 54, 1889, p. 2 (al hermano M. J. Church, 6 de junio de 1889).3MI 344.1

    Esto no cuadraría con mi trabajo en absoluto [...].3MI 344.2

    El pastor Corliss dijo: «Hermano Lawrence, cuando la hermana White decide hacer algo, lo logra” [...]. Un vecino dijo que nos bajaría. Entonces dijimos que iríamos, y pusimos el equipaje en el carrito de dos ruedas, y el equipaje principal, la hermana Rousseau, la hermana Maude Camp y May Lacey, subidas como podían entre los bultos: tres baúles, cestos, una maleta de telescopio, carteras y fardos. El hermano Lawrence iba sentado en un baúl, y las mujeres en los baúles de detrás, todas envueltas en chales y mantas, y con tres paraguas. Era todo un cuadro.3MI 344.3

    Yo iba en un cómodo carruaje, pero su implementación era de estilo subdesarrollado: sogas a modo de riendas, alambres en lugar de correas, y todo igual. Pero el carruaje era cómodo. Hicimos el viaje hasta la estación [...]. Acababa de meterme bajo la marquesina de la plaza de la estación cuando la lluvia se puso a caer con mucha más intensidad. Entonces intenté quitarme el impermeable de pescador, que era un chaquetón de caucho para hombre sujeto con cuerdas por los ojales. Así me protegía. No llevaba puesto sombrero alguno, sino que tenía un chal pequeño sobre la cabeza. El sombrero estaba a salvo con la hermana Rousseau y con Maude en una caja de hojalata para sombreros. Apenas podía reconocerme a mí misma, tan arropada estaba, pero me sentí agradecida a mi Padre celestial de que, de momento, hubiéramos avanzado hacia casa. Pronto estábamos en el tren y llegamos a salvo a Granville. Percibimos que estábamos bajo el cuidado protector de nuestro Padre celestial. Vimos arroyos crecidos, alzándose los ríos casi hasta los puentes y las carreteras de carruajes, pero todos estábamos seguros y cómodos [...].3MI 344.4

    Hemos envasado no menos de doscientos ochenta litros, y se envasará no menos de noventa litros más. Si sigo manteniendo abierto un hotel gratuito, debo hacer provisión para él.— Carta 118, 1895, pp. 1, 2, 3 (a «Queridos hijos”, 23 de enero de 1895).3MI 344.5

    Emily ha envasado cincuenta y tres litros de albaricoques hoy, y aún tenemos doce cajas por envasar.— Carta 124, 1894, p. 1 (a «Queridos hijos», 20 de diciembre de 1894).3MI 344.6

    Tuvimos la compañía de un nutrido grupo en todo nuestro proceso de traslado, personas a las que nos gustó atender. Teníamos sentadas a nuestra mesa entre catorce y quince personas. Cocinar para ellas y atenderlas dificultó mucho más el traslado.— Carta 133, 1894, p. 1 (a Edson y Emma White, 9 de julio de 1894).3MI 345.1

    es un hombre rudo y tosco para tratar el ganado. Yo preferiría muchísimo contar con un hombre más tierno y de temperamento más dulce para que cuidara de mis animales.— Carta 147, 1895, p. 1 (a «Willie” [W. C. White], 4 de octubre de 1895).3MI 345.2

    Ahorraré en ropa. No gastaré ni un chelín innecesariamente.— Carta 137, 1895, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 20 de enero de 1895).3MI 345.3

    Ayer fue el día más difícil que he tenido en algún tiempo mandando correo a los Estados Unidos. Me sentí muy cansada, pero estoy agradecida de que se ha acabado [...]. Después de esto, el pastor Daniells tomó el tiro y todos subimos a la cascada. El paisaje es muy bonito. Yo, por supuesto, me quedé sentada en mi carruaje mientras los tres subían la empinada cuesta para ver la segunda catarata.— Carta 81, 1892, p. 1 (a «Querida hermana Marian Davis», 28 de octubre de 1892).3MI 345.4

