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    4. El verbo se hizo carne

    Discurso del 31 de octubre de 1895, Reunión de Armadale The Bible Echo, 6 y 13 de enero de 1896

    “En el principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.” Hay otra versión que dice: “El Verbo llegó a ser carne”.EPE 67.1

    El tema de la redención será la ciencia y el canto de las edades eternas, y bien puede ocupar nuestras mentes durante nuestra breve estadía aquí. No hay porción de este gran tema que demande tanto de nuestras mentes a fin de apreciarlo en cualquier grado, como el tema que estudiaremos esta noche: “El Verbo llegó a ser carne, y habitó entre nosotros”. Por medio de él, las cosas llegaron a ser; ahora él mismo llegó a ser. Él que tuvo toda la gloria con su Padre, ahora pone a un lado su gloria y se hace carne. Deja a un lado su modo divino de existencia, y toma el modo humano de existencia, y Dios llega a manifestarse en la carne. Esta verdad es el fundamento mismo de toda verdad.EPE 67.2

    Una verdad útil.

    Y que Jesucristo se hiciera carne, que Dios se manifestara en la carne: es una de las verdades más útiles, una de las verdades más instructivas, la verdad sobre todas las verdades, en la que la humanidad debería gozarse.EPE 67.3

    Deseo esta noche estudiar este tema para nuestro beneficio personal y presente. Exijamos nuestras mentes al máximo, porque comprender que el Verbo (o la Palabra) llegó a ser carne y habitó entre nosotros, demanda todos nuestros poderes mentales. Consideremos primero, qué clase de carne; porque este es el fundamento mismo de este tema en lo que se refiere a nosotros personalmente. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siento tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:14-18). Para que, por medio de la muerte, siendo hecho sujeto la muerte, tomando sobre sí la carne de pecado, él pudiera, por su muerte, destruir al que tenía el poder de la muerte.EPE 67.4

    “Realmente no tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles; sino tomó la descendencia de Abrahán”. En el margen dice: “No se aferra a los ángeles, sino a la simiente de Abrahán”, y otra versión dice, “No ayuda a ángeles”. Vemos la razón en el versículo siguiente: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere”. “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: ‘Y a los descendientes’, como si hablara de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Ahora realmente, ayuda a la simiente de Abrahán llegando él mismo a ser simiente de Abrahán. Dios, enviando a su propio Hijo en semejanza de carne pecaminosa, y por el pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se revelase en nosotros, que no andamos según la carne sino según el Espíritu.EPE 68.1

    Así que ven que la Escritura dice claramente que Jesucristo tuvo exactamente la misma carne que tenemos nosotros, carne de pecado, carne en la cual nosotros pecamos, carne, sin embargo, en la que él no pecó, pero cargó nuestros pecados en esa carne de pecado. No pongan a un lado este punto. No importa de qué modo lo hayan considerado en lo pasado, mírenlo ahora como está en la palabra; y cuanto más lo miren de ese modo, tanto más razón tendrán de agradecer a Dios de que es así.EPE 68.2

    El pecado de Adán es representativo.

    ¿Cuál era la situación? Adán había pecado, y siendo Adán la cabeza de la familia humana, su pecado fue un pecado representativo. Dios hizo a Adán a su propia imagen, pero por el pecado perdió esa imagen. Entonces él engendró hijos e hijas, pero él los engendró a su imagen, no a la de Dios. Y así hemos descendido en la línea, pero todos a su imagen.EPE 69.1

    Durante cuatro mil años siguió esto, y entonces vino Jesucristo, de carne y en la carne, nacido de mujer, hecho bajo la ley; nacido del Espíritu, pero en la carne. ¿Y qué carne podía tomar sino la carne de su tiempo? No solo eso, sino que era precisamente esta carne la que había decidido tomar; porque, ustedes ven, el problema era ayudar al hombre a salir de la dificultad en la que había caído, y el hombre es un agente moral libre. Debe ser ayudado como un agente moral libre. La obra de Cristo debía ser, no destruirlo, no crear una raza nueva, sino re-crear al hombre, restaurar en él la imagen de Dios. “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos” (Hebreos 2:9).EPE 69.2

    Una raza arruinada, impotente.

