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Sermones Escogidos Tomo 1

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    El poder de la justicia de Cristo

    Necesitamos adquirir un conocimiento inteligente de este asunto. Necesitamos aferramos de la justicia de Jesucristo mediante una fe viva, y reconocer que no hay nada justo en nosotros. Podemos trabajar al máximo de nuestra capacidad, pero no podemos generar una sola virtud en nosotros mismos. Unicamente la justicia de Jesucristo puede hacerlo. Luego, al vestirnos con la justicia de Cristo, tendremos poder y fortaleza; ya no desearemos pecar, no podemos hacerlo si estamos vestidos de la justicia de Cristo, pues el Señor está obrando con nosotros y por nosotros. Podemos cometer errores, podemos equivocarnos, pero aborreceremos esos pecados, los pecados que causaron el sufrimiento del Hijo de Dios por nosotros, pues éramos transgresores de la ley de Dios.SE1 115.2

    Hermanos, quiero decirles que hay una puerta abierta y nadie puede cerrársela a ustedes; no importa que sea alguien que desempeñe algún puesto encumbrado o bajo, nadie la puede cerrar. Pero ustedes sí pueden hacerlo. Ustedes pueden cerrar la puerta de su corazón para que la luz que Dios les ha enviado durante aproximadamente un año y medio, no ejerza su influencia y su efecto sobre sus vidas, ni sea aplicada a su experiencia religiosa. Para ello Dios ha enviado a sus mensajeros.SE1 115.3

    Cuando Juan fue a proclamar su mensaje, Dios le asignó una tarea. Tuvo que realizarla y llamar la atención de la gente. Tuvo que gritar, levantar su voz como una trompeta en el desierto, como lo dice Isaías: «¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como una trompeta! ¡Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado!” (Isa. 58: 1). Ahora bien, Cristo todavía no había dado inicio a su ministerio terrenal, pero después de que el ministerio de Cristo comenzó, ahí estaba Juan listo para preparar el camino de la obra del Señor, a fin de que las mentes de los hombres pudieran ser estimuladas, que sus duros corazones, los principios, las costumbres y las prácticas pudieran ser profundamente conmovidos. Juan condenó su rumbo y sus prácticas, los llamó generación de víboras. Luego, Cristo aparece con un bálsamo curativo, con un mensaje mediante el cual, con el corazón quebrantado, la semilla puede caer en un terreno preparado.SE1 115.4

    Cuando los discípulos de Juan sintieron celos de Cristo, dijeron: «Este hombre, Cristo, está bautizando y todos acuden a él”. Y lo dijeron para despertar celos. Juan les dijo: «Viene uno después de mí, quien es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado” (ver Juan 3: 26; 1: 27). Esta es la misma obra que debía ser realizada. Pues bien, ¿creen que Juan no tenía sentimientos humanos? ¡Por supuesto que sí! Pero esos sentimientos humanos no debían dominarlo. No, cuando ve a Cristo en la multitud, dice: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29). Él dirigió la gente a Cristo, y dos de sus discípulos siguieron al Señor inmediatamente.SE1 116.1

    Dios tiene obreros. Ellos llevan la obra hasta cierto punto y no pueden llevarla más lejos, porque es tan natural colocar sobre el hombre el molde del hombre como lo es respirar. Ahora bien, Dios llama a otro obrero para que venga y haga avanzar la obra. El que estaba trabajando tiene un límite. No puede ver que el trabajo que está realizando no debe continuar hasta el mismo fin del tiempo. Tiene que haber más luz y poder infundidos en la obra que los que hemos tenido. Hay obreros que vendrán y llevarán esta obra a que progrese y siga adelante, lo cual rompe el antiguo molde que sería perjudicial para ellos y que habría estorbado su experiencia y avance. Pero este molde tiene que ser quitado. El molde del hombre, las peculiaridades del hombre, se marcan sobre la obra, y este llega a ser deificado por todos aquellos que son objeto de su labor. Ahora bien, llega otro elemento que remueve el antiguo molde. Esta obra progresará y crecerá. Este edificio debe ir creciendo. Así, Dios ha colaborado con sus obreros; sepultó los obreros, pero la obra avanza todavía.SE1 116.2

    Cuando me senté con la mano de mi marido agonizante en la mía, sabía que Dios estaba obrando. Mientras estuve junto a él en su lecho, él se encontraba muy débil. Entonces, se me presentó algo parecido a una clara cadena de luz: «Los obreros han sido sepultados, pero la obra continuará. Tengo obreros que se harán cargo de esta labor. No temas, no te desanimes, la obra seguirá adelante».SE1 116.3

    Comprendí que tendría que encargarme de la obra y asumir una responsabilidad más demandante de la que había llevado hasta entonces. Le prometí al Señor que permanecería en mi puesto de deber, y he tratado de cumplir la promesa. Hago, en la medida de lo posible, la obra que Dios me ha encargado, con el entendimiento de que Dios iba a introducir un elemento en esta obra que no hemos tenido todavía.SE1 117.1

    Nuestros jóvenes ven que los de mayor edad están quietos como un poste, y que no se moverán con el fin de aceptar alguna nueva luz; se burlarán y considerarán lo que estas personas digan o hagan como asuntos que no tienen importancia. Les pregunto: ¿Quién será responsable de esa burla y de ese desprecio? ¿Quién? Pues los mismos que se han interpuesto entre la luz que Dios ha dado, para que no alcance a la gente que debería tenerla. Sé de lo que estoy hablando. Estas cosas no me han sido reveladas en los últimos cuarenta años y continúo ignorándolas.SE1 117.2

    Hermanos, por el bien de sus almas les aconsejo: Preparen el camino del Rey. Si ustedes se han interpuesto entre el pueblo y la luz, apártense o Dios los quitará del camino. El Señor está llamando a hombres y mujeres para que vengan a ayudarlo, a ayudarlo contra los poderosos. No han de tirar hacia atrás, no han de poner su peso contra el carro para tirarlo hacia atrás, sino que han de empujar con toda la fuerza y la energía que Dios les ha dado.SE1 117.3

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