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Joyas de los Testimonios 1

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    La benevolencia sistemática es equitativa

    Dios proveyó pan para su pueblo en el desierto mediante un milagro de misericordia, y podría haber provisto todo lo necesario para el servicio religioso, pero no lo hizo, porque en su infinita sabiduría veía que la disciplina moral de su pueblo dependía de su cooperación con él, de que cada uno de ellos hiciese algo. A medida que la verdad vaya progresando, pesarán sobre los hombres las exigencias de Dios respecto a dar de lo que les ha confiado con este mismo fin. Dios, el Creador del hombre, al instituir el plan de la benevolencia sistemática, ha distribuído el peso de la obra igualmente sobre todos según sus diversas capacidades.1JT 549.1

    Cada uno ha de ser su propio asesor, y se le deja dar según se propone en su corazón. Pero hay algunos que son culpables del mismo pecado que cometieron Ananías y Safira, pues piensan que si retienen una porción de lo que Dios pide en el sistema del diezmo, los hermanos no lo sabrán nunca. Así pensaba la pareja culpable cuyo ejemplo se nos da como advertencia. En este caso Dios demostró que escudriña el corazón. No pueden ocultársele los motivos y propósitos del hombre. Dejó a los cristianos de todas las épocas una amonestación perpetua a precaverse del pecado al cual los corazones humanos están continuamente inclinados.1JT 549.2

    Aunque no sigan ahora indicios visibles del desagrado de Dios a la repetición del pecado de Ananías y Safira, éste es igualmente odioso a su vista, y el transgresor será castigado con toda seguridad en el día del juicio; y muchos sentirán la maldición de Dios aun en esta vida. Cuando se hace una promesa a la causa, es un voto hecho a Dios y debe ser cumplido como cosa sagrada. A la vista de Dios, no es menos que un sacrilegio el apropiarnos para nuestro uso particular de lo que una vez fué prometido para fomentar su obra sagrada.1JT 549.3

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