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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

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    Aventura en las Montañas Rocosas 1872

    Miércoles 17 de julio de 1872. Subimos a bordo del tren para nuestro largo recorrido hasta Denver [...]. Por la tarde [...] nos preparamos para ver el territorio que atravesábamos. No vimos cerca ninguna manada de bisontes, sino unos doscientos bisontes muertos que yacían en la llanura. Habían sido matados por los cazadores: algunos por su piel, otros meramente por sus cuartos traseros, para curarlos para su venta. Vimos un berrendo muerto cerca de la vía. Vimos varios berrendos a cierta distancia; también una gran manada de bisontes. Vimos muchas casas construidas bajo tierra, donde vivían familias. Muchos de estos hombres vivían de la caza. La tierra parecía pobre, y viajamos entre veinticuatro y treinta y dos kilómetros sin ver una casa. Vimos manadas de ganado de miles de cabezas, con varios hombres a caballo arreando el ganado. Vimos muchas colonias de perritos de las praderas que discurrían en torno a la vía y se apartaban adentrándose en la pradera.3MI 133.3

    Denver, Colorado, jueves 18 de julio de 1872. El jueves por la mañana despertamos en los coches cama y miramos por la ventana del vagón las montañas de cumbres nevadas. Nunca había contemplado tal escena anteriormente: nieve sobre la cima de las montañas, rodeada de verdor. El tren nos llevó hasta Denver. Nos bajamos del tren hacia las ocho. Era una experiencia singular para nosotros viajar cientos de kilómetros por un árido desierto y encontrar luego una ciudad populosa que podría denominarse la Chicago de Colorado [...]. Nuestras sobrinas nos dieron una cordial bienvenida. Nos sen-timos como en casa.3MI 133.4

    Miércoles 24 de julio de 1872. Estábamos deseosos de ir a las montañas [...]. Fuimos deprisa al tren, que salía a las once. Subimos a bordo de un tren de mercancías [...]. Crestas y montones de nieve tachonaban la cumbre de las montañas [...].3MI 134.1

    Aserraderos Walling, Colorado, sábado 27 de julio de 1872. Nos levantamos esta bonita mañana con cierta sensación de la bondad y la misericordia de Dios hacia nosotros. Esta es nuestra primera mañana de sábado entre las montañas. Jaime, la hermana Hall y yo tomamos una manta y salimos caminando hasta el paraje resguardado de los fragantes perennifolios, rodamos una piedra hacia arriba para sentamos, y yo leí una porción de mi manuscrito a mi esposo. Por la tarde [...] leimos unas sesenta páginas de Great Controversy o Spiritual Gifts [Dones espirituales, tomo 1...]. Terminamos el sábado del Señor con oración.3MI 134.2

    Aserraderos Walling, domingo 28 de julio de 1872. Mary, Jaime, Willie y yo anduvimos dos kilómetros para ver la gigantesca roca que se eleva decenas de metros. Willie trepó hasta su cima. Nosotros, con menos fuerza y energía, nos contentamos con quedamos debajo. Volviendo a casa, Willie se subió en una roca y nos habló.3MI 134.3

    Aserraderos Walling, lunes 29 de julio de 1872. Disfrutamos mucho este aire de montaña. Mi esposo y yo salimos a andar en la arboleda y [...] oramos. Hemos pasado una parte considerable del día escribiendo [...]. Nos arrodillamos entre los árboles y elevarnos una oración en búsqueda de dirección celestial.3MI 134.4

    Aserraderos Walling, martes 30 de julio de 1872. Pensábamos ir esta mañana a Central City, a unos diecinueve kilómetros. Teníamos la intención de comer de camino, junto a la carretera. Cuando nos preparábamos para salir, descubrimos que los caballos habían desaparecido. Ayer, al anochecer, pasaron por aquí doscientos indios. Desaparecieron cinco caballos del Sr. Walling; también su vaca. Se pensó que los indios podrían haber robado los caballos. El Sr. Walling se quitó la chaqueta, se armó con dos revólveres y un cuchillo de caza, y, acompañado por uno de sus hombres, salió a buscar los caballos. Nos desilusionó no comer al borde de la carretera. Sin embargo, nuestra comida sencilla nos gustó mucho. El Sr. Walling volvió hacia las dos, habiendo encontrado sus caballos y su vaca. No tuvo necesidad alguna de usar sus armas de fuego, por lo cual nos sentimos agradecidos.3MI 134.5