    Dios hizo al hombre un poco menor que los ángeles, pero el hombre cayó mucho más bajo por su pecado. Ahora está muy lejos, separado de Dios; pero él ha de ser traído de vuelta. Jesucristo vino para hacer esa obra; y a fin de hacerla, vino, no donde estaba el hombre antes de su caída, sino donde estaba después que cayó. Esta es la lección de la escalera de Jacob. Descansaba sobre la tierra donde estaba Jacob, pero la parte más alta alcanzaba hasta el cielo. Cuando Cristo viene a ayudar a un hombre para salir del pozo, no viene hasta el borde y mira, y le dice: Ven acá arriba, y te ayudaré. Si el hombre pudiera ayudarse hasta el punto desde donde había caído, podría hacer todo el resto. Si se pudiera ayudar un paso, podría avanzar el resto del camino; pero precisamente porque el hombre está totalmente arruinado débil, herido y hecho pedazos, de hecho, perfectamente impotente, que viene Jesucristo hasta abajo, donde él está y lo encuentra allí. Toma su carne y llega a ser un hermano para él. Jesucristo es un hermano para nosotros en la carne: nació en la familia.EPE 69.3

    “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Él tenía solo un Hijo, y lo entregó. ¿Y a quién lo dio? “Un niño nos ha nacido,EPE 70.1

    Un hijo nos ha sido dado”.

    (Isaías 9:6). El pecado hizo un cambio aun en el cielo; porque Jesucristo, por causa del pecado, ha tomado sobre sí la humanidad, y hoy viste esa humanidad, y lo hará por toda la eternidad. Jesucristo llegó a ser el Hijo del hombre así como el Hijo de Dios. Nació en nuestra familia. No vino como un ser angélico, sino nació en la familia, y creció en ella; fue un niño, un jovencito, un joven, un hombre en la plenitud de la vida, en nuestra familia. Él es el Hijo del hombre, emparentado con nosotros, cargando la carne que nosotros cargamos.

    Adán era el representante de la familia; por lo tanto, su pecado era un pecado representativo. Cuando vino Jesucristo, vino para tomar el lugar en el que Adán había fallado. “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente’; el postrer Adán, espíritu que da vida” (1 Corintios 15:45). El segundo Adán es el hombre Cristo Jesús, y él descendió para unir a la familia humana con la familia divina. Se habla de Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien se nombra toda la familia en los cielos y en la tierra. Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, vino a esta parte de la familia, para que pudiera ganarnos de vuelta, para que pudiera haber unaEPE 70.2

    Familia reunida en el Reino de Dios.

    Él vino y tomó la carne de pecado que esta familia había cargado sobre sí por el pecado, y obró la salvación para ellos, condenando el pecado en la carne.EPE 70.3

    Adán fracasó en su lugar, y por la ofensa de un hombre muchos fueron hechos pecadores. Jesucristo se dio, no solo por nosotros, sino a nosotros, uniéndose a la familia, a fin de que pudiera tomar el lugar del primer Adán, y como jefe de la familia recuperar lo que había perdido el primer Adán. La justicia de Jesucristo es una justicia representativa, así como el pecado de Adán fue un pecado representativo, y Jesucristo, como el segundo Adán, reunió a sí mismo la familia entera.EPE 70.4

    Pero desde que el primer Adán tomó su lugar, ha habido un cambio, y la humanidad es una humanidad pecaminosa. El poder de la justicia se ha perdido. Para redimir al hombre del lugar al que había caído, Jesucristo viene, y toma la misma carne que ahora carga la humanidad; viene en carne pecaminosa, y toma el caso donde Adán trató y fracasó. Él llegó a ser, no un hombre, sino se hizo carne; llegó a ser humano, y atrajo a toda la humanidad a sí mismo, la abrazó en su propia mente infinita, y tomó su lugar como representante de toda la familia humana.EPE 71.1

    Adán fue tentado en el mismo principio sobre una cuestión de apetito. Cristo vino, y después de un ayuno de cuarenta días, el diablo lo tentó a usar su poder divino para alimentarse. Y noten, fue tentado en carne pecaminosa, no en la carne en la cual cayó Adán. Esta es una verdad maravillosa, pero estoy enormemente contento de que es así. Procede de inmediato que, por nacimiento, al haber nacido en la misma familia, Jesucristo es mi hermano en la carne, “por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11). Él vino para integrarse a la familia, identificándose con la familia, y es a la vez el padre de la familia y el hermano de la familia. Como padre de la familia, él representa a la familia. Vino para redimir la familia, condenando el pecado en la carne, uniendo la divinidad con la carne de pecado. Jesucristo hizo la conexión entre Dios y el hombre, para que el espíritu divino descanse sobre la humanidad. Él abrió el camino para la humanidad.EPE 71.2

    Él cargó nuestros dolores.

