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Conducción del Niño

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    Capítulo 59—La enseñanza de oficios útiles

    Cada niño debiera aprender algún oficio—El descuido de los padres al no proporcionar empleo a los niños de los que se han responsabilizado por traerlos al mundo, ha resultado en incontables males, ya que ha puesto en peligro la vida de muchos jóvenes y ha dañado grandemente su utilidad. Es un gran error permitir que los jóvenes crezcan sin aprender algún oficio.—Manuscrito 121, 1901.CN 333.1

    Desde la columna de nube, Jesús dio instrucciones a los hebreos por medio de Moisés de que ellos debían educar a sus hijos para trabajar, que debían enseñarles oficios y que ninguno debía estar ocioso.—Manuscrito 24b, 1894.CN 333.2

    Debierais ayudar a vuestros hijos para que ad-quieran un conocimiento que, si fuera necesario, pudiera servirles para mantenerse con su propio trabajo. Debierais enseñarles a ser decididos en seguir la voz del deber.—The Signs of the Times, 19 de agosto de 1875.CN 333.3

    Enseñese el uso de herramientas—Cuando los niños llegan a una edad adecuada, debiera dárseles herramientas. Si se hace interesante su trabajo, llegarán a ser hábiles en el uso de las herramientas. Si el padre es carpintero, debiera dar a sus hijos lecciones de construcción de casas, usando siempre en sus instrucciones lecciones de la Biblia, las palabras de las Escrituras en las cuales el Señor compara los seres humanos con su edificio.—Manuscrito 45, 1912.CN 333.4

    Prepárense a los muchachos en agricultura—Los padres debieran preparar a sus hijos para que se ocupen con ellos en sus oficios y empleos. Los agricultores no debieran pensar que la agricultura es una ocupación que no es suficientemente elevada para sus hijos. La agricultura debiera progresar mediante el conocimiento científico.CN 333.5

    Se afirma que la agricultura no es provechosa. La gente dice que la tierra no recompensa el trabajo que se invierte en ella, y lamentan la dura suerte de los que labran el terreno. . . . Pero si las personas de habilidad adecuada emprendieran esta clase de trabajo e hicieran un estudio del terreno, y aprendieran a plantar, a cultivar y a recoger la cosecha, se verían resultados más animadores. Muchos dicen: “Hemos probado la agricultura y sabemos lo que son sus resultados”, y sin embargo estos mismos necesitan saber cultivar el terreno y usar de la ciencia en su trabajo. Sus arados debieran producir surcos más profundos y más anchos, y necesitan aprender que por labrar la tierra su personalidad no debe volverse vulgar y áspera. . . . Aprendan a sembrar la semilla en la sazón debida, a prestar atención a la vegetación y seguir el plan que Dios ha ideado.—The Signs of the Times, 13 de agosto de 1896.CN 334.1

    Una preparación de valor resaltante—Ningún ramo de trabajo manual es de más valor que la agricultura. Se debería hacer mayor esfuerzo para crear y alentar el interés en las tareas agrícolas. Llame el maestro la atención hacia lo que la Biblia dice en cuanto a la agricultura: que era el plan de Dios que el hombre labrase la tierra; que al primer hombre, gobernante de todo el mundo, le fue dado un jardín para que lo cultivara y que muchos de los más grandes hombres del mundo, su verdadera nobleza, han sido cultivadores del suelo. . . . El que se gana la vida por medio de la agricultura escapa a muchas tentaciones y goza de innumerables bendi-ciones y privilegios negados a aquellos que trabajan en las grandes ciudades.CN 334.2

    Y en estos días de grandes sindicatos y de competencia comercial pocos hay que gocen de una independencia tan real y de tan grande seguridad de recibir la justa recompensa de su trabajo, como el labrador de la tierra.—La Educación, 214, 215.CN 334.3

    Los productos frescos son de valor especial—Las familias y las instituciones debieran aprender a aprovechar más del cultivo y el mejoramiento de la tierra. Si la gente tan sólo supiera del valor de los productos de la tierra, que ella da a la sazón debida, se harían esfuerzos más diligentes para cultivar el terreno. Todos debieran estar familiarizados con el valor especial de las frutas y verduras frescas de la quinta y la huerta.—Counsels on Diet and Foods, 312.CN 335.1

