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Sermones Escogidos Tomo 1

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    Dios entregó lo mejor del cielo

    Piensen en las posibilidades y opciones que están ante nosotros. Podemos recibir toda la fortaleza del cielo; porque cuando Dios entregó a Cristo, entregó a todo el cielo. El extendido brazo humano del Salvador rodea a la raza humana, mientras que con su brazo divino se aferra del trono del Infinito. Somos pecadores, pero Cristo es sin pecado y a través de él podemos permanecer ante Dios en una posición aventajada. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16). No hay excusas para que ningún hombre o mujer pierda la vida eterna. Todos pueden alcanzar el cielo, pero Dios no obligará a nadie a aceptar las provisiones que él ha hecho. Dios no obliga a nadie a obedecer. Ni tampoco coloca a nadie en una posición donde será tentado más allá de lo que pueda resistir.SE1 280.1

    Tenemos muchas razones para estar agradecidos. Nunca debieran los cristianos marchar como un grupo de dolientes en un cortejo fúnebre. Dios no les pide esto de sus seguidores. No les pide que se acuesten en cilicio y cenizas. «¿Es este el ayuno que yo escogí», pregunta, «que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como un junco y haga cama de telas ásperas y de ceniza? ¿Llamaréis a esto ayuno y día agradable a Jehová?». Dios nos dice qué clase de ayuno ha escogido. «El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo?». Este es el ayuno que desea que observemos. «¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano?» (Isa. 58: 5-7). En estas palabras está delineado nuestro deber. Dios nos muestra dónde deberíamos colocar nuestros tesoros. Al seguirlo en la senda de la abnegación y del sacrificio propio, ayudando al necesitado y al que sufre, estaremos haciéndonos tesoros ante del trono de Dios.SE1 280.2

    El beneficio que obtendremos se muestra en las siguientes palabras: «Entonces nacerá tu luz como el alba y tu sanidad se dejará ver en seguida; tu justicia irá delante de ti y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: “¡Heme aquí!”» (Isa. 58: 8, 9). Aquí se pone de manifiesto el principio de acción y reacción. Al compartir los bienes que Dios nos ha confiado en calidad de préstamo, recibiremos más y la bendición nos acompañará. Al aferramos de Cristo como nuestro Salvador personal, somos capacitados para hacer «todas las cosas”.SE1 281.1

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