    Ayer nos dirigimos a las montañas y cenamos bajo un árbol. El paisaje era precioso. Lo disfruté mucho.— Carta 77, 1892, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 21 de octubre de 1892).3MI 345.5

    Emily, May y yo salimos a la playa. Yo, naturalmente, no pude andar, sino que me quedé sentada en el carruaje debajo del puente o muelle que se adentra un buen trecho en el agua. Cenamos allí. Fue agradable.— Carta 86, 1892, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 18 de noviembre de 1892).3MI 345.6

    Salimos junto a la orilla del río e hicimos una pequeña merienda campestre. Lo pasamos muy bien; recolectamos muchas hojas de acedera y regresamos.— Carta 140, 1893, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 16 de octubre de 1893).3MI 345.7

    Quiero hacer exactamente lo que el Maestro querría que hiciera.— Carta 136, 1894, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 8 de enero de 1894).3MI 345.8

    Quiero conocer la voluntad de Dios y hacerla [...]. Quiero que todo lo que tengo y soy sea usado en la causa de Dios y que glorifique su nombre.— Carta 140, 1894, pp. 1, 2 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 15 de febrero de 1894).3MI 345.9

    Ayer lunes fue un día agradable. Byron, Sarah y yo fuimos a Sídney. Cristo dijo: «Siempre tendréis pobres con vosotros» [Mat. 26: 11], y así es en nuestra experiencia. Compramos arroz y guisantes, y preparamos una despensa para abastecer a los pobres, los que viven en la más absoluta miseria. Visitamos a la hermana y le llevamos un poco de todo lo que teníamos, y once metros de franela de algodón, y ahora tenemos ropa para varias familias que están en necesidad perentoria [...]. Hicimos nuestra gestión y volvimos a casa poco después de anochecer, y el paseo en coche me hizo bien.— Carta 139, 1895, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 5 de febrero de 1895).3MI 346.1

    He enviado provisiones para la familia del hermano . No puede conseguir empleo, solo un trabajo de vez en cuando. Están desprovistos de alimentos y ropa. Él mantiene un buen ánimo en el Señor, pero hay muchas familias indigentes y me duele en el alma.— Carta 147, 1894, p. 1 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], hacia junio de 1894).3MI 346.2

    No quiero hacer acopio de nada y, si Dios me ayuda, los que han aceptado la verdad y aman a Dios y guardan sus mandamientos no tendrán hambre de comida ni [falta de] vestido si yo lo sé.— Carta 135, 1894, p. 2 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 6 de agosto de 1894).3MI 346.3

    Sands, Virginia, jueves 6 de noviembre de 1890. Entramos en un edificio y por un dólar cada uno nos proporcionaron un guía, y quedé atónita por lo que contemplaron mis ojos. Dar una descripción de esta escena es simplemente imposible. Fue maravilloso, demasiado maravilloso para describirlo. Pasamos hora y media, con luces y faroles eléctricos o con una lata con velas, tres en cada lata. Volvimos en el carruaje, tomando nuestra comida al regresar a nuestra parada de Sands. El camino era bastante escabroso, pero disfrutamos mucho del paseo. El día era templado, el sol brillaba en la claridad y el paisaje era bonito. Me alegré por este privilegio de salir. Nos sentó bien a todos.— Manuscrito 45, 1890 (diario, 4-11 de noviembre de 1890).3MI 346.4