    Colorado, jueves 8 de agosto de 1872. Oramos en nuestra tienda de campaña y luego escribí hasta aproximadamente las once [...]. Vino a buscar leche un grupo que se dirigía al Parque cruzando la cordillera nevada [...]. A todos se les veía débiles [...]. [Les] regalamos unos libros. Parece haber mucho entusiasmo por conseguir libros en este territorio rocoso y montañoso.3MI 135.1

    Colorado, sábado 17 de agosto de 1872. Asistimos a la reunión por la tarde y a la vespertina. Mi esposo habló por la tarde. Yo hablé al anochecer. Estas reuniones resultaban alentadoras y fortificantes para la poquísima gente que vive en estas montañas.3MI 135.2

    Colorado, domingo 18 de agosto de 1872. Es una bonita mañana [...]. Salimos a andar para ver el paisaje que nos rodea. Ante nosotros había altas montañas [...]. Había cabañas de mineros construidas en las altas montañas, en las laderas de las montañas y en los barrancos [...]. El Sr. Bental me dio muchas muestras de mineral.3MI 135.3

    Colorado, lunes 19 de agosto de 1872. Es una bonita mañana. Desayunamos con nuestros sobrinos, el Sr. y la Sra. Fair. Tuvimos un breve momento de oración y luego caminamos dos kilómetros hasta la casa de la hermana Bental. Nos dio una cordial bienvenida. Hemos estado escribiendo, preparando originales para [The Health] Reformer. Escribí a Edson unas ocho páginas. La hermana Stocker me trajo muestras. Al volver a casa, los caballos se negaron a seguir, y nos vimos obligados a caminar varios kilómetros.3MI 135.4

    Colorado, 3 de septiembre de 1872. Salimos de los Aserraderos Walling hacia el mediodía, montados en nuestros ponis. El Sr. Walling llevó consigo su carreta para transportar el equipaje. Cabalgamos dieciséis kilómetros el primer día [...]. Amenazaba tormenta. Decidimos detenemos en una casucha abandonada. Entramos y encontramos dos armazones de cama, una mesa y una gran chimenea. Apenas nos habíamos puesto bajo techo, con las sillas de montar y el equipaje dentro, cuando empezó a llover a mares, seguido pronto por granizo de tamaño de balas. Los caballos, nueve en total, tiritaban y reculaban, pero no podíamos hacer nada mejor con ellos. Nos preparamos unas camas y tuvimos una noche bastante cómoda. Sentimos gratitud por [...] haber encontrado un refugio cómodo.— Manuscrito 4, 1872.3MI 136.1

    Miércoles 4 de septiembre de 1872. Aguanté bien mi experiencia de montar a caballo, y [...] podía hacer que mi poni corriese muy bien dando grandes zancadas. Pero, ¡ay!, cuando me lo estaba pasando en grande, disfrutando muchísimo del paisaje, el fardo que llevaba detrás de mí se aflojó y quedó colgado contra los corvejones del caballo [...]. Yo estaba entre dos grupos: tres de nuestro grupo por delante de mí, y cinco por detrás.3MI 136.2

    Vi la situación de las cosas, quité mis pies del estribo y estaba ya lista para bajarme de la silla al suelo, y en un momento habría estado a salvo. Pero el poni se asustó y me tiró sobre su lomo. Me golpeé la espalda y la cabeza. Sabía que estaba malherida, pero estaba segura de que no se había roto ningún hueso. Apenas pude respirar o hablar por un tiempo, pero por fin mejoré algo [...]. Me pusieron en una cama en la carreta y avanzamos así unos kilómetros, hasta que llegamos a la montaña; luego monté mi poni. Débil y dolorida, cabalgué ascendiendo montañas tan empinadas como el tejado de una casa, por colinas rocosas y grandes peñascos que parecía imposible pasar. De noche acampamos y nos bañamos. Me puse un vendaje húmedo, y, aunque con considerable dolor, descansé bien en el suelo en el sitio de acampada y a la mañana siguiente volvía a estar sobre mi silla de montar.— Carta 14, 1872 (a «Queridos hijos Edson y Emma”).3MI 136.3

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