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Joyas de los Testimonios 1

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    Sostenedores sinceros

    Todo creyente debe ser sincero en su unión con la iglesia. La prosperidad de ella debe ser su primer interés, y a menos que sienta la obligación sagrada de lograr que su relación con la iglesia sea un beneficio para ella con preferencia a sí mismo, la iglesia lo pasará mucho mejor sin él. Está al alcance de todos hacer algo para la causa de Dios. Hay quienes gastan grandes sumas en lujos innecesarios. Complacen sus apetitos, pero creen que es una carga pesada contribuir con recursos para sostener la iglesia. Están dispuestos a recibir todo el beneficio de sus privilegios, pero prefieren dejar a otros pagar las cuentas.1JT 446.2

    Los que realmente sienten un profundo interés por el adelanto de la causa, no vacilarán en invertir dinero en la empresa, cuando y dondequiera que sea necesario. También deben considerar como deber solemne ejemplificar en su carácter las enseñanzas de Cristo, estando en paz uno con otro y actuando en perfecta armonía, como un todo indiviso. Deben someter su criterio individual al juicio del cuerpo de la iglesia. Muchos viven solamente para sí. Consideran su vida con gran complacencia, lisonjeándose de que son sin culpa, cuando de hecho no hacen nada para Dios y viven en directa oposición a su Palabra expresa. La observancia de las formas externas no habrá de satisfacer nunca la gran necesidad del alma humana. El profesar creer en Cristo no lo capacitará a uno lo bastante para resistir la prueba del día del juicio. Debe haber una perfecta confianza en Dios, una infantil dependencia de sus promesas y una completa consagración a su voluntad.1JT 446.3

    Dios probó siempre a su pueblo en el horno de la aflicción a fin de hacerlo firme y fiel, y limpiarlo de toda iniquidad. Después que Abrahán y su hijo hubieron soportado la prueba más severa que se les podía imponer, Dios habló así a Abrahán por medio de su ángel: “Ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único.” Génesis 22:12. Este gran acto de fe hace resplandecer el carácter de Abrahán con notable esplendor. Ilustra vívidamente su perfecta confianza en el Señor, a quien no le negó nada, ni aun el hijo que obtuviera por la promesa.1JT 447.1

    Nada tenemos que sea demasiado precioso para darlo a Jesús. Si le devolvemos los talentos de recursos que él ha confiado a nuestra custodia, él entregará aún más en nuestras manos. Cada esfuerzo que hagamos por Cristo será remunerado por él, y todo deber que cumplamos en su nombre, contribuirá a nuestra propia felicidad. Dios entregó a su muy amado Hijo a la agonía de la crucifixión, para que todos los que creyesen en él pudiesen llegar a ser uno en el nombre de Jesús. Si Cristo hizo un sacrificio tan grande para salvar a los hombres y ponerlos en unidad unos con otros, así como él estuvo unido con el Padre, ¿qué sacrificio hecho por quienes le siguen será demasiado grande para conservar esa unidad?1JT 447.2

    Si el mundo ve que existe perfecta armonía en la iglesia de Dios, ello será para él una poderosa evidencia en favor de la religión cristiana. Las disensiones, las malhadadas divergencias y las pequeñas dificultades de la iglesia deshonran a nuestro Redentor. Todas estas cosas pueden ser evitadas si el yo se entrega a Dios y los que siguen a Jesús obedecen la voz de la iglesia. La incredulidad sugiere que la independencia individual aumenta nuestra importancia, que es señal de debilidad renunciar a nuestras ideas de lo que es correcto y propio para acatar el veredicto de la iglesia; pero es peligroso seguir tales sentimientos y opiniones, y nos llevará a la anarquía y confusión. Cristo vió que la unidad y la comunión cristianas eran necesarias para la causa de Dios y, por lo tanto, las ordenó a sus discípulos. Y la historia del cristianismo desde aquel tiempo hasta ahora demuestra en forma concluyente que tan sólo en la unión hay fuerza. Sométase el juicio individual a la autoridad de la iglesia.1JT 447.3

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