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Sermones Escogidos Tomo 1

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    17—El espíritu de discernimiento

    LEAMOS Hechos 1:8: «Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra». Ahora vayamos a Hechos 2: 1-4: «Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran”.SE1 129.1

    Hermanos, podemos recibir esta bendición si nos acercamos a Dios de todo corazón. Cuando nos vaciemos de todo tipo de prejuicios, de toda duda e incredulidad, entonces podremos esperar el derramamiento del Espíritu de Dios. Ya les he mencionado lo que pasó cuando Cristo fue presentado en el templo. El sacerdote lo tomó en susSE1 129.2

    _______________

    Sermón predicado el 9 de marzo de 1890. Manuscrito 2, 1890. brazos, pero no podía ver nada más. Dios no le habló, ni le dijo: «Esta es la consolación de Israel». Sin embargo, tan pronto como Simeón llegó al templo el Espíritu de Dios lo condujo, y porque estaba bajo su influencia, porque el Espíritu Santo había descendido sobre él, Simeón pudo ver ese pequeño niño en los brazos de su madre. Todo indicaba que esta humilde familia era pobre, pero al momento de contemplar al niño, Dios le dijo: «Esta es la consolación de Israel”.

    Tenemos aquí a dos personajes totalmente distintos. El sacerdote que estaba oficiando no lo conoció; pero hubo uno que sí lo reconoció porque podía discernir las cosas espirituales. Vivía en estrecha comunión con Dios. Vivía en conexión con los asuntos eternos y futuros y, por lo tanto, reconoció al Espíritu de Dios.SE1 130.1

    ¿Y qué pasa con nosotros individualmente? Sabemos que el Espíritu de Dios ha estado con nosotros. Sabemos que se manifestado una y otra vez en estas reuniones. No tenemos la menor duda de que ayer el Señor habló a través del pastor Waggoner. Eso es innegable. No tengo dudas de que el poder de Dios descendió abundantemente sobre nosotros. El concilio ministerial que celebramos ayer por la tarde fue bendecido con la luz del Señor. Ahora bien, si hubiéramos abierto la puerta del corazón y dejado entrar a Jesús, habríamos te-nido un momento maravilloso. No tengo duda de ello.SE1 130.2

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