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Sermones Escogidos Tomo 1

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    Aceite en nuestras lámparas

    Ahora bien, Jesucristo no vino con su propio carácter divino, sino que veló su divinidad con la humanidad. Vino a nuestro mundo con una naturaleza humana, compasivamente, para que pudiéramos contemplarlo. No podríamos contemplarlo de haber tenido la luz siquiera de un ángel. Sin embargo, él tomó nuestra naturaleza; vino directo a nosotros para obrar a favor nuestro; para enseñar a toda alma lo que debe hacer para ser salva. Y ahora cada uno de nosotros puede recibirlo, creer en él, si así lo deseamos. Somos representados por las diez vírgenes, cinco de las cuales eran prudentes y cinco insensatas. Profesan ser cristianas. Profesan ser religiosas. Pero la mitad de ellas no tienen el aceite de la gracia en sus lámparas, en sus corazones.SE1 166.4

    Les suplico que comiencen a investigar: ¿Cuántos de ustedes tienen el Espíritu Santo de Dios, representado por el aceite en la vasija de la lámpara? Aquí está la luz; tienen la verdad, las preciosas joyas de verdad se les ofrecen, la gloriosa revelación de la verdad de la Palabra de Dios. La venida del Señor es presentada ante ustedes: «Prepárate para venir al encuentro con tu Dios”. Este tema no se expone ni la mitad de lo que se debería. La preparación es esencial. Dios no nos ha concedido tiempo para que lo desperdiciemos.SE1 167.1

    Algunos dirán: No sirve de nada que recaudemos dinero con el fin de enviar misioneros a los países extranjeros, porque el tiempo es tan corto que no se lograría nada. Sí que ayudará. Es mejor que utilicen el dinero de ese modo en lugar de guardarlo para que el gran día de fuego lo consuma.SE1 167.2

    Hay miles que no sienten la más mínima responsabilidad de devolver el diezmo a Dios. Rehúsan dar al Señor los talentos que él les prestó para negociar con ellos y duplicarlos. Él nos conoce por nombre. Él tiene todos nuestros nombres en su registro. Él conoce la cantidad de su propio dinero, hasta un centavo, que le hayan robado. Él les ha concedido utilizar una parte para el sustento de ustedes y se ha reservado una pequeña porción para sí. Sin embargo, no consideran que Dios deba recibir algo de vuelta de parte de ustedes, o que él tenga algún derecho a ello, por lo tanto, lo utilizan todo egoístamente y le roban a la tesorería de Dios. Ojalá que ustedes no piensen así, y que no continúen robándole. No hay razón alguna para que ustedes no entiendan la verdad acerca de este importante tema, tan solo porque colocan el egoísmo de su malvado corazón delante de ustedes, porque no desean ver, y no tienen tampoco la intención de ver.SE1 167.3

    Pero llegará el tiempo cuando cada caso será juzgado de acuerdo a sus obras. Cada acto de robo, de apropiarse del diezmo del Señor, será tomado en cuenta a menos que ustedes se arrepientan de robarle a Dios. Es tiempo de que acudamos a él con lo que le pertenece, como dijera David: «De lo recibido de tu mano te damos” (1 Crón. 29:14). Es Dios quien nos lo ha dado todo. Cuando nos sentamos a nuestra mesa es porque él nos ha dado los alimentos; todo nos llega por medio de Jesucristo. Él nos ha dado la lluvia, el sol, el rocío y todo lo que es una bendición para nosotros. Sin embargo, muchos están tan endurecidos, tan llenos de egoísmo, que no pueden ver los derechos que Dios tiene sobre ellos. ¡Aunque no todos, gracias a Dios! Hay muchos de nosotros que estamos dispuestos a devolver al Señor lo que le pertenece, y darlo voluntariamente. Lo damos tan voluntariamente como lo hizo David, «de lo recibido de tu mano te damos”.SE1 167.4

    Entonces, si algunos presentes aquí han estado robando a Dios, podrían decir: «Yo no lo encontramos en la Biblia”. Sí que lo está. Están mintiendo a Dios. Los casos de ustedes han sido presentados específicamente en Malaquías. Lo conocen y no lo pueden evitar, porque si tuvieran la capacidad de razonar lo podrían ver. Pero no desean reconocerlo, y estimulan la ceguera mental, no sea que su egoísmo perezca y Cristo entre y tome posesión de ustedes. Estoy pensando en el juicio. No quiero estar en deuda con Dios por haberle robado en los diezmos y las ofrendas, para que él diga al mencionarse mi nombre: «Malditos sois con maldición». No quiero escuchar esas palabras de parte del Maestro. Quiero oírle decir: «Bien, buen siervo y fiel».SE1 168.1

    Ahora bien, ¿por qué será que no disfrutamos más de la gracia y del poder de Dios? Empecemos a establecer clases bíblicas en nuestras iglesias, en nuestros hogares, y humillémonos delante de Dios, y oremos fervientemente, llorando delante de él, él merece una entrega sin reserva; entonces, nos daremos cuenta que no hay obstáculo en el camino.SE1 168.2

    Él dice: «Yo estoy a la puerta y llamo». ¿Cuál es el problema? Oh, ¿acaso no lo escucharon? Muchos no escuchan cuando el Señor dice: «Esta es mi parte; denme mi parte. Pueden quedarse con el resto, pero devuélvanme mi parte en los diezmos y ofrendas». Así que él llama y reclama, pero ustedes no lo escuchan. ¿Cuál es el problema? ¿Es que el barullo del mundo llena sus oídos y no lo oyen? No podrán detenerse lo suficiente para buscar a Dios con fervor y para prestar atención a lo que el Espíritu tiene que decirles. Que Dios nos ayude individualmente para que podamos despojarnos de todo lo que separa al alma de Dios, y que haya tal reforma aquí en California como ni siquiera la han soñado. Verán la salvación de Dios que colmará sus mentes, y muchas almas se convertirán a él.SE1 168.3

    Cuando me hablan de pérdidas temporales de bienes, pienso: «No es un alma”. Pero la pérdida de un alma es de más valor que el mundo entero. «Porque ¿de qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hom bre por su alma?” (Mar. 8: 36, 37). Por favor, piensen ahora y sin dilación cómo resolverán este problema con su Hacedor.SE1 168.4

    Tomemos la eternidad como ejemplo. Vivamos para Dios cada día. No sabemos en qué momento nuestra vida finalizará y cuando él vendrá para decirnos: «Da cuenta de tu mayordomía». Cada uno tiene una obra que hacer. Les diré cuándo él vendrá a nuestro mundo: Después de que el evangelio de su reino haya sido llevado a todas las partes de la tierra; y lo mejor sería que se apresuren. Que Dios nos ayude a ser fieles en el cumplimiento de nuestro deber de predicar el evangelio a todo pueblo, lengua y nación. Ojalá que podamos cumplir con las responsabilidades que Dios nos ha dado; que podamos deshacernos de cada partícula de egoísmo; que no haya ningún dinero gastado en flores o atavíos, o en adornos corporales; no hagan eso. Puede implicar el costo de un alma. El tiempo que dedican a ustedes mismos, lo necesitan para abrir sus Biblias con el fin de despertar a las almas que perecen a su alrededor, apartadas de la verdad, prestas a perecer.SE1 169.1

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