    Mi esposo, el pastor Joseph Bates, el padre Pierce, el pastor Edson, hombre inteligente, noble y leal, y muchos otros cuyos nombres ahora no recuerdo, se encontraban entre los que, después que pasó el tiempo en 1844, se dedicaron a buscar la verdad. Estos hombres se juntaban en nuestras importantes reuniones para escudriñar la verdad como si fuera un tesoro escondido. Yo me reunía con ellos, y estudiábamos y orábamos fervorosamente, porque sentíamos que debíamos aprender la verdad de Dios. A menudo nos quedábamos orando hasta tarde, y a veces la noche entera, para recibir luz y estudiar la Palabra. Al ayunar y orar recibíamos gran poder. Pero yo no podía comprender los razonamientos de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía entender lo que estábamos estudiando. Entonces el Espíritu de Dios descendía sobre mí y me lle- vaba en visión, y se me daba una clara explicación de los pasajes que habíamos estado estudiando, con instrucciones relativas a la actitud que debíamos asumir con respecto a la verdad y el deber. Una línea de verdad que se extendía desde ese tiempo hasta el momento de entrar en la ciudad de Dios, aparecía nítidamente delante de mí, y yo daba a mis hermanos y hermanas la instrucción que el Señor me había dado. Ellos sabían que cuando yo no estaba en visión no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz del cielo las revelaciones que yo recibía. Así fueron firmemente establecidos los puntos principales de nuestra fe, tal como los sostenemos en la actualidad. Se definía claramente punto tras punto, y todos los hermanos llegaron a la armonía.3MI 346.5

    Todo el grupo de creyentes estaba unido en la verdad. Hubo quienes vinieron con doctrinas extrañas, pero nunca tuvimos temor de enfrentamos a ellos. Nuestra experiencia fue maravillosamente consolidada por la revelación del Espíritu Santo.3MI 347.1

    Durante dos o tres años mi mente siguió cerrada a las Escrituras. En 1846 me casé con el pastor Jaime White. Poco después del nacimiento de mi segundo hijo, estuvimos sumamente perplejos con respecto a ciertos puntos de doctrina. Le pedí al Señor que desatara mi mente para poder comprender su Palabra. De repente me pareció estar envuelta por una luz clara y hermosa, y desde entonces las Escrituras han sido un libro abierto para mí.3MI 347.2

    En ese momento [comienzos de diciembre de 1850] me encontraba en Paris, Maine. El padre Andrews, ya anciano, estaba muy enfermo. Llevaba algún tiempo padeciendo mucho de reumatismo inflamatorio. No podía moverse sin un intenso dolor. Oramos por él. Puse mis manos en su cabeza y dije: «Padre Andrews, el Señor Jesús te sana”. Fue curado instantáneamente. Se levantó y caminó por la habitación, alabando a Dios y diciendo: «Nunca he visto cosa igual. Los ángeles de Dios están en esta habitación”. La gloria de Dios fue revelada. La luz parecía brillar en toda la casa, y se puso sobre mi cabeza la mano de un ángel. Desde ese momento hasta ahora, he estado capacitada para comprender la Palabra de Dios.— Manuscrito 135, 1903, pp. 1-3 («El establecimiento del fundamento de nuestra fe», mecanografiado el 4 de noviembre de 1903).3MI 347.3

    Si todos los que se ocupan de la Palabra de Dios, atendiendo al pueblo, están dispuestos a limpiar su corazón de toda iniquidad y toda contaminación, y acuden a Dios con un limpio propósito de corazón, como niñitos, verán la salvación de Dios. Jesús caminará en medio de nosotros. Ahora tenemos las invitaciones de la misericordia a convertimos en vasos de honra, y entonces no es preciso que nos preocupemos de la lluvia tardía; cuanto tenemos que hacer es mantener el vaso limpio, preparado y vertical para la recepción de la lluvia celestial y seguir orando: «Que la lluvia tardía entre en mi vaso. Que la luz del ángel glorioso que se une con el tercer ángel brille sobre mí; dame una parte en la obra; permíteme que haga sonar la proclamación; déjame ser colaborador de Jesucristo».3MI 348.1

