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Sermones Escogidos Tomo 2

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    20—Cristo nuestro amante Consolador y Sanador

    AGRADEZCO A DIOS haber tenido el privilegio de reunirme con todos ustedes. Con algunos ya nos co nocíamos, pero con muchos otros nunca nos habíamos visto. Qué estupendo poder confraternizar todos, y a medida que nos vamos conociendo mejor, mejor conocemos al Señor y más apreciamos a todos aquellos por los cuales él dio su vida.SE2 187.1

    Deberíamos continuamente apreciar y honrar a quien tanto nos ha honrado como parar abrazamos con su extenso brazo humano, mientras que con su brazo divino él se aferra del trono del Infinito. De esa forma él ha conectadoSE2 187.2

    _______________

    Charla presentada en el Sanatorio de Santa Helena, el 27 de marzo de 1901. Manuscrito 28, 1901. al hombre finito con el infinito Dios. Este mundo de pecado fue separado del cielo. Cristo murió para establecer un puente sobre el abismo. La única forma para que los seres humanos hayamos podido apropiarnos de la vida eterna ha sido que Cristo viviera y muriera aquí en la tierra.

    Yo amo a mi Salvador. He entregado mi vida a su servicio y jamás ni por un solo momento me he sentido avergonzada de él. Lo amo porque lo he puesto a prueba, y sé que él cumplirá todo lo que ha prometido. Él dio su vida por mí, y yo le he dado a él todo lo que poseo. Yo sé que él lo acepta. Me siento muy agradecida porque aunque tengo setenta y tres años todavía conservo fuerza suficiente para servir a Dios y para hablar de su amor a los que lo conocen, así como a los que no lo conocen.SE2 188.1

    Precisamente antes de que Cristo dejara a sus discípulos les dijo lo que sufriría, y los exhortó a que no se escandalizaran, anticipando la prueba y el desengaño que experimentarían, ya que esperaban que él iba a sentarse en el trono de David como rey de Israel. Jesús sabía lo dolorosa que iba a ser su frustración cuando vieran que sufría insultos y burlas, mientras era abatido en la humillación. El Salvador pensó en sus discípulos, no en sí mismo. ¿Sería acaso la prueba demasiado fuerte para ellos?SE2 188.2

    Él intentó consolarlos con palabras de esperanza y valor. «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros». Qué consoladoras deberían ser esas palabras para nosotros. Piensen en la obra que Cristo está realizando en el cielo, preparando mansiones para sus hijos. Jesús desea que nos preparemos para morar en esas mansiones. Eso podemos hacerlo al cooperar con él. Si formamos caracteres semejantes a lo divino, heredaremos las mansiones que Cristo está preparando.SE2 188.3

    «Si me voy y os preparo lugar”, continuó, «vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis».SE2 188.4

    En el último capítulo de Apocalipsis se nos dice algo acerca del hogar que Cristo está preparando para sus fieles. Juan escribe: «Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”.SE2 188.5

    Cristo dice: «Yo soy el pan de vida”. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” [Juan 6: 35, 54]. Es nuestro privilegio comer del pan de vida. También afirma: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” [Juan 6: 63]. Al creer y practicar las palabras de Cristo, incorporándolas a la vida cotidiana, llegamos «a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones”.SE2 189.1

    Al hablar de la ciudad de Dios, Juan continúa: «Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán”. Luego vienen las palabras que son para mí un continuo consuelo: «Verán su rostro y su nombre estará en sus frentes. Allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos”.SE2 189.2

    A través de la Palabra de Dios se encuentran las más preciosas promesas, aunque debemos cavar buscándolas como el minero excava en busca del valioso mineral. Necesitamos entender y practicar la verdad. Mientras somos purificados mediante la verdad, permanecemos con Dios en un terreno ventajoso porque Cristo ha borrado nuestros pecados. Cuando Juan vio al Salvador exclamó: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». Cristo no conoció pecado y de allí que cargar con los nuestros. Para poder hacer una ofrenda a favor de la raza humana, para que los seres humanos lleguemos a ser miembros de la familia real, herederos de Dios y coherederos con Jesucristo. Él dejó su corona y su manto real, y descendió de su elevado sitial, revistiendo su divinidad de humanidad.SE2 189.3

    ¡Cuán anhelantes deberíamos estar para no decepcionar al Salvador! Por nosotros se hizo pobre, para que mediante su pobreza pudiéramos ser enriquecidos, e hizo que seamos vencedores; para que a través de la sangre del Cordero y la palabra de nuestro testimonio podamos obtener una gloriosa victoria.SE2 189.4