    Y él vino bien cerca de nosotros. No está ni a un paso de alguno de nosotros. Él “se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Ahora es hecho en semejanza de hombre, y al mismo tiempo él mantiene su divinidad; él es el divino Hijo de Dios. Y así, por su divinidad que se une a la humanidad, restaurará al hombre a la semejanza de Dios. Jesucristo, al ocupar el lugar de Adán, tomó nuestra carne. Él tomó nuestro lugar completamente, a fin de que pudiéramos tomar su lugar. Tomó nuestro lugar con todas sus consecuencias, y eso significaba la muerte, a fin de que pudiéramos tomar su lugar con todas sus consecuencias, y eso es vida eterna. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Él no era pecador; pero él invitó a Dios a tratarlo como si fuera un pecador, a fin de que nosotros, que éramos pecadores, pudiéramos ser tratados como si fuéramos justos. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios!” (Isaías 53:4). Las tristezas que él cargó fueron las nuestras, y es literalmente cierto que él se identificó con nuestra naturaleza humana como para cargar todas las enfermedades y todos los dolores de toda la familia humana. “Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados”. Lo que lo lastimaba a él, nos sanaba a nosotros, y él fue herido a fin de que nosotros seamos sanados. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Y entonces él murió porque sobre él se cargaron las iniquidades de todos nosotros. No había pecado en él, pero los pecados de todo el mundo fueron puestos sobre él. He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado de todo el mundo. “Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2).EPE 71.3

    El precio pagado por cada alma.

    Quiero que sus mentes capten la verdad de que, no importa si un hombre se arrepiente o no, Cristo cargó sus dolores, sus pecados, sus enfermedades, y lo invita a ponerlos sobre él. Si cada pecador en este mundo se arrepintiera con toda su alma y se volviera a Cristo, el precio ya ha sido pagado. Jesús no esperó que nos arrepintamos antes de morir por nosotros. “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” [Romanos 5:8]. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” [1 Juan 4:10]. Cristo murió en favor de cada alma aquí; él ha cargado sus dolores y enfermedades; sencillamente nos pide que los pongamos sobre él, y le permitamos cargarlos.EPE 72.1

    Cristo, nuestra justicia.

    Además, cada uno de nosotros fue representado en Jesucristo cuando el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros. Todos estuvimos allí en Jesucristo. Todos fuimos representados en Adán según la carne; y cuando Cristo vino como el segundo Adán, él se puso en el lugar del primer Adán, y de ese modo todos estamos representados en él. Él nos invita a entrar en la familia espiritual. Él ha formado esta familia nueva, de la cual él es la cabeza. Él es el hombre nuevo. En él tenemos la unión de lo divino y lo humano.EPE 73.1

    En esa familia nueva, cada uno de nosotros está representado. “Y por decirlo así, en Abrahán pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos, porque aún estaba en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro” [Hebreos 7:9, 10]. Cuando Melquisedec salió al encuentro de Abrahán que volvía de los despojos, Abrahán le dio los diezmos de todo. Leví todavía estaba en las entrañas de su padre Abrahán; pero siendo que él era un descendiente de Abrahán, lo que hizo Abrahán, dice la Escritura que Leví lo hizo en Abrahán. Leví descendió de Abrahán según la carne. Él no había nacido cuando Abrahán pagó los diezmos; pero siendo que Abrahán pagó el diezmo, él también lo pagó. Así es exactamente en la familia espiritual. Lo que Cristo hizo como cabeza de esta familia nueva, nosotros lo hicimos en él. Él era nuestro representante; él llegó a ser carne; él llegó a ser nosotros. Él no llegó a ser sencillamente un hombre, sino que se hizo carne, y cada uno que habría de nacer en su familia estuvo representado en Jesucristo cuando vivió aquí en la carne. Vean, entonces, que todo lo que hizo Cristo, cada uno que se conecta con esta familia, recibe el crédito como haciéndolo en Cristo. Cristo no fue un representante externo al hombre, desconectado de él; sino que como Leví pagó el diezmo en Abrahán, cada uno que más tarde nacería en esta familia espiritual, hizo lo que Cristo hizo.EPE 73.2

    El nuevo nacimiento.

    Vean lo que significa esto con referencia al sufrimiento vicario. No es que Jesucristo vino de afuera, y simplemente se puso en nuestro lugar como un extraño; sino que al unirse con nosotros por el nacimiento, toda la humanidad fue reunida en la cabeza divina, Jesucristo. Él sufrió sobre la cruz. Entonces fue toda la familia en Jesucristo la que fue crucificada. “El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron” (2 Corintios 5.14). Lo que queremos en nuestra experiencia es incorporar el hecho de que todos morimos en él. Pero, aunque es cierto que Jesucristo pagó el precio total, cargó cada dolor, era la humanidad misma, también es cierto que ningún hombre recibe el beneficio de eso excepto que él reciba a Cristo, excepto que nazca de nuevo. Solo los que así nacieron dos veces pueden entrar en el reino de Dios. Lo que nacieron de la carne, deben nacer de nuevo, nacer del Espíritu, a fin de que lo que Jesucristo hizo en la carne, podamos aprovecharlo, para que realmente estemos en él.EPE 73.3

    La obra de Cristo es otorgarnos el carácter de Dios; y entretanto, Dios mira a Cristo y su carácter perfecto en vez de mirar nuestros caracteres pecaminosos. En el mismo momento en que nos vaciamos del yo y creemos en Jesucristo y lo recibimos como nuestro Salvador personal, Dios lo mira a él como en efecto nuestro representante personal. Entonces no nos ve a nosotros y todo nuestro pecado; sino que ve a Cristo.EPE 74.1

    Nuestro representante en los atrios celestiales.

    “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Hay ahora en el cielo un hombre, —el hombre Cristo Jesús—, que lleva nuestra naturaleza humana; pero ya no es más una carne de pecado; es glorificada. Habiendo venido aquí y vivido en una carne de pecado, él murió; y en lo que él murió, murió al pecado; y en lo que él vive, lo vive para Dios. Cuando él murió, se liberó de la carne de pecado, y fue resucitado glorificado. Jesucristo vino aquí como nuestro representante, recorrió el camino al cielo en la familia, murió al pecado, y resucitó glorificado. Vivió como el Hijo del hombre, creció como el Hijo del hombre, ascendió como el Hijo del hombre, y hoy, Jesucristo, nuestro propio representante, nuestro propio hermano, el hombre Cristo Jesús, está en el cielo, viviendo para interceder por nosotros.EPE 74.2

    Él ha pasado por cada una de nuestras experiencias. ¿No sabe él qué significa la cruz? Él fue al cielo vía la cruz, y dice: “Vengan”. Eso es lo que Cristo ha hecho al hacerse carne. Nuestras mentes humanas quedan pasmadas ante el problema. ¿Cómo podremos expresar en lenguaje humano lo que hizo por nosotros, cuando “el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”? ¿Cómo expresaremos lo que Dios nos ha dado? Cuando dio a su Hijo, dio el don más precioso del cielo, y lo dio para nunca retomarlo otra vez. Por toda la eternidad el Hijo del hombre llevará en su cuerpo las marcas que le hizo el pecado; para siempre él será Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Hermano Mayor. Esto es lo que Dios ha hecho al darnos a su Hijo.EPE 74.3

    Cristo identificado con nosotros.

    Esta unión de lo divino y lo humano ha traído a Cristo muy cerca de nosotros. No hay ninguno que esté tan bajo que Cristo no pueda estar allí con él. Él se identificó completamente con esta familia humana. En el juicio, cuando se asignen las recompensas y los castigos, él dice: “En cuanto lo hicisteis uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” [Mateo 25:40]. Cristo considera a cada uno en la familia humana como suyo. Cuando la humanidad sufre, él sufre. Él es humanidad, él se ha unido a esta familia. Él es nuestra cabeza; y cuando en cualquier parte del cuerpo se siente un suspiro de dolor, la cabeza siente ese suspiro de dolor. Él se ha unido con nosotros, uniéndonos así con Dios; porque leemos en Mateo: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel (que significa: ‘Dios con nosotros’)” (cap. 1:23).EPE 75.1

    Unidad en Cristo.

    Jesucristo se unió así con la familia humana, para que él pudiera estar con nosotros al estar en nosotros, así como Dios estaba con él por estar en él. El mismo propósito de su obra era que pudiera estar en nosotros, y que, como él representaba al Padre, así sus hijos, el Padre y el Hermano Mayor pudieran estar unidos en él.EPE 75.2

    Veamos cuál fue su pensamiento en su última oración: “Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, pues me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún”. Y las últimas palabras de su oración fueron: “Para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos” (Juan 17:21-26). Y mientras ascendía, sus palabras de despedida a sus discípulos fueron: “Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Al estar en nosotros, siempre está con nosotros, y para que esto pudiera ser posible, para que él pudiera estar en nosotros, él vino y tomó nuestra carne.EPE 75.3

    Esta es también la manera en la que la santidad de Jesús opera. Él tenía una santidad que lo capacitaba para venir y morar en la carne pecaminosa, y glorificar la carne pecaminosa por su presencia en ella: y esto es lo que hizo, de modo que cuando resucitó de los muertos, él fue glorificado. Su propósito era que, habiendo purificado la carne pecaminosa por su presencia que moraba en ella, pudiera ahora venir y purificar la carne pecaminosa en nosotros, y glorificar la carne pecaminosa en nosotros. “Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:21). “A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).EPE 76.1

    La elección de gracia.

    Permítanme decir que en esta idea está encerrado todo el problema de la predestinación. Hay una predestinación; es una predestinación del carácter. Hay una elección; es una elección del carácter. Todo aquel que cree en Jesucristo es elegido, y todo el poder de Dios está detrás de esa elección, para que él lleve la imagen de Dios. Llevando esa imagen, está predestinado para toda la eternidad en el reino de Cristo; pero todo aquel que no lleva la imagen de Dios está predestinado a la muerte. Es una predestinación de Dios en Cristo Jesús. Cristo provee el carácter, y lo ofrece a todo aquel que quiera creer en él.EPE 76.2

    El corazón y la vida del cristianismo.

    Entremos ahora en la experiencia que Dios ha dado a Jesucristo para que more en nuestra carne pecaminosa, para lograr en nuestra carne pecaminosa lo que él logró cuando estuvo aquí. Él vino y vivió aquí para que nosotros pudiéramos reflejar la imagen de Dios. Este es el corazón mismo del cristianismo. Cualquier cosa contraria a ello no es cristianismo. “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced al Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios” (1 Juan 4:1-3). Ahora eso no puede referirse solamente a reconocer que Jesucristo estuvo aquí y vivió en la carne. Los demonios reconocen tal cosa. Ellos supieron que Cristo había venido en la carne. La fe que viene por el Espíritu de Dios dice: “Jesucristo ha venido en mi carne; él habita en mi carne; yo lo he recibido”. Ese es el corazón y la vida del cristianismo.EPE 77.1

    La dificultad con el cristianismo de hoy es que Cristo no habita en los corazones de aquellos que profesan su nombre. Él es uno de afuera, uno que se mira a la distancia, como un ejemplo. Pero él es más que un ejemplo para nosotros. Él nos hizo saber cuál es el ideal de Dios para la humanidad, y luego vino y lo desarrolló delante de nosotros, para que podamos ver qué es ser a la imagen de Dios. Entonces murió, y ascendió a su Padre, enviándonos su Espíritu, su propio representante, para vivir en nosotros, para que la vida que él vivió en la carne podamos vivirla nosotros también. Esto es cristianismo.EPE 77.2

    Cristo debe habitar en el corazón.

    No es suficiente hablar de Cristo y de la belleza de su carácter. El cristianismo sin que Cristo more en el corazón, no es cristianismo genuino. Sólo es un cristiano genuino el que tiene a Cristo morando en su corazón, y nosotros podemos vivir la vida de Cristo sólo cuando lo tenemos morando en nosotros. Él quiere que nos aferremos de la vida y el poder del cristianismo. No queden ustedes satisfechos con ninguna otra cosa. No presten atención a ninguno que los conduzca por cualquier otro sendero. “Cristo en vosotros, esperanza de gloria” [Colosenses 1:27], su poder, su presencia morando en el interior, eso es cristianismo. Esto es lo que necesitamos hoy; y estoy agradecido de que hay corazones que anhelan esa experiencia, y que la reconocerán cuando llegue. No hace ninguna diferencia cuál haya sido su nombre o denominación. Reconozca a Jesucristo, y permítale morar en usted. Al avanzar donde él lo conduzca, conoceremos qué es una experiencia cristiana, y qué es morar en la luz de su presencia. Les digo que esta es una verdad maravillosa. El lenguaje humano no puede expresar mejor en el pensamiento o el lenguaje humano que lo que se dice en estas palabras: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. Esta es nuestra salvación.EPE 77.3

    El propósito de estas afirmaciones no es meramente establecer una línea de pensamiento. Es traer vida nueva a nuestra alma, y abrir nuestras ideas de la palabra de Dios y del don de Dios, para que podamos ser capaces de captar su amor por nosotros. Lo necesitamos. Nada menos que eso enfrentará lo que tenemos que enfrentar: el mundo, la carne, y al diablo. Pero él que está por nosotros es mucho más poderoso que el que está contra nosotros. Tengamos en nuestras vidas diarias a Jesucristo, “el Verbo” que “se hizo carne”.EPE 78.1

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