    Permítanme que les diga que, buscando así a Dios, él los dota continuamente dándoles su gracia. No es preciso que se preocupen. No es preciso que crean que viene un tiempo especial cuando han de ser crucificados; el tiempo para ser crucificado es precisamente ahora. Cada día, cada hora, ha de morir el yo; ha de crucificarse el yo, y entonces, cuando llegue el momento en que de verdad sobrevenga la prueba al pueblo de Dios, los brazos eternos nos rodean. Los ángeles de Dios forman un muro de fuego en torno a nosotros y nos libran. Toda la autocrucifixión de ustedes no les reportará ningún beneficio entonces. Debe venir antes de que se decida el destino de las almas. Ahora precisamente debe crucificarse el yo, cuando hay trabajo que hacer; cuando puede hacerse algún uso de toda facultad dada. Precisamente ahora hemos de vaciar y limpiar el vaso por completo de su impureza. Precisamente ahora hemos de ser hechos santos para Dios. Esta es nuestra obra, en este mismo momento. No han de aguardar ningún período especial para que se realice una obra maravillosa; es hoy. Hoy me entrego a Dios.— Manuscrito 35, 1891, pp. 16, 17 (de un sermón de sábado dado en un congreso californiano al aire libre el 26 de septiembre de 1891 en Healdsburg, California).3MI 348.2

    27 de enero de 1890 . La recepción de los mensajes del Espíritu de Dios. Di mi testimonio en el encuentro de los pastores, y el Señor me dio una gran medida de su Espíritu. Rogué a mis hermanos que ocupaban puestos de responsabilidad que no contristaran al Espíritu de Dios alejándolo de su corazón por su renuencia a recibir los testimonios que Dios les ha enviado como reproche y advertencia. Vi que deshonraban a Dios hablando en demasía. Su corazón no estaba libre de prejuicio. Les dije: No reciban la palabra de ningún hombre, pero vayan a las Escrituras por sí mismos. No se aparten de los mensajes que Dios envía, como hicieron en Minneapolis. Consideren cada punto con oración con corazón abierto a la convicción. Reciban cada rayo de luz que se les envía. Lo que ha sido puesto ante ustedes merece una franca consideración. Las verdades que han estado enterradas bajo un montón de basura deben ser recuperadas y restauradas a su marco original.3MI 348.3

    28 de enero. Una testigo fiel . Asistí al encuentro de pastores y leí un contenido importante, que había leído en Minneapolis. He dado mi testimonio con fidelidad, y puedo decir, como hizo Moisés en su discurso de despedida, «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, de que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia» [Deut. 30: 19].3MI 349.1

    La vida eterna es un don gratuito de Dios para todos los que, paciente y humildemente, la reciben como tal y guardan su ley.3MI 349.2

    Gran parte de la creencia es solo de palabra. Se abriga un espíritu de prejuicio que no busca una clara comprensión y que obra clandestinamente. Los hombres no investigan de forma imparcial. No desean saber lo que es la verdad. Creen que porque ciertas ideas han sido tenidas por verdaderas mucho tiempo, son verdad.3MI 349.3

    29 de enero. Malentendido intencional . Volví al encuentro de pastores y leí un importante artículo, haciendo algunas observaciones. Las lecciones de Cristo eran a menudo mal entendidas, no porque él no las hiciera claras, sino porque las mentes de los judíos —así como las de muchos que pretenden creer en este tiempo— estaban llenas de prejuicios. Como Cristo no tomó partido con los escribas y los fariseos, ellos lo odiaban; se oponían a él, y trataban de contrarrestar sus esfuerzos y de anular sus palabras.3MI 349.4

    ¿Por qué los hombres no veían y vivían la verdad? Muchos estudian las Escrituras con el propósito de demostrar que sus propias ideas son correctas. Cambian el significado de la Palabra de Dios para acomodarlo a sus propias opiniones. Y así hacen lo mismo con los testimonios que él envía. Citan media frase, dejando afuera la otra mitad que, si se citara, mostraría que su razonamiento es falso. Dios tiene una polémica con los que tergiversan las Escrituras, haciéndo-las conformar con sus ideas preconcebidas.3MI 349.5