    Las escuelas debieran dar instrucción en oficios útiles—La educación manual merece más atención de la que se ha prestado. Se deberían establecer escuelas que, además de la cultura mental y moral superior, provean las mejores facilidades posibles para el desarrollo físico y la educación industrial. Se debería enseñar agricultura, industrias—tantos oficios útiles como sea posible—economía doméstica, conocimientos culinarios, costura, confección de ropa higiénica, tratamientos a enfermos y otras cosas parecidas. Se deberían proveer jardines, talleres y salas de tratamientos, y la dirección del trabajo, en todos los ramos, debería estar a cargo de personas entendidas.CN 335.2

    El trabajo debería tener un blanco definido y ser completo. Aunque toda persona necesita conocer diferentes oficios, es indispensable que sea. versada a lo menos en uno. Todo joven al salir de la escuela debe haber adquirido el conocimiento de algún oficio o alguna ocupación con que, si fuera necesario, se pudiese ganar la vida.—La Educación, 214, 215.CN 335.3

    Una preparación de valor doble—Relacionados con las escuelas debe haber establecimientos para la ejecución de ciertas ramas del trabajo, que proporcionen a los alumnos empleo y ejercicio necesario fuera de las horas de estudio. . . . Entonces podrían ellos haber adquirido un conocimiento práctico de los negocios mientras adquirían su educación literaria.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 67.CN 335.4

    El conocimiento práctico es más valioso que el científico—Debiera haber habido maestras experimentadas para dar lecciones de arte culinario a las niñas. Se debiera haber instruido a las jovencitas en corte, confección y remiendo de vestidos, siendo así educadas para los deberes prácticos de la vida.CN 336.1

    Para los jóvenes debiera haber establecimientos donde pudieran aprender diferentes oficios con los que ejercitaran tanto los músculos como las facultades mentales. Si los jóvenes tuvieran que recibir una sola clase de educación, lo que es un asunto de consecuencias importantísimas, y tuvieran que elegir entre un conocimiento de las ciencias con todas las desventajas para la salud y la vida, o un conocimiento del trabajo para la vida práctica, sin vacilar contestaría, elíjase lo último. Si algo debe descuidarse, sea el estudio de los libros.—Testimonies for the Church 3:156.CN 336.2

    Quizá haya quienes han tenido una preparación equivocada y los que tienen ideas erróneas en cuanto a la educación de los niños. Esos niños y jóvenes sienten la falta de una mejor preparación, y vosotros debéis adecuar el trabajo físico junto con el mental: los dos debieran ir juntos.—Manuscrito 19, 1887.CN 336.3

    Jesús fue un ejemplo de laboriosidad feliz—Se requiere mucho más gracia y seria disciplina del carácter para trabajar para Dios como mecánico, comerciante, abogado o agricultor, que práctica los preceptos del cristianismo en los negocios de la vida, que trabajar como misionero profesional en el campo de labor, donde la posición de uno es entendida y la mitad de sus dificultades son obviadas por ese mismo hecho. Se necesitan nervios y músculos espirituales vigorosos para llevar la religión al taller y a la oficina, santificando los detalles de la vida diaria y sujetando cada transacción mundanal a las normas de un cristiano bíblico.CN 336.4

    Jesús, en sus treinta años de reclusión en Nazaret, trabajó arduamente y descansó, comió y durmió, semana tras semana y año tras año, al igual que sus humildes contemporáneos. No llamó la atención a sí mismo como a un personaje notable; sin embargo, era el Redentor del mundo, el Adorado de los ángeles, que cumplía todo el tiempo la obra de su Padre, viviendo una lección que debiera permanecer para que la copiara la humanidad hasta el fin del tiempo.CN 337.1

    Esta lección esencial de laboriosidad feliz en los deberes necesarios de la vida, aunque sean humildes, ha de ser aprendida todavía por la mayor parte de los seguidores de Cristo. Si no hay un ojo humano que critique nuestro trabajo, ni una voz que lo alabe o condene, debiera ser hecho tan bien como si el Ser Infinito estuviera personalmente para inspeccionarnos. Debiéramos ser tan fieles en los detalles menores de nuestras ocupaciones como lo seríamos en los negocios mayores de la vida.—The Health Reformer, octubre de 1876.CN 337.2

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