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Consejos para los Maestros

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    Capítulo 1—El conocimiento esencial

    La educación superior es un conocimiento experimental del plan de la salvación, y se la obtiene por el estudio fervoroso y diligente de las Escrituras. Esta educación renovará la mente y transformará el carácter, restaurando la imagen de Dios en el alma. Fortalecerá la mente contra las engañosas insinuaciones del adversario, y nos habilitará para comprender la voz de Dios. Enseñará al alumno a ser colaborador con Jesucristo, a disipar las tinieblas morales que lo rodean e impartir luz y conocimiento a los hombres. La sencillez de la verdadera piedad es nuestro pasaporte de la escuela preparatoria de la tierra a la escuela superior del cielo.CM 13.1

    No se puede adquirir una educación superior a la que fue dada a los primeros discípulos, la cual nos es revelada por la Palabra de Dios. Adquirir la educación superior significa seguir implícitamente la Palabra, andar en las pisadas de Cristo, practicar sus virtudes. Significa renunciar al egoísmo y dedicar la vida al servicio de Dios. La educación superior exige algo mayor, algo más divino que el conocimiento que se puede obtener solamente de los libros. Significa un conocimiento personal y experimental de Cristo; significa emancipación de las ideas, de los hábitos y prácticas que se adquirieron en la escuela del príncipe de las tinieblas, y que se oponen a la lealtad a Dios. Significa vencer la terquedad, el orgullo, el egoísmo, la ambición mundanal y la incredulidad. Es un mensaje de liberación del pecado.CM 13.2

    Siglo tras siglo, la curiosidad de los hombres los ha inducido a buscar el árbol del conocimiento, y a menudo creen que están arrancándole los frutos más esenciales, cuando en realidad son vanidad y nada, en comparación con la ciencia de la verdadera santidad que les abriría las puertas de la ciudad de Dios. La ambición de los hombres procura un conocimiento que les imparta gloria, supremacía y ensalzamiento propio. Así influyó Satanás en Adán y Eva, hasta que violaron la restricción de Dios, e iniciaron su educación bajo el maestro de mentiras. Adquirieron el conocimiento que Dios les había negado, el de las consecuencias de la transgresión.CM 13.3

    El así llamado árbol del conocimiento, ha llegado a ser un instrumento de muerte. Satanás ha entretejido arteramente sus dogmas, sus teorías falsas, con las instrucciones dadas. Desde el árbol del conocimiento enuncia las adulaciones más halagüeñas respecto de la educación superior. Miles participan del fruto de este árbol, pero significa la muerte para ellos. Cristo dice: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan?”. Isaías 55:2. Estáis dedicando los talentos que os confió el cielo en conseguir una educación que Dios declara insensata.CM 14.1

    En la mente de todo estudiante debe grabarse el pensamiento de que la educación es un fracaso, a menos que el entendimiento haya aprendido a asimilar las verdades de la revelación divina, y a menos que el corazón acepte las enseñanzas del Evangelio de Cristo. El estudiante que en lugar de los amplios principios de la Palabra de Dios acepte ideas comunes, y permita que su atención y tiempo sean absorbidos por asuntos triviales y comunes, verá que su mente se atrofia y debilita. Perderá la facultad de crecer. Debe enseñarse a la mente a comprender las verdades importantes que conciernen a la vida eterna.CM 14.2

    Se me ha instruido que dirija la mente de nuestros estudiantes a planos superiores a los que se considera ahora posible alcanzar. El corazón y la mente deben ser adiestrados para conservar su pureza recibiendo provisiones diarias de la fuente de verdad eterna. La educación adquirida por el estudio de la Palabra de Dios ampliará los límites estrechos de la erudición humana, y presentará ante la mente un conocimiento mucho más profundo: el que se obtiene por una relación vital con Dios. Llevará a todo estudiante que sea hacedor de la palabra a un campo más amplio del pensamiento, y le asegurará una riqueza imperecedera de saber. Sin este conocimiento, es seguro que el hombre perderá la vida eterna; pero poseyéndolo, llegará a ser idóneo compañero de los santos en luz.CM 14.3

    La mente y la mano divinas han conservado puro a través de los siglos el relato de la creación. Únicamente la Palabra de Dios nos presenta los anales auténticos de la creación de nuestro mundo. Esta Palabra ha de constituir el estudio principal en nuestras escuelas. En ella podemos aprender lo que nuestra redención costó al que desde el principio era igual al Padre, y sacrificó su vida para que un pueblo pudiese subsistir ante él, redimido de todo lo terreno, renovado en la imagen de Dios.CM 15.1

    Son ilimitadas las concesiones de Dios en nuestro favor. El trono de la gracia reviste la atracción más elevada, porque lo ocupa Aquel que nos permite llamarle Padre. Pero Jehová no consideró completo el plan de la salvación mientras estaba solamente investido de su amor. Colocó en su altar a un Abogado revestido de su naturaleza. Como nuestro intercesor, el cargo de Cristo consiste en presentarnos a Dios como sus hijos e hijas. Intercede en favor de los que le reciben. Con su propia sangre pagó su rescate. En virtud de sus propios méritos, les da poder para ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su amor infinito hacia Cristo recibiendo como a sus amigos, a los amigos de Cristo y dándoles la bienvenida. Está satisfecho con la expiación hecha. Queda glorificado por la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.CM 15.2

    El cielo considera como de suma importancia la ciencia de la salvación, la ciencia de la verdadera piedad, el conocimiento que ha sido revelado desde la eternidad, que entra en el plan de Dios, que expresa su parecer y que revela su propósito. Si nuestros jóvenes obtienen este conocimiento, podrán adquirir todo lo demás que sea esencial; pero si no lo consiguen, todo el conocimiento que adquieran del mundo no los pondrá en las filas del Señor. Pueden alcanzar todo el conocimiento que puedan dar los libros, y sin embargo, ignorar los primeros principios de aquella justicia que les dará un carácter aprobado por Dios.CM 15.3

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