    30 de enero. El peligro de resistirse a la luz. Mi mente está continuamente preocupada. Tengo gran pesar de corazón. Sé que Satanás busca el dominio sobre los hombres. Yo dejaría el campo de batalla con gusto, pero me mantendré en mi puesto mientras el Señor requiera que lo esté. No huiré por la presión ejercida contra mí. He sido puesta aquí, y mi trabajo es presentar de forma nítida la instruc-ción que se me ha dado [...].3MI 350.1

    3 de febrero. Nuestra necesidad. Hablé en el encuentro de pastores. El Señor me dio fuerza para dar mi mensaje con poder y claridad. ¡Necesitamos tanto una piedad más profunda! Es preciso que recibamos el santo aceite de las dos ramas de olivo, «que por los dos tubos de oro vierten su aceite dorado» [Zac. 4: 12]. Es preciso que entendamos la obra que se desarrolla en el cielo. En este gran día an-titípico de la expiación, es preciso que estemos en perfecta armonía con la obra que se lleva a cabo en el cielo. Precisamos arrepentirnos y confesar nuestros pecados. «Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados” [Sant. 5: 16].3MI 350.2

    Es demasiado tarde para que hagamos alarde de nuestra dignidad. Hay quienes opinan, a pesar de creer que es perfectamente apropiado que los demás confiesen sus errores, que su posición les imposibilita confesar sus equivocaciones. Hermanos, si esperan que los pecados de ustedes sean borrados por la sangre de Cristo, deben confesarlos. Si sus hermanos tienen conocimiento de sus errores, si la posición de ustedes ha dado laxitud a su influencia, es tanto más necesario que hagan una confesión plena. «Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiamos de toda maldad» [1 Juan 1: 7-9]. Que nuestros pecados vayan de antemano a juicio, para que puedan ser borrados cuando vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.— Manuscrito 22, 1890, pp. 4, 5, 6, 8, 9 (diario, 10 de enero a 1 de marzo de 1890).3MI 350.3

    Battle Creek, martes 13 de enero de 1891. E. J. Waggoner vino tarde anoche y tuvimos una conversación sobre las reuniones de pastores que se están celebrando ahora. Estaba muy contento de que las reuniones estuvieran impregnadas de una atmósfera completamente diferente de la del concilio ministerial del año pasado. Gracias sean dadas a Dios por este testimonio. Mi constante oración a Dios es que pueda haber una obra de reforma profunda y seria, que la cuestión de los principios correctos pueda ser vista y reconocida y preservada de forma sagrada. Se me ha instruido que precisamente aquí debe levantarse la señal de peligro; si no, el Señor no cooperará con su pueblo.3MI 350.4

    Debe haber humillación de espíritu; el corazón debe ser transformado. Con sus Biblias para leerlas, ¿por qué no entienden el «Escrito está»? Las instrucciones dadas con tanta claridad en el Deuterono- mio son verdad sagrada. Han de ser representadas en principio en todo nuestro servicio religioso hacia Dios y mutuamente hacia el prójimo. Nunca entraña riesgos ser caballeros cristianos, amar a los hermanos, no hacer injusticia y mostrar siempre generosidad, ternura, compasión y auténtica cortesía.— Manuscrito 40, 1891, pp. 12, 13 (diario, 1-31 de enero de 1891).3MI 351.1

