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    Capítulo 26

    Las Tres Esquinas – Reuniones repletas – Cantos – Universalismo – Lugares para reuniones – Oposición – Sueño – Patios delanteros extensos – Ordenan a esclavos a ir a reuniones adventistas – Convencidos de la verdad – Vuelta a casa a Maryland - Visita a algunas de las Islas del Mar – Esperando la visión – Tiempo de demora

    A nuestra llegada al lugar llamado “Las Tres Esquinas”, temimos, por su apariencia, que tendríamos pocos oyentes. Una escuela, una taberna, y una capilla metodista en la distancia, con unas pocas casas esparcidas, era más o menos todo lo que se veía. Nuestro compromiso era comenzar las reuniones esa noche. Los dirigentes metodistas nos rehusaron el uso de su capilla. Finalmente obtuvimos la escuela para nuestra reunión vespertina, y nos alojamos en la “Taberna Universalista”, manejada por un Sr. Dunbar. Un predicador metodista en este circuito nos dijo: “Yo tuve una reunión en la escuela el pasado domingo y tuve solo 18 oyentes; supongo que la doctrina de ustedes convocará a unos pocos más. Imagine nuestra sorpresa a la hora de la reunión al ver la casa colmada, de modo que una gran porción de la congregación estaba parada sobre los asientos, mirando por sobre la cabeza de los demás. Finalmente encontramos un lugar donde colgar el “diagrama del 43”. El Hno. Gurney comenzó a cantar uno de los himnos del advenimiento favoritos, que los aquietó hasta el silencio, y la reunión siguió con profundo interés hasta el cierre. Luego expresamos nuestro deseo de celebrar cuatro reuniones más, a comenzar la tarde siguiente, pero no teníamos lugar abierto para nosotros. Después de esperar un momento, el dueño de casa que nos alojaba dijo: “Caballeros, celebren su reunión en mi casa”. Yo vacilé, dudando si sería adecuado realizar una reunión adventista donde se vendía licor y se bebía sin restricciones. Como no habló ninguna otra persona, hice los arreglos para reunirnos en la taberna del Sr. Dunbar, a la tarde siguiente. Creo que eran las dos de la tarde. Después de llegar a la taberna, el Sr. D. entró, seguido por una cantidad de damas, diciendo: “Caballeros, estas damas han venido para escucharlo cantar más de sus himnos nuevos; les encantan los cantos, y están interesadas en su doctrina”.AJB 221.1

    Después del desayuno a la mañana siguiente nuestro huésped comenzó de una manera muy caballerosa a mostrar las ideas inconsistentes de los cristianos profesos, y las bellezas de la doctrina del universalismo. A fin de librarnos a ambos de largas discusiones, le dijimos que no teníamos nada que hacer con la doctrina universalista. Habíamos venido para predicar la venida de Cristo, y queríamos que él y sus vecinos se prepararan. Nuestra conversación terminó allí, y él salió. Después de un momento volvió a la casa, diciendo: “Pues bien, caballeros, la capilla metodista está abierta para que den su conferencia. Los dirigentes se han sentido mal por rehusarles el uso de su capilla. Está ahora lista para su reunión esta tarde. No creí que ellos dejarían que ustedes tengan sus reuniones en mi casa”.AJB 222.1

    Pronto después que comenzó nuestra reunión esa tarde, un hombre bien vestido y de mirada inteligente entró y se sentó cerca del centro del salón, y mientras yo explicaba un pasaje de las escrituras del libro del Apocalipsis, me miró con seriedad y sacudió su cabeza. Dije a los oyentes: “Aquí hay un caballero que sacude su cabeza. Él no cree”. Antes de terminar mi discurso, yo estaba citando un pasaje de la misma fuente cuando él repitió la operación. Dije: “Este caballero está sacudiendo su cabeza otra vez. No cree”. Su rostro cambió, y pareció confundido. Mientras el Hno. Gurney y yo bajábamos del púlpito después de cerrar la reunión él se abrió paso a través de la multitud y me tomó la mano, diciendo: “Quiero que usted venga conmigo a mi casa esta noche”. Le agradecí y le dije: “Lo haría con placer, pero tengo un amigo aquí. Él dijo: “Quiero que él venga también, y quiero que traiga el diagrama (señalándolo) consigo”. Otro hombre nos persuadió a que fuéramos con él a cenar, a unos tres kilómetros [dos millas]. Este caballero dijo: “Yo iré también”. Y lo hizo.AJB 222.2

    En la noche nuestra congregación fue más grande, y muy atenta. Después de la reunión, nuestro nuevo amigo nos hizo subir a su carruaje con su esposa. Poco después que salimos, él le preguntó a su esposa, si ella recordaba el sueño que él le había contado. Ella dijo: “Sí”. “Pues”, dijo él, “estos son los dos ángeles que yo vi”. Aquí él comenzó a relatar su sueño. Lo siguiente es, en esencia, todo lo que ahora recuerdo:AJB 222.3

    Justo antes de que llegáramos al lugar, él soñó que estaba en compañía de dos ángeles que le estaban declarando las buenas nuevas, y él recordaba específicamente su apariencia. “Entonces”, dijo, “cuando usted habló acerca de que sacudía la cabeza por segunda vez, miré de nuevo. Me pareció que lo había visto antes. Aquí recordé el sueño, y supe por sus semblantes pálidos que ustedes eran las dos personas, y más específicamente usted, por causa de ese lunar que tiene en la mejilla derecha, que yo vi en mi sueño”.AJB 222.4

    Él se bajó y abrió su portón, y pensé que seguramente estaríamos pronto en su casa. Después de un momento, supimos por él que había ¡cinco kilómetros [tres millas] desde su portón delantero hasta su casa! Su plantación era enorme, con un gran número de esclavos. Era un hombre de ocio, y había aprendido de algún autor ideas peculiares acerca del libro del Apocalipsis. Por esa razón sacudía su cabeza ante mis aplicaciones, por causa de sus conceptos contrarios. Él y su esposa nos acompañaron buena parte de la noche, y hasta la hora de la reunión de la siguiente tarde, haciendo preguntas acerca de la doctrina del advenimiento, el diagrama, etc. Cuando el carruaje del Sr. Hurt estuvo listo, pidió disculpas por su descuido de no pedirnos que hablemos a sus siervos (esclavos). Me sentí aliviado por esto, ya que prefiero hablarles a estos en la congregación mixta. Pero al entrar en el carruaje, le dijo a su mozo de cuadra, que sostenía las riendas, “Sam” —o Harry o algún otro nombre tal—, “dile a todos tus compañeros que vengan a la reunión esta tardecita”. “Sí, zeñur”. “No te olvides: A TODOS ELLOS”. “No, zeñur”. Esto nos alegraba: queríamos que escucharan junto con su amo.AJB 223.1

    El director de la escuela y el Sr. Dunbar, el dueño de casa, eran los dos grandes dirigentes universalistas en esa sección del país. Ambos habían llegado a interesarse en esta nueva doctrina. El director cerró su escuela para asistir a la última reunión de la tarde, y entraron con tres grandes libros bajo el brazo esperando, supongo, confundirnos en alguna de nuestras exposiciones de las profecías con citas de lenguas muertas. Él apeló a esos libros solo una vez, y como no pudo probar su idea, no dijo más nada. Por su apariencia, yo estuve contento de que él y el Sr. Dunbar estuvieran convencidos de la verdad. Mientras cargaba a duras penas sus libros rumbo a casa después de la reunión le dije al pasar: “¿Qué piensa del tema, ahora?” Él dijo: “Me rindo”.AJB 223.2

    En la noche la galería estaba colmada con gente de color; sin duda la mayoría de ellos eran los esclavos del Sr. Hurt. Escucharon con notable atención. Cualquier cosa que pudiera librarlos de la esclavitud perpetua eran buenas noticias para ellos. La congregación pareció notablemente dispuesta a escuchar. Al final de la reunión declaramos que nuestro compromiso era ir a Elktown, a unos cuarenta kilómetros [veinticinco millas] al norte, para encontrarnos con la gente a la tarde siguiente, y deseábamos ocupar una de sus yuntas para llevarnos allá. El Sr. Hurt cortésmente nos ofreció llevarnos allá en su carruaje privado, y nos comprometió para quedarnos con él en la noche. Mientras esperábamos el carro después de la reunión, el Sr. Dunbar vino a nosotros, en forma privada, para preguntarnos si esta doctrina se predicaba en el norte, y también en Inglaterra, y si ésta era la forma en que el Sr. Miller la presentaba. Le respondimos que sí, solo que el Sr. Miller la presentaba de una manera superior, y en una luz mucho más clara de lo que podíamos hacerlo nosotros. Él se fue en profunda angustia.AJB 223.3

    El Sr. Hurt se acercó, y viajamos con él. Parecía muy perturbado mientras relataba la experiencia suya y de su esposa, y cómo había rehusado ser un líder de clase entre los metodistas, y lamentaba que no pudieran ser bautizados. En nuestro viaje a la mañana, nos detuvimos en la taberna, y cuando salimos de nuestra habitación con nuestro equipaje para arreglar nuestra cuenta, el Sr. Dunbar y el director estaban sentados en el bar, con sus Biblias abiertas, escuchando el sueño del Sr. Hurt sobre nosotros, y su fe en la doctrina del advenimiento. El Sr. Dunbar y el director dijeron que vieron la verdad como nunca antes, y nos rogaron que quedáramos y siguiéramos con nuestras reuniones. “Además” dijeron ellos, “usted está invitado a dar conferencias en un pueblo a unos veinte kilómetros [doce millas] al este de aquí”. Le contestamos que nuestro compromiso previo en Elktown requería que estuviéramos allí esa noche. Ellos entonces nos instaron a volver, pero como nuestros compromisos estaban más al norte, no podíamos acceder a su pedido.AJB 224.1

    De este lugar el Sr. Hurt nos llevó en su carro a Elktown, a unos cuarenta kilómetros [veinticinco millas] de distancia, presentándonos y hablando del mensaje a sus amigos por el camino. En Elktown se esforzó por abrir el camino para nuestras reuniones. Cuando se separaba de nosotros, oramos con él, y él dijo: “Daría todo lo que poseo, si pudiera sentir como creo que sienten ustedes al hacer esta obra”. No oímos más nada de él.AJB 224.2

    Tuvimos cinco reuniones en el edificio de tribunales en Elktown. Algunos profesaron creer, y estaban ansiosos de oír más, si hubiéramos podido haber quedado con ellos más tiempo. De Elktown tomamos los vagones para Filadelfia, y de allí a la ciudad de Nueva York. Aquí nos encontramos con el Sr. Miller, que acababa de regresar de Washington, D. C., donde había dado una serie de conferencias. En Nueva York tomamos un pasaje para el este, a bordo de un vapor de Long Island, para Fall River, Massachusetts. En la tarde, después de pasar Hurl Gate, colgamos el diagrama en el centro de la cabina de pasajeros; para el momento en que terminamos de cantar un himno del advenimiento se había reunido un grupo grande, que comenzó a preguntar acerca de los dibujos en el diagrama. Contestamos que, si se sentaban tranquilos, procuraríamos explicarlo. Después de unos momentos, se declararon listos para escuchar, y escucharon con atención por unos momentos, hasta que fuimos interrumpidos por un viento crecientemente fuerte del este, que nos hizo dirigirnos a un puerto. Como consecuencia de la gran violencia del vendaval, cambiaron la ruta del barco, y los pasajeros tomaron tierra en las márgenes de Connecticut, y siguieron en carruajes a Boston. El tema del advenimiento del Salvador se reanudó a bordo de los carruajes, y siguieron interesados hasta que nos separamos en la estación de pasajeros de Boston.AJB 224.3

    Antes del paso del tiempo, visitamos algunas de las islas en el mar, que pertenecían a Massachusetts y Rhode Island, o sea Nantucket, Martha’s Vineyard, y Block Island. De los diez o doce mil habitantes de estas islas, muchos profesaron creer, y se unieron al movimiento del advenimiento.AJB 225.1

    Al llegar la primavera de 1844, y acercándose el tiempo largamente publicado por el Sr. Miller y otros, para la terminación de los períodos proféticos de la visión de Daniel y la venida de nuestro Señor y Salvador, la obra llegó a ser más y más entusiasta. Probablemente no ha habido nada semejante a esto desde el diluvio en los días de Noé.AJB 225.2

    El punto más difícil entonces para resolver era, dónde en la historia del mundo comenzaban los 2.300 días. Finalmente se determinó que el año 457 antes de Cristo era el momento más confiable. Así la suma de 457 años antes de Cristo, y 1843 años completos después de Cristo, constituían 2.300 años completos.AJB 225.3

    El testimonio de la Escritura era claro que cada año comenzaba con la luna nueva de primavera, exactamente catorce días antes de la pascua anual. Ver Éxodo 12:1-6; 13:3-4. Por lo tanto se fijó que el 17 de abril de 1844, tiempo romano, era el final del año 1843, tiempo bíblico.AJB 225.4

    El paso de esa fecha fue el primer chasco en el movimiento del advenimiento. Los que sentían la carga del mensaje quedaron abrumados y con angustia de espíritu. Estaban rodeados por los que estaban jubilosos por causa del fracaso de los cálculos. En este tiempo difícil se escudriñaron las Escrituras muy diligentemente para determinar, si era posible, la causa de su chasco. En la profecía de Habacuc se encontraron unos pocos puntos relacionados con la visión, que nunca antes se habían examinado específicamente. “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, más se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”. Habacuc 2:2, 3.AJB 225.5

    En este período se dijo que había unos cincuenta mil creyentes en este movimiento en los Estados Unidos y Canadá, que nunca, hasta que pasó el tiempo, se habían dado cuenta o comprendido que habría una demora o tiempo de espera en la visión. Este y otros pasajes de la Biblia de igual importancia animaron a los probados a aferrarse con fe firme. A menudo fueron atacados por sus adversarios diciendo: “¿Qué van a hacer ahora, su fecha ha pasado? Ustedes fijaron el tiempo de la venida de Cristo a la terminación de la profecía de los 2.300 días de la visión de Daniel. Ese día pasó, y él no vino; ahora, ¿por qué no confiesan su error, y renuncian a todo?” Resp. “Porque el Señor dijo, ‘Espéralo”. “¿Esperar qué?” RESP. “La visión”. “¿Por cuánto tiempo?” RESP. “Él no lo dijo; pero él sí dijo, ‘ESPÉRALO, PORQUE SIN DUDA VENDRÁ’.AJB 225.6

    Renunciar, ¿dijo usted? ¡No nos atrevemos!” “¿Por qué?” “Porque la orden del Señor a su pueblo confiado y chasqueado, en este momento específico del movimiento del segundo advenimiento, es ESPERAR”.AJB 226.1

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