    El enemigo, sin embargo, intentará proyectar su oscura sombra entre nuestras almas y Dios. Presenta cada posible tentación para hacer que traicionemos a nuestro Hacedor. Satanás intenta controlar nuestro apetito para que hombres y mujeres hagan un dios del estómago. El diablo sabe que nuestros sentidos se ofuscarán por el exceso de comida. El enemigo nos ofrece estimulantes y narcóticos, esperando entrampamos mediante el uso de esos productos, con el fin de que olvidemos a Dios. Que no se nos olvide que esos son los engaños del enemigo: llevamos a que olvidemos las ventajas que obtenemos a diario al comer del Pan de vida.SE2 189.5

    Físicamente estamos edificados sobre lo que comemos. Lo mismo sucede con la mente. Si hacemos de la Biblia nuestra guía y consejero seremos fortalecidos y edificados. Nuestra fe debe abrirse paso a través de las tinieblas para aferrarse de la gloria que está más allá. Dios dice: «¿O se acogerá alguien a mi amparo? ¡Que haga conmigo paz!, ¡sí, que haga la paz conmigo!» [Isa. 27: 5].SE2 190.1

    Esta vida está llena de desilusiones y pruebas, aflicciones y sufrimiento. Pero recordemos que nuestro Salvador es el mayor de todos los médicos misioneros. Cristo se compadece de las aflicciones de los miembros de la familia humana. El gran anhelo de Cristo es que confiemos en él, creyendo plenamente en sus palabras, al punto de que incorporemos al cielo a nuestras vidas aquí abajo. Podemos tener el cielo en nuestro corazón y en nuestro hogar, si nuestras vidas están escondidas con Cristo en Dios. Así podremos aportar gozo y consuelo a las vidas de los demás. Si el gozo de Cristo permanece en nosotros, nuestro gozo será pleno.SE2 190.2

    Vislumbro una gloria maravillosa en el futuro que está ante nosotros cuando Cristo venga en toda su gloria, para ser admirado por todos los que creen. Quiero estar entre el grupo que reciba al Redentor con gozo, entre el grupo de los que verán su rostro.SE2 190.3

    Moisés solicitó ver el rostro de Dios, pero el Señor le dijo que no podría ver su faz y seguir vivo; pero le dijo que lo escondería en una grieta de la roca y lo cubriría con su mano, y que pasaría delante de él proclamando su nombre. Y lo hizo, diciendo: «¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad”. Ese es el carácter de Dios. Todos los que ven su faz deben ser de un carácter semejante al de él.SE2 190.4

    Cristo continúa diciendo: «Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. Tomás siempre inclinado a la duda, aunque amaba al Salvador, dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?».SE2 190.5

    ¿Habrá alguien aquí que como Tomás no conozca el camino? Escuchemos las palabras del Salvador: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos el Padre y nos basta”. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”? ¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará». De esa forma nos hacemos colaboradores de Dios. «Y aun mayores las hará, porque yo voy al Padre».SE2 190.6

    ¿Qué está haciendo Cristo en el cielo? Está intercediendo por nosotros. Gracias a su mediación de las puertas celestiales rebosa la gloria de Dios que resplandecerá sobre toda alma que abra las ventanas del alma que dan hacia el cielo. Mientras que las oraciones de los sinceros y los contritos ascienden al cielo, Cristo le dice al Padre: «Yo me hago cargo de sus pecados. Permite que estén ante ti como seres inocentes”. A la vez que Cristo borra nuestros pecados, llena nuestros corazones con la gloriosa luz de la verdad y el amor.SE2 191.1

    Cristo nos ama con un amor que no puede expresar ningún idioma, ni pesar balanza alguna. Su amor no tiene comparación. Él desea que amemos a los seres humanos que perecen así como él nos ha amado a nosotros. Cristo desea que seamos misioneros por él. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento y la miseria. Si lo único que podemos hacer es decir unas palabras de ánimo, pues hagámoslo. Cristo cooperará con nosotros. Él dice: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo». «Si me amáis, guardad mis mandamientos, y «Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.SE2 191.2

    Ese Consolador está con nosotros hoy. Recibo cartas en las que los remitentes me piden que ore por ellos. Pero Cristo está rogando por ellos. Lo que hemos de hacer es llevarle nuestras agobiadas almas a Jesús. Él dice: «No temas, yo te ayudo». Eso es lo que yo trato de contestarles. Les digo que no acudan a ningún ser humano en busca de la ayuda que únicamente Cristo puede dar. Él dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga».SE2 191.3