    El domingo se me acercó el pastor Smith y tuvimos una larga conversación; me sentí alentada al ver que él no se había apuntalado contra mí, y no le oculté nada sobre la consideración que tenía por su posición y lo difícil que él había hecho mi trabajo. Esto le dolió profundamente. El martes volvió a visitarme y me pidió que asistiera a una reunión que iba a estar compuesta por personas contadas. Esta reunión se celebró el miércoles. El hermano Smith leyó el material que yo le había escrito e hizo una franca confesión al profesor Bell, que estaba presente, sobre la manera en que yo lo había tratado. Entonces comenzó con Minneapolis e hizo su confesión. Había caído sobre la Roca y estaba quebrantado. No les puedo describir mi gozo. El hermano Rupert hizo entonces una confesión muy completa, y esta fue, ciertamente, una reunión muy solemne. Yo sabía que el Señor estaba en medio de nosotros. Cuando nos separábamos, el hermano Smith tomó mi mano y dijo: «Hermana White, ¿me perdona por toda la preocupación y toda la angustia que le he causado? Le aseguro que esta es la última vez, si el Señor me perdona. No repetiré la historia de los últimos tres años”. ¡Bendice al Señor, oh alma mía! ¡Bendice su santo nombre! Mi regreso de Washington, D.C., a Battle Creek fue, ciertamente, obra del Señor, y, tan pronto como llegué a casa, la aflicción dejó mi corazón y no ha vuelto desde entonces.— Manuscrito 3, 1891, pp. 2, 3 (biográfico, 9 de enero de 1891).3MI 351.2

    No hay un punto que precisa ser considerado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el hombre caído haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas que estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús [...].3MI 352.1

    Cristo me ha dado palabras que hablar: «Deben nacer de nuevo, o nunca entrarán en el reino de los cielos». Por consiguiente, todos los que tienen una correcta comprensión de este tema deberían abandonar su espíritu de controversia y buscar al Señor con todo su corazón. Entonces hallarán a Cristo y podrán dar un carácter distinti- vo a su experiencia religiosa. Deberían poner claramente este asunto —la sencillez de la verdadera piedad— delante de la gente en cada discurso. Esto tocará las cuerdas del corazón de toda alma hambrienta y sedienta que anhela obtener la seguridad de la esperanza y la fe y la perfecta confianza en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo.3MI 352.2

    Sea hecho claro y manifiesto que no es posible mediante mérito de la criatura realizar cosa alguna en favor de nuestra posición delante de Dios o de la dádiva de Dios por nosotros. Si la fe y las obras pudieran comprar el don de la salvación, entonces el Creador estaría obligado ante la criatura. En este punto la falsedad tiene una oportunidad de ser aceptada como verdad. Si algún hombre puede merecer la salvación por algo que pueda hacer, entonces está en la misma posición del católico que cumple penitencia por sus pecados. La salvación, en tal caso, es en cierto modo una obligación, que puede ganarse como un sueldo. Si el hombre no puede, por ninguna de sus buenas obras, merecer la salvación, entonces esta debe ser enteramente por gracia, recibida por el hombre como pecador porque acepta y cree en Jesús. Es un don absolutamente gratuito. La justificación por la fe está más allá de controversias. Y toda esta controversia termina tan pronto como se establece el punto de que los méritos de las buenas obras del hombre caído nunca puede procurarle la vida eterna.— Manuscrito 36, 1890, pp. 2, 3 («El peligro de las falsas ideas sobre la justificación por la fe», sin fecha).3MI 352.3

    Ayer E. J. Waggoner dio un discurso sumamente poderoso. He oído la opinión de muchos que estaban presentes, y su testimonio fue unánime en que Dios habló por él. El pastor Smith estaba presente, y dijeron que escucharon con atención.3MI 352.4

    Por la tarde nos reunimos en la capilla de las oficinas. Había un gran número de personas presentes. Los pastores Olsen y Waggoner dirigieron la reunión. El Señor me dio un espíritu de oración. La bendición de Dios vino sobre mí, y todos supieron que el Espíritu y el poder de Dios estaban sobre mí, y muchos se sintieron muy bendecidos. Hablé con fervor y decisión y muchos dieron testimonio y se hicieron algunas confesiones; pero la ruptura no fue completa, y no tuvimos la victoria que yo deseaba.3MI 352.5

