Loading...
Larger font
Smaller font
Copy
Print
Contents

Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)

 - Contents
  • Results
  • Related
  • Featured
No results found for: "".
  • Weighted Relevancy
  • Content Sequence
  • Relevancy
  • Earliest First
  • Latest First
    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents

    Manuscrito 33 —Los pactos

    «La ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe» (Gál. 3: 24). En este pasaje bíblico, el Espíritu Santo, a través del apóstol, habla especialmente de la ley moral. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo.MI1 125.1

    La falta de voluntad para renunciar a opiniones precon-cebidas y aceptar esta verdad subyacía en gran medida a la oposición manifestada en Minneápolis contra el mensaje del Señor expuesto por los hermanos Waggoner y Jones. Suscitando esa oposición, Satanás logró hacer inaccesible a nuestros hermanos, en buena parte, el poder especial del Espíritu Santo que Dios anhelaba impartirles. El enemigo les impidió que obtuvieran la eficiencia que podría haber sido suya para llevar la verdad al mundo, tal como los apóstoles la proclamaron después del día de Pentecostés. Hubo resistencia a laMI1 125.2

    _______________

    Solicitado para su uso en la Review and Herald. luz que ha de alumbrar a toda la tierra con su gloria, y, en gran medida, ha sido mantenida lejos del mundo por el proceder de nuestros propios hermanos.

    La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien, al revelar a la humanidad los principios inmutables de justicia, procura protegernos de los males resultantes de la transgresión.MI1 126.1

    No hemos de considerar que Dios esté al acecho para castigar al pecador por su pecado. El pecador acarrea el castigo sobre sí mismo. Sus propias acciones ponen en marcha una serie de mecanismos que determinarán ineludiblemente unos resultados. Cada acto de transgresión repercute sobre el pecador, obra en él un cambio de carácter y le hace más fácil transgredir otra vez. Eligiendo pecar, los seres humanos se separan de Dios, se apartan del canal de bendiciones, y el seguro resultado es la ruina y la muerte.MI1 126.2

    La ley es una expresión del pensamiento de Dios. Cuando la recibimos en Cristo, llega a ser nuestro pensamiento. Nos eleva por encima del poder de los deseos y las tendencias naturales, por encima de las tentaciones que llevan al pecado. «Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» (Sal. 119: 165).MI1 126.3

    No hay paz en la injusticia; los impíos están en guerra contra Dios. Pero el que recibe la justicia de la ley en Cristo está en armonía con el cielo. «La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Sal. 85: 10).— Carta 96, 1896, pp. 1, 2 (al pastor Urías Smith, 6 de junio de 1896). *Acompañando la declaración anterior, hay una anotación efectuada por la secretaria de Elena G. de White dirigida al pastor Urías Smith: «Las páginas adjuntas presentan algunos detalles que fueron abiertos anoche ante la hermana White y que ella deseaba que le fueran enviados a usted».MI1 126.4

    Se me pregunta acerca de la ley en Gálatas. ¿Cuál ley es el «ayo» (Gál. 3: 24, RVA) para llevamos a Cristo? Contesto: Tanto la ceremonial como el código moral de los Diez Mandamientos.MI1 126.5

    Cristo era el fundamento del sistema judaico. La muerte de Abel fue una consecuencia de no haber aceptado Caín el plan de Dios en la escuela de la obediencia para ser salvo por la sangre de Jesucristo, sim-bolizada por las ofrendas de sacrificio que señalaban a Cristo. Caín rehusó la efusión de sangre que simbolizaba la sangre de Cristo que había de ser derramada por el mundo. Toda ese ceremonial fue diseñado por Dios, y Cristo se convirtió en el fundamento de todo el sistema. Este es el comienzo de la obra [de la ley] como el «ayo» que lleva a los instrumentos humanos pecaminosos a considerar a Cristo como el fundamento de toda el sistema judaico.MI1 126.6

    Todos los que servían en relación con el santuario recibían repetidamente una lección acerca de la intervención de Cristo en favor de la raza humana. Aquellos servicios tenían el propósito de crear en cada corazón amor por la ley de Dios, que es la ley de su reino. La ofrenda del sacrificio había de ser una lección práctica del amor de Dios revelado en Cristo: en la víctima inmolada, moribunda, que tomó sobre sí el pecado del cual era culpable el hombre, haciéndose pecado el inocente por nosotros.MI1 127.1

    En la contemplación de este gran tema de la salvación, vemos la obra de Cristo. No solo el don prometido del Espíritu, sino también la naturaleza y el carácter de ese sacrificio y de esa intervención, son temas que debieran crear en nuestro corazón ideas elevadas, sagradas y sublimes de la ley de Dios, que sigue en vigor para todos los seres humanos. La violación de esa ley en el pequeño acto de comer del fruto prohibido trajo sobre la humanidad y sobre la tierra la consecuencia de la desobediencia a la santa ley de Dios. La naturaleza de la intervención siempre debería hacernos sentir el temor de incurrir en el más pequeño acto de desobediencia a los requisitos divinos.MI1 127.2

    Debería haber una clara comprensión de lo que constituye pecado y deberíamos evitar la más pequeña aproximación que nos induzca a cruzar los límites entre la obediencia y la desobediencia.MI1 127.3

    Dios quisiera que cada miembro de su creación entienda la gran obra del infinito Hijo de Dios al dar su vida por la salvación del mundo. «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él» (1 Juan 3: 1).MI1 127.4

    Cuando el pecador ve en Cristo la encarnación del amor y de la be-nevolencia infinitos y desinteresados, se despierta en su corazón una dis-posición agradecida a seguir donde Cristo indica.— Ms 87, 1900, pp. 1, 2 («The Law in Galatians” [La ley en Gálatas], circa 1900).MI1 127.5

    Patrimonio White, Washington, D. C., 13 de febrero de 1952MI1 127.6

    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents