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    Capítulo 22

    Primer llamado a una conferencia para discutir el tema de la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo – Reunión en Boston, Massachusetts – El discurso de la Conferencia enviado al mundo – Campana de inmersión – Reuniendo piedras del fondo del mar – Primera conferencia de la segunda venida – Conferencias de William Miller en Fairhaven, Massachusetts – También en New Bedford – Discurso a la reunión de ministros – Antíoco Epífanes – Treinta y dos “rods” para cada persona – Segunda conferencia sobre la segunda venida.

    En los números del 1º y del 15 de septiembre de 1840 de Signs of the Times se publicó un llamado a una Conferencia General sobre la Venida de nuestro Señor Jesucristo, diciendo:AJB 191.1

    “Los abajo firmantes, creyentes en la cercana segunda venida y el reino del Mesías, cordialmente se unen en el llamado a una Conferencia General de nuestros hermanos en los Estados Unidos, y en otras partes, que también están esperando la venida cercana, a reunirse en Boston, Massachusetts, el miércoles 14 de octubre de 1840, a las diez de la mañana, y que seguirá dos días, o por tanto tiempo como se crea mejor. El objeto de la Conferencia no será formar una nueva organización en la fe de Cristo, ni abrumar a otros de nuestros hermanos que difieren de nosotros respecto del período y manera del advenimiento, sino para analizar todo el tema fiel y equitativamente, en el ejercicio de ese espíritu de Cristo, en el que será seguro encontrarnos inmediatamente ante el trono del juicio.AJB 191.2

    WILLIAM MILLER, DAVID MILLARD,AJB 191.3

    HENRY DANA WARD, L. D. FLEMING,AJB 191.4

    HENRY JONES, JOSEPH BATES,AJB 191.5

    HENRY PLUMER, CHAS. F. STEVENS,AJB 191.6

    JOHN TRUAR, P. R. RUSSELL,AJB 191.7

    JOSIAH LITCH, ISAIAH SEAVY,AJB 191.8

    JOSHUA P. ATWOOD, TIMOTHY COLE,AJB 191.9

    DANIEL MERRILL, J. V. HIMES.AJB 191.10

    “Hemos recibido otros nombres, pero fue demasiado tarde para incluirlos. No se espera que ninguna persona tome parte activa en la Conferencia, excepto que confiese su fe en la cercanía de nuestro Señor en su reino; ni se espera que ninguno tome parte en las discusiones hasta que sea presentado a la comisión de planes, y les haya dado a conocer la parte o punto que está preparado para analizar”.AJB 192.1

    En armonía con el llamado, la Conferencia General se reunió en la capilla de la calle Chardon, Boston, Massachusetts, el 14 de octubre de 1840, y continuó por dos días con interés creciente; al final de la cual se administró la comunión de la Cena del Señor a unos doscientos comunicantes de diferentes denominaciones. Muchos de ellos eran de distancias remotas. La reunión concluyó cantando el himno que comienza diciendo,AJB 192.2

    “Cuando tú, mi Juez justo, vengas”.AJB 192.3

    El Espíritu del Señor saturó la reunión desde su comienzo, pero ahora parecía vibrar y conmover a toda la congregación. La entonación del himno mencionado fue “con el Espíritu y la comprensión también”. Gracias al Señor ahora por esa gozosa ocasión.AJB 192.4

    Una disertación de esta Conferencia, en forma de panfleto de 150 páginas, circuló por miles entre los que estaban en la fe de la segunda venida de Cristo (y a muchos que no lo estaban), en los Estados Unidos y en tierras extranjeras. El Pr. Joshua V. Himes entró en esta obra aparentemente con todo el celo del Josué de antaño, en sus departamentos de predicación y de publicaciones, para hacer circular toda la luz que podía obtener de todo sector sobre el tema del segundo advenimiento del Salvador. No porque él creyera que Cristo vendría en 1843, porque en conversación con él después que comenzó el departamento editorial de “Signs of the Times”, él me dijo en confianza que él no podía verlo en forma satisfactoria para su mente, y por lo tanto, no lo creía. “¿Por qué”, dije yo, “si ésta es su posición” o palabras similares, “por qué lo defiende de esta manera pública?” Su respuesta fue que él voluntariamente tomó esa posición, para obtener toda la luz que pudiera sobre el tema, y que era posible que él lo viera claramente, y creyera en ello, como lo hizo posteriormente, y lo admitió así.AJB 192.5

    Yo había conocido al pastor Himes desde su juventud, y por muchos años había estado íntimamente en contacto y asociado con él en las reformas de la época, y fui alegrado, fortalecido y edificado por sus predicaciones. Yo sabía que él era celoso y afecto a la causa de Dios, pero no fanático. Y el incidente aquí contado era evidencia para mí del carácter más fuerte, aun hasta hoy, que él no fue motivado a tomar una posición tan peculiar ante el mundo por instrumentos humanos.AJB 192.6

    Previo a la Conferencia yo me había ocupado como uno de los dueños del Puente de New Bedford, para supervisar sus reparaciones, y al mismo tiempo mantenerlo transitable para carruajes y pedestres; de ahí que había alguna duda acerca de mi llegada a las reuniones. En ese tiempo estábamos comprometidos con un navío y una campana de buzo, para quitar las piedras que de alguna manera habían caído en el canal del puente levadizo, y eran una obstrucción para los barcos muy cargados que pasaban con la marea baja.AJB 193.1

    Como algunos de mis lectores pueden desear comprender algo respecto de la operación de retirar las rocas y piedras del fondo del océano, a siete o diez metros [veinticinco o treinta pies] bajo el agua, trataré de explicarlo.AJB 193.2

    Una goleta, o navío de dos mástiles, es remolcada y amarrada con sogas cerca del puente levadizo. Hay un aparejo entre los topes de sus mástiles, la parte inferior del cual termina en un gancho de hierro que se afirma a la parte de arriba de una campana de buzo, que está sobre la cubierta de la goleta.AJB 193.3

    La campana misma tenía la forma de un pan de azúcar, o cono, de unos dos metros setenta [nueve pies] de alto, y un metro ochenta [seis pies] de diámetro en la base. Está provista de un asiento adentro para dos personas, y cuando se hunde al fondo del mar, el agua sube unos noventa centímetros [tres pies] por el fondo abierto. (Hunda una taza o vaso, con el fondo hacia arriba, en un balde con agua, y tendrá una ilustración bastante próxima de una campana de buzo.) El espacio interior, por sobre el agua, tenía nuestra ración de aire. Para dos personas, duraría más o menos una hora y media; entonces era necesario que la levantaran hasta la superficie para suministrarle aire fresco. Para comunicarse con nosotros en cubierta, había tres líneas telegráficas (o cuerdas), cuyo extremo inferior estaba dentro de la campana. Algunos bloques de vidrio estaban colocados en la parte superior de la campana, lo que iluminaba nuestra estancia mientras estaba bajo agua, más o menos como la luz de una puesta del sol.AJB 193.4

    Bajé con el buzo algunas veces, con el propósito de determinar más correctamente cómo podía hacerse el trabajo. La campana estaba provista con cables para cambiar su posición cuando estaban en el fondo, y una especie de canasta para poner las piedras. Era luego alzada desde la cubierta, y nosotros nos metíamos por debajo hasta nuestros asientos, a más o menos un metro veinte [cuatro pies] de la base. Cuando la campana era bajada con el aparejo y llegaba al agua, y comenzaba a desplazarse el aire excepto lo que quedaba adentro donde estábamos nosotros, producía una sensación de estremecimiento, y un sonido de crujido peculiar en nuestras cabezas, más específicamente en nuestros oídos, causando un movimiento involuntario de los dedos, para dejar entrar más aire a los oídos, y aliviarnos de la sensación dolorosa que seguía por un poco de tiempo mientras estábamos bajo el agua.AJB 193.5

    Después que la campana llegaba al fondo, podíamos telegrafiar para que nos movieran en cualquier dirección dentro de un pequeño círculo. Cuando el buzo cargaba la canasta con rocas y piedras, por medio de su instrumento de hierro, se hacía saber a los que estaban en cubierta, tirando una de las cuerdas, y ésta luego era izada y vaciada. Por medio de una soga atada a la parte inferior de la canasta, el buzo la volvía a tirar hacia adentro, y así seguía haciendo su arriesgado trabajo hasta que amonestado por su vida, tiraba del cordel telegráfico, y era izado para buscar una nueva provisión del aire gratuito de Dios.AJB 194.1

    Mientras estábamos en el fondo del mar, podíamos saber muy rápidamente cuándo la marea entraba o salía, por su movimiento sobre las ostras y las piedras, que podíamos ver tan claramente como en un arroyito. No importa cuán profunda fuera el agua, su movimiento de flujo y reflujo mueve todo el cuerpo de agua por igual de arriba abajo. Donde la marea se mueve con su flujo y reflujo, los vastos cuerpos de agua y las aguas del puerto están en constante movimiento de corriente, de arriba hasta abajo. Pero esto es solo mientras ocurre el cambio de la marea. Y dos veces cada veinticuatro horas una nueva corriente de agua entra en los puertos desde el padre océano, añadiendo frescas fuentes saludables de acción para los peces que nadan, y las ostras estacionarias, y las que están enterradas debajo de la arena en la marca de la marea más baja, todo para el beneficio del hombre, y en especial de los pobres que viven cerca de la orilla del mar.AJB 194.2

    Por la perseverancia en nuestro nuevo trabajo, de recoger rocas y piedras del fondo del mar, el canal para los barcos quedó libre a tiempo para que yo pudiera, con mi esposa, estar presente en la apertura de la primera Conferencia sobre el segundo advenimiento en el mundo, para nuestra gratificación y placer. El Hno. Miller, Dios sabe por qué, enfermó repentinamente por ese tiempo, y no pudo dejar su casa en Low Hampton, Nueva York, para asistir a la Conferencia, lo que fue un chasco para muchos.AJB 194.3

    Después de la gran Conferencia, mencionada en otra parte de este capítulo, se requirió la predicación del segundo advenimiento en muchos lugares. En marzo de 1841, el Hno Miller comenzó una serie de conferencias en la capilla de la calle Washington, en Fairhaven, Massachusetts. Yo pensé que si podía conseguirlo a él para que predicara sobre la segunda venida de Cristo a mis amigos y vecinos, con gusto daría mi asiento en la capilla a otros, si estuviera repleta. Yo había estado leyendo sus conferencias y suponía que comprendía la mayor parte de lo que predicaría. Pero después de escuchar su primera conferencia, sentí que no se me podía negar el privilegio de oír toda la serie, porque su predicación era profundamente interesante, y muy adelantada a sus conferencias escritas.AJB 194.4

    La capilla estaba tan repleta que una gran porción de la gente no pudo sentarse, y no obstante, todo estaba tranquilo y silencioso como la noche. Parecía como si la gente estuviera captando lo que se decía como individuos. Yo creo que así fue. Pasando entre la gente al día siguiente después de la conferencia, uno escuchaba a otro preguntando a su vecino: “¿Estuvo anoche en la reunión?” “Sí”. “¿Oyó alguna vez predicar de ese modo?” “No”. “¿Qué piensa usted de su doctrina?”, etc., etc. Muchos buscaron al Sr. Miller para conversar con él en relación con la doctrina que él enseñaba, y parecían altamente agradecidos con su pronta y precisa cita de las Escrituras en respuesta. Los pastores Himes y Cole lo acompañaron a Fairhaven. Su semana de actividades con nosotros pareció obrar un cambio muy evidente entre la gente.AJB 195.1

    Su próxima serie de conferencias comenzó la semana siguiente, en la capilla Cristiana del Norte, en la ciudad de New Bedford, distante unos tres kilómetros [dos millas. Se estimó que aquí él tuvo mil quinientos oyentes, el número de personas que la capilla podía acomodar a la vez. Una gran porción de la aristocracia y los ministros asistió. Ninguna excitación religiosa tal se había oído alguna vez aquí. El interés parecía profundo y bien extendido. Al final de la última reunión, el Hno. Miller se dirigió afectuosamente a los ministros, y los exhortó a ser fieles y responsables en su obra, y dijo: “Yo les he predicado a su gente acerca de la pronta venida de nuestro Señor Jesucristo según lo entiendo, de las Escrituras”, y añadió que, si ellos creían que él estaba en lo correcto, era de la mayor importancia que ellos lo enseñaran a sus respectivas congregaciones. Pero si él estaba equivocado, deseaba que lo corrigieran, y expresó un fuerte deseo de encontrarse con ellos antes de dejar el lugar, y examinar el tema con ellos. El ministro bautista propuso el salón parroquial de su iglesia, en la calle William, a las nueve de la mañana siguiente.AJB 195.2

    En ese tiempo yo no era ministro, pero tenía un fuerte deseo de asistir a esta reunión, para aprender cómo los ministros recibían la doctrina de la segunda venida. Por pedido, a una cantidad de miembros laicos, incluyéndome a mí, se nos permitió asistir. Cuando comenzó la reunión en la mañana, conté 22 ministros presentes, provenientes de la ciudad y las áreas cercanas, y unos cuarenta miembros laicos. Después que la reunión se organizó, el Hno. Miller propuso que comenzaran con la profecía de Daniel, y solicitó al lector de las Escrituras que comenzara con el segundo capítulo. Ocasionalmente, el Hno. Miller pedía al lector que se detuviera, y luego les preguntaba a los ministros cómo entendían lo que se acababa de leer. Al principio se miraban unos a otros en silencio, aparentemente no dispuestos a exponer su ignorancia en este asunto, o para ver quién respondería. Después de algunos momentos, uno de los ministros eruditos replicó: “Creemos como usted, señor”. “Bien”, dijo el Hno. Miller, “si todos están de acuerdo sobre este punto, seguiré”. Nadie más dijo nada. El lector siguió hasta otra pregunta. Todo era silencio otra vez hasta que el mismo ministro erudito respondió: “Nosotros creemos esto como usted, señor”. Y así profesaron creer con él hasta el fin del capítulo. Era realmente animador el ver cómo todos estos ministros de diversas denominaciones estaban admitiendo y creyendo en la doctrina del segundo advenimiento. Luego comenzaron con el capítulo 7, y siguieron en armonía con el Hno. Miller, hasta que surgió una objeción respecto del cuerno pequeño del cuarto reino. El lector de las Escrituras, que planteó la objeción, dijo que quería un poco más de tiempo para considerar esto, y deseaba saber si la reunión no podía ser interrumpida hasta el día siguiente. Se hizo una propuesta para postergar la reunión, y fue aprobada.AJB 195.3

    A la mañana siguiente se reanudó la reunión, cuando el lector de las Escrituras introdujo su comentario, e intentó probar con ello que Antíoco Epífanes, uno de los reyes que había gobernado en el reino de Siria, era el cuerno pequeño del cuarto reino. La afirmación del Hno. Miller de que no podía ser así, sino que el cuerpo pequeño era Roma, no lo satisfizo. Aquí la reunión concluyó sin más esfuerzos de parte de ellos. Desde ese momento el tema del cuerno pequeño de Daniel 7 y 8, ha sido totalmente criticado, y se ha establecido que Roma es el poder en cuestión.AJB 196.1

    Dice el Pr. J. N. Andrews sobre este tema:AJB 196.2

    “De las muchas razones que podrían añadirse a las de arriba, señalamos solo una. Este poder debía levantarse contra el Príncipe de los príncipes. Versículo 25. Antíoco murió 164 años antes del nacimiento de nuestro Señor. Está claro que el sujeto de esta profecía es otro poder.AJB 196.3

    Para evitar la aplicación de esta profecía al poder romano, pagano y papal, los papistas lo han desviado de Roma a Antíoco Epífanes, un rey sirio, que no pudo resistir los mandatos de Roma. Ver las notas de la Biblia de Douay (romana) sobre Daniel 7, 8 y 9. Los papistas hacen esta aplicación para salvar a su iglesia de cualquier parte en el cumplimiento de la profecía; y en esto han sido seguidos por la masa de los opositores a la fe adventista”.AJB 196.4

    Ver también “Prophecy of Daniel and Twenty-three Hundred Days”, pp. 30-33.AJB 197.1

    Para pruebas adicionales de que Roma era el poder, y que nuestro Señor y Salvador era el Príncipe contra el cual se levantó ese poder, como indicaba la profecía, ver Hechos 3:15; 5:31; 4:26, 27.AJB 197.2

    Entre las muchas preguntas con referencia al segundo advenimiento del Salvador, le preguntaron al Hno. Miller: “¿Cómo puede toda la raza humana estar sobre la tierra al mismo tiempo, como se menciona en Apocalipsis 20, en el juicio final?”AJB 197.3

    RESP. “Concedamos 800.000.000 [personas] por cada treinta años en seis mil años, y nos dará 160.000.000.000. Concedamos 50 millones de millas cuadradas [130 millones de kilómetros cuadrados] para la tierra, lo que equivaldría a cinco trillones ciento veinte mil millones de “rods” cuadrados [202 mil millones de kilómetros cuadrados]. Esto dividido entre los 160.000.000.000 de personas, nos daría treinta y dos rods cuadrados [ochocientos nueve metros cuadrados] por persona sobre la tierra”.AJB 197.4

    La segunda Conferencia sobre el segundo advenimiento se realizó en la ciudad de Lowell, Massachusetts, del 15 al 17 de junio de 1841. En esta reunión estuvo presente el Hno. Josiah Litch, de Boston, Massachusetts. El Hno. L., en el año 1838 publicó su exposición del noveno capítulo del Apocalipsis, prediciendo la caída del imperio Otomano, al final del período profético, “la hora, día, mes y año”, que expirarían el 11 de agosto de 1840, cuando el sexto ángel dejara de hacer sonar su trompeta, y había pasado el segundo ay. Habiendo obtenido los informes oficiales de la revolución que en ese entonces había terminado en el imperio Otomano, él vino a esta reunión preparado para probar la realización de su predicción, a la que decenas de miles de personas habían esperado con intensa ansiedad. La masa de evidencia en los informes oficiales conectados con la profecía de su interesante discurso, probó que la supremacía otomana cesó el 11 de agosto de 1840. “El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto”. Esto maravillosamente despertó al pueblo de Dios y dio un poderoso impulso al movimiento del advenimiento.AJB 197.5

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