    Esta mañana nos reunimos en la sala oriental del Tabernáculo. Se ofrecieron varias oraciones llenas de vida y se dieron muchos testimonios excelentes. Luego volví a hablar. Estaba henchida, y solté mi testimonio de advertencias, reproche y aliento. Hay un cambio. Ahora tenemos reuniones que se celebran desde las siete y media hasta las nueve de la mañana para la oración y el encuentro social. Los testimonios del hermano Olsen son cada vez más penetrantes. Creemos que veremos la salvación de Dios. El hermano Prescott y su esposa estuvieron presentes esta mañana. Ahora no tengo que morderme la lengua. Tengo perfecta libertad, llamando a la luz luz, y a la oscuridad oscuridad. Ayer les dije la posición de los pactos en la que creía, tal como se presenta en mi volumen 1 [Patriarcas y profetas]. Si esa era la posición del Dr. Waggoner, entonces él tenía la verdad. Esperamos en Dios.— Carta 82, 1890, p. 1 (a Willie y Mary White, 9 de marzo de 1890).3MI 353.1

    Esta ha sido la resistencia más fuerte, larga y persistente que jamás he tenido. Tengo ahora el firme propósito de escribir mi experiencia de principio a fin tan pronto como pueda sacar tiempo para hacerlo, para que estos acontecimientos queden consignados como ocurrieron. Gracias a Dios porque la victoria ha llegado.3MI 353.2

    El pastor Butler y el pastor Smith son hombres que, si hubieran estado donde Dios habría querido que estuvieran, habrían estado a mi lado para ayudarme en lugar de estorbarme en la obra que el Señor me ha dado a hacer. Los que no han tenido la experiencia y la luz que estos hombres han tenido son solo responsables por la luz que Dios les ha dado.— Carta 60, 1890, p. 1 (al hermano Colcord, 10 de marzo de 1890).3MI 353.3

    Hablé de las reuniones aquí en Battle Creek desde la conferencia: que mi testimonio había sido anulado.3MI 353.4

    Waggoner habló bien. Yo sabía que en las mentes quedó una impresión favorable, y no hubo ninguna sublevación, ningún espíritu de oposición. Pregunté: «¿Cómo pudo usted, hermano Smith, tratarme como lo hizo? ¿Cómo pudo usted obstruir directamente la obra de Dios?».3MI 353.5

    Finalmente se redujo a esto: que el hermano Butler había recibido una carta de California diciéndoles que estaban ultimados los planes para encarrilar la ley de Gálatas. Después se atendió esto y se explicó que no había trazado ningún plan. Ya ustedes ven lo que deben de haber parecido estas explicaciones a los que estaban presentes. Dije al hermano Smith que él debería ser el último en poner obstáculos en mi camino y, por su propia actitud, dar fuerza a las dudas y la incredulidad en los testimonios. Dado que se había familiarizado conmigo, él tenía sobradas evidencias de que el carácter y la influencia de mis testimonios no habían cambiado. Él sabía más que ningún hombre vivo sobre ellos y sobre el lugar que deberían ocupar en la obra. Había estado relacionado con mi esposo y conmigo misma desde su juventud y, por lo tanto, era más responsable que ningún otro.— Carta 83, 1890, p. 2 (a «Queridos hijos, Willie y Mary», 13 de marzo de 1890).3MI 354.1

    Instrucción en la preparación sabia de alimentos. Hay que enseñar a la gente a preparar comida sana. Ha de ser educada mostrando la necesidad de descartar el té, el café y la carne [...].3MI 354.2

    La obra de enseñar a la gente a preparar comida que, a la vez, sea saludable y apetitosa es de suma importancia. Debería mostrarse mayor interés en la capacitación de obreros en este tipo de labor, que está muy atrasada porque los que deberían ser los primeros en promover la necesidad de instrucción en la preparación sabia de comida sana se echan atrás, poco dispuestos a ver la reforma se extienda.3MI 354.3

    Se me ha indicado que diga a los educadores de la reforma pro salud: «Avancen”. El mundo necesita cada pizca de la influencia que puedan ejercer para obligar a retroceder la marea de aflicción moral. Que los que creen en la verdad sean leales a su bandera. «Os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» [Rom. 12: 1, 2].— Carta 49, 1902, pp. 12, 17-18 (al hermano Haskell y su esposa, 5 de febrero de 1902).3MI 354.4

