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Sermones Escogidos Tomo 1

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    Las mentiras del enemigo

    Satanás le dijo a Cristo en el desierto: «Ciertamente, a sus ángeles mandará cerca de ti y en sus manos te sostendrán, para que tu pie no tropieces con alguna piedra”. Pero ¿qué dejó fuera de aquella cita? La promesa de que sería guardado en el camino; en todos los caminos divinos. Aquel no era su camino propio. El camino de Dios es el camino de Cristo. Se ha preparado un plan de salvación para la raza humana, y en el mismo Cristo no obraría milagro alguno en su favor para aliviar alguna de sus necesidades humanas. Jesús fue guardado en todos sus caminos. El enemigo no citó eso para nada, pero sí dijo que el ángel lo guardaría para que no tropezara con su pie en piedra, pues él lo sostendría.SE1 142.3

    El enemigo presentará todos esos engaños, ¿pero qué será lo que tiene mayor peso? ¿Será colocarnos bajo los brillantes rayos del Sol de Justicia? ¿Asistir a una reunión y suponer que allí es el mejor lugar para actuar como cristiano y que al salir de la misma nos desvistamos como se despoja un hombre de su abrigo? ¿Hemos de despojarnos así de nuestra religión? Velen en oración, dice Cristo: «Velad y orad para que no entréis en tentación».SE1 142.4

    La tentación nos acechará mientras vivamos. Satanás nos probará de una forma, y si no nos vence nos tentará de otra. De ese modo sus esfuerzos nunca cesarán. Pero hemos de recordar siempre que somos miembros de la familia real, súbditos del rey celestial, y que hemos nacido de nuevo para Dios con un nuevo carácter. El antiguo carácter vil, frívolo; el carácter que conduce al mundo, al orgullo, a la vanidad y a la locura, lo hemos abandonado. Lo hemos dejado, no por nuestras propias fuerzas, sino porque hemos pedido la sabiduría que proviene de Dios, y él afirma que se la da a todos. ¿Cómo? ¿De manera restringida? No, abundantemente. Además, sin reproche.SE1 143.1

    ¿Y qué más dice? «Pidan con fe, no dudando nada”. Ahí está el problema. Expresamos nuestras peticiones y no sabemos si somos bendecidos o no. Decimos: «Desearía saber... ¿qué significa eso? Tú lo dijiste, Señor, sin embargo, no lo creo». Ustedes deben pedir sin dudar, «porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra». Es arrastrado entre las olas. Una ola tras otra viene, y nuestra fe se escapará como lo hace el agua de un recipiente agujereado. Tener fe es creer y velar en oración.SE1 143.2

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