    Esas palabras se nos dirigen a todos nosotros. Cuando tengamos que enfrentamos a perplejidades, leamos estas promesas y hablemos con Dios. Cuéntenle sus problemas y dificultades. Él jamás le dirá a nadie que es torpe porque no haya entendido. La Palabra declara: «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.SE2 191.4

    ¿Por qué no recordamos que Cristo es nuestra luz, nuestra salvación? Él entregó su preciosa vida para que seamos guiados, fortalecidos y sustentados. ¿Por qué no vamos a él como un niño acude a su Padre? Él es nuestro ayudador, nuestra suficiencia, nuestro todo. Si acudimos a él con fe, jamás dejaremos de recibir consuelo; él nos tratará con delicadeza en nuestras dolencias porque ha sido tentado en todo como nosotros.SE2 192.1

    He estado enferma desde que inicié mi viaje en California, y mientras permanecía a solas en mi departamento en el tren, ¡cuánto ánimo me dio poder estar en comunión con Dios! Estaba a solas con él, y si alguna vez sentí su presencia en el sufrimiento y la congoja, fue entonces. Sentí que sus brazos eternos me rodeaban. Percibí el consuelo del amor del Salvador.SE2 192.2

    ¿No quisieran estar entre aquellos de quienes Cristo dijo: Tengo «unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”?SE2 192.3

    Cristo es el mayor médico misionero que jamás haya existido. No ha perdido ni un solo caso. Él sabe cómo dar fortaleza y dirección a los médicos en esta institución. Mientras realizan difíciles intervenciones quirúrgicas, él está a su lado. Sabemos que esto es así. Él ha salvado vidas que podrían haberse perdido si el bisturí se hubiera desviado el grosor de un cabello. Los ángeles de Dios constantemente ayudan a aquellos por quienes Cristo entregó su vida.SE2 192.4

    Dios les ha concedido a los médicos de esta institución destreza y eficiencia porque ellos le sirven. Nuestros médicos saben que su habilidad no es propia, sino que viene de lo alto. Reconocen que a su lado hay un Vigía celestial que concede sabiduría a los médicos, que hace que actúen con gran profesionalidad. Fue por por indicación divina que este sanatorio se estableció aquí. Estamos muy agradecidos de que haya un lugar donde la obra médica misionera pueda llevarse a cabo bajo la supervisión del gran Médico misionero.SE2 192.5

    Dios vela por todos y nos ama a todos. Él cuida de la obra de sus manos. Debemos hacer nuestra parte al aplicar las instrucciones contenidas en su Palabra. Debemos cuidar apropiadamente de la maquinaria humana, algo tan maravilloso que llevó a David a exclamar: «Estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien».SE2 192.6

    Les ruego que no mancillen la preciosa artesanía divina comer, al beber o al vestir inadecuadamente. No coloquen impedimento alguno en la senda del Señor. Actúen de acuerdo con la inteligencia de la que Dios les ha provisto. Él los mantendrá saludables si ustedes actúan de acuerdo con su voluntad. Él es el gran Sanador. Esas mismas palabras me han sido dichas cuando los médicos me han desahuciado.SE2 193.1

    En una ocasión mi médico me dijo: «A menos que usted cambie bastante, no le quedan más de tres días de vida”. A la noche alguien se puso al lado de mi cama y me dijo: «Cristo es el sanador; Satanás el destructor. Yo soy tu Redentor y te sanaré”. Desde aquel momento comencé a recuperarme y cuando llegó el médico dijo: «Señora White, usted está mejor. Hay un brillo en sus ojos que es el que tiene que tener cuando usted está bien de salud».SE2 193.2

    Amo a Jesús y deseo que ustedes lo amen. Si ustedes dependen del poder que está por encima de todo poder humano, ustedes alcanzarán la victoria. Tengan fe en Dios. Las expectativas humanas pueden fallar, pero no hay fallo en las promesas de Dios. En Cristo, las mismas son: «Sí” y «Amén». Reclamo las promesas de Dios, y estoy segura de que él responderá a mi fe. Él hará todo lo que dijo que iba a hacer. Confío en que todos ustedes tengan el consuelo de la gracia de Dios. Quiero que sepan que no están solos, que ustedes tienen un Consolador.SE2 193.3

    Que Dios bendiga a los que sufren, y que reciban esperanza y ánimo. Eso lo tendrán si colocan sus desvalidas almas sobre Jesús. Su ayuda les permitirá obrar a todos ustedes a favor de su propia salvación, y ayudar a los demás. ¡Que Dios los bendiga a todos es mi más ferviente deseo y oración!SE2 193.4

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