    A todos los que estudian la Palabra se los representa como alimentándose de la Palabra, esto es, de Cristo [...]. Así como las necesidades corporales deben ser suplidas todos los días, la Palabra de Dios debe ser estudiada cotidianamente: debe ser comida, digerida y practicada. Esto continúa nutriendo el alma y manteniéndola con salud.— Carta 4, 1902, p. 3 (a «Queridas nietas, Ella y Mabel Whi- te”, 1 de enero de 1902).3MI 354.5

    Si la ley pudiera haber sido abolida, no habría sido preciso que Cristo muriese, pero él, el Hijo unigénito, vino a morir y sufrir por la familia humana. Ahora dice: «El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14: 12).— Manuscrito 12, 1894, p. 5 (sin título, 18 de febrero de 1894).3MI 355.1

    Es imposible que el hombre cambie la institución del sábado. Cuando Dios puso los cimientos de la tierra, puso los cimientos del sábado. Descansó el sábado, lo santificó y lo declaró santo. Habían de guardarlo como una señal hasta mil generaciones, y para ese mo- mento estaremos en la ciudad de Dios. Esto es digno de la consideración de ustedes. No podemos ser santificados a través del error. Tenemos una Biblia abierta. ¿Dónde está el fundamento de ustedes para el domingo?— Manuscrito 17, 1893, p. 6, 7 («La ley y el amor de Dios”, 26 de marzo de 1893).3MI 355.2

    Todos los que guardan verdaderamente el sábado llevan la marca de lealtad a Dios. Son representantes de su reino. Su luz ha de iluminar a otros con buenas obras. No hemos de observar meramente el sábado como una cuestión legal; hemos de comprender su influencia espiritual en todas las transacciones de la vida. Dios dice: «En verdad vosotros guardaréis mis sábados, porque es una señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico” (Éxo. 31: 13). Esto es santificación a través de la verdad.3MI 355.3

    Cuando seamos así santificados, no tendremos una fe espuria, una doctrina espuria, una experiencia espuria. Necesitamos fe ge- nuina, y justicia práctica. El yo ha de ser humillado, Cristo ha de ser exaltado. ¿Tenemos fe en el sábado? ¿Cómo la mostramos? ¿Pedimos de todo corazón esa gracia que hará de nuestras palabras y nuestras acciones un sabor de vida para los demás? La fe sin obras está muerta, al estar sola. ¿Hemos rendido el alma a Jesucristo y lo hemos aceptado como nuestro Salvador personal?3MI 355.4

    Se pone la verdadera señal sobre todos los que aceptan el sábado para santificarlo para el Señor. Las reivindicaciones del sábado, si son obedecidas, nos santificarán, en alma, cuerpo y espíritu. Al salir y separarnos del mundo, al aceptar el sábado de la creación que Dios santificó y bendijo, damos muestra de conversión genuina. Llevamos la señal de Dios. Somos estampados con la marca de su gobierno.— Manuscrito 68, 1899, pp. 5, 6 (diario, 14-24 de abril de 1899).3MI 355.5

    El Padre y el Hijo reposaron tras concluir su obra creadora. «Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo [...]. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó» (Gén. 2: 1-3). La muerte de Cristo fue diseñada para que ocurriera en el momento mismo en que tuvo lugar. Estaba en el plan de Dios que la obra que Cristo se había ocupado en hacer se completara un viernes, y que el sábado reposara en la tumba, igual que el Padre y el Hijo habían descansado después de completar su obra creadora. La hora de la aparente derrota de Cristo fue la hora de su victoria. El gran plan, ideado antes de que se pusieran los cimientos del mundo, fue llevado a cabo con éxito.— Manuscrito 25, 1898, pp. 3, 4 («El varón de dolores», mecanografiado, 24 de febrero de 1898).3MI 356.1

    PATRIMONIO WHITE,

    febrero de 1968

    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents