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Joyas de los Testimonios 2

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    Esposas y madres recargadas

    Una mujer se perjudica a sí misma y a los miembros de su familia gravemente cuando hace el trabajo suyo y el de ellos también; cuando trae la leña y el agua, y aun toma el hacha para cortar la leña, mientras su esposo y sus hijos permanecen sentados alrededor del fuego en agradable reunión social. Dios nunca se propuso que las esposas y madres fuesen esclavas de sus familias. Más de una madre está sobrecargada de cuidados, porque no ha enseñado a sus hijos a participar de las cargas domésticas. Como resultado, ella envejece y muere prematuramente, dejando a sus hijos precisamente cuando más necesitan a una madre que guíe sus pies inexpertos. ¿Quién tiene la culpa?2JT 48.1

    Los esposos deben hacer todo lo que puedan para ahorrar cuidados a la esposa, y mantener alegre su espíritu. Nunca debe fomentarse la ociosidad ni permitirse en los niños, porque pronto viene a ser un hábito. Cuando no se las dedica a ocupaciones útiles, las facultades degeneran o se vuelven activas en obras malas.2JT 48.2

    Lo que Vd. necesita, hermano mío, es ejercicio activo. Cada rasgo de su rostro, cada facultad de su mente lo indica. A Vd. no le gusta el trabajo rudo, ni ganarse el pan con el sudor de su frente. Pero éste es el plan ordenado por Dios en la economía de la vida.2JT 48.3

    Vd. no termina lo que emprende. No se ha disciplinado en la regularidad. El sistema es todo. Haga tan sólo una cosa a la vez, y hágala bien, terminándola antes de empezar el segundo trabajo. Vd. debiera tener horas regulares para levantarse, orar, comer. Muchos malgastan horas de precioso tiempo en cama, porque ello satisface la inclinación natural, y el obrar de otra manera requiere esfuerzo. Una hora desperdiciada por la mañana está perdida, y nunca se ha de recuperar. Dice el sabio: “Pasé junto a la heredad del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y he aquí que por toda ella habían ya crecido espinas, ortigas habían ya cubierto su haz, y su cerca de piedra estaba ya destruída. Y yo miré, y púselo en mi corazón: vilo, y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre de escudo.” Proverbios 24:30-34.2JT 48.4

    Los que aseveran tener la menor medida de piedad deben adornar la doctrina que profesan, y no dar ocasión a que la verdad sea vilipendiada por causa de su conducta inconsiderada. “No debáis a nadie nada,” dice el apóstol. Romanos 13:8. Vd. debe ahora, hermano mío, emprender fervorosamente la corrección de sus costumbres de indolencia, redimiendo el tiempo. Deje ver al mundo que la verdad obró una reforma en su vida.2JT 49.1

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