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El Gran Movimiento Adventista

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    Una provisión inesperada

    Después que el capitán Batres hubiera continuado su trabajo por una media hora, le vino la impresión de ir al correo, ya que habría una carta para él. Fue, y efectivamente, había una carta. En aquellos días, el franqueo de las cartas era cinco centavos, y pagarlo de antemano era opcional. El autor de la carta por alguna razón no la había franqueado. Y aquí otra vez, el capitán Bates fue humillado, ya que tuvo que decirle al jefe del correo, el Sr. Drew, a quien conocía bien, que no podía pagar el franqueo, ya que no tenía dinero; pero, le dijo: “¿Quisiera permitirme ver de quién viene?” “Llévela”, dijo el jefe, “y págueme en otro momento”. “No”, dijo el capitán, “no sacaré la carta de la oficina hasta que el franqueo esté pagado”. Mientras tenía la carta en la mano, dijo: “Tengo la impresión de que hay dinero en esta carta”, y devolviéndola al jefe le pidió: “¿Podría, por favor, abrirla? Si hay dinero adentro puede cobrarse el franqueo; si no, no la leeré”. El jefe de correo hizo lo pedido, y ¡he aquí!, contenía un billete de diez dólares. Al leer la carta, descubrió que era de una persona que dijo que el Señor había impresionado su mente de que el pastor Bates necesitaba dinero, así que se lo enviaba apresuradamente, y en el apuro probablemente olvidó pagar el franqueo.GMA 206.2

    Después de pagar el franqueo, fue a una tienda de provisiones, compró un barril de harina por cuatro dólares, además, papas, azúcar, y otros artículos necesarios. Cuando dio la indicación de dónde debían entregar la mercadería, dijo: “Probablemente la mujer dirá que se equivocaron de dirección, pero no presten atención a lo que diga; descarguen las cosas en el portal delantero”.GMA 207.1

    Luego fue a la imprenta e hizo los arreglos para publicar mil ejemplares de un tratado de unas cien páginas, con el entendimiento de que cuando se le entregaran los originales, los impresores habían de hacer la tipografía tan rápidamente como fuera posible, y le enviaran las pruebas de imprenta. Pagaría por el trabajo tan rápidamente como recibiera el dinero, y no sacaría los libritos del taller hasta que la cuenta estuviera totalmente pagada.GMA 207.2

    El capitán Bates sabía muy bien que nadie le debía dinero, pero sentía que era su deber escribir ese libro, creyendo que Dios impulsaría los corazones para que enviaran el dinero cuando lo necesitara. Después de comprar papel, plumas, etc., dando tiempo para que las provisiones llegaran antes que él, fue hasta la entrada de la callecita que conducía a su casa. Al ver que los artículos estaban allí, entró a la casa por la puerta de atrás, y se sentó otra vez ante su escritorio. La Sra. Bates entró y dijo toda emocionada: “Joseph, ¡mira lo que hay en el portal! ¿De dónde vino todo eso? Un transportista vino aquí y quería descargarlo. Le dije que no correspondía, pero lo descargó”. “Bien”, dijo el Capitán Bates, “supongo que todo está bien”. “Pero”, dijo la Sra. Bates, “¿de dónde salió eso?” “Bueno”, dijo el Capitán, “el Señor lo envió”. “Sí”, dijo la Sra. Bates, “el Señor lo envió; es lo que dices siempre”. Él entonces le pasó la carta a su esposa diciendo: “Lee esto, y sabrás de dónde vino”. Ella la leyó, y otra vez salió para llorar, pero era de un carácter diferente esta vez; y al regresar, humildemente le pidió perdón por su falta de fe.GMA 207.3

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