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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio

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    Nuestro deber cristiano

    243. Cuando nos demos cuenta de los requerimientos de Dios, veremos que él nos pide que seamos temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que son de él. ¿Cómo podremos hacerlo cuando complacemos el apetito en perjuicio de las facultades físicas y morales? Dios exige que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Entonces se nos impone el deber de preservar este cuerpo en la mejor condición de salud, a fin de poder cumplir con sus requisitos. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31.—Testimonies for the Church 2:65 (1868).CRA 184.1

    244. El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:24-27.CRA 184.2

    Hay muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es oscurecido y el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida. Pero es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben colocar la norma alta. La temperancia en el comer, beber y vestir es esencial. Los principios deben tener la primacía en lugar del apetito o la fantasía. Los que comen demasiado, o que ingieren alimentos de una clase objetable, son fácilmente inducidos a la disipación, y a las otras “codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”. 1 Timoteo 6:9. Los “colaboradores de Dios” deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los verdaderos principios de la temperancia.CRA 184.3

    Significa mucho ser leal a Dios. El tiene derechos sobre todos los que están empeñados en su servicio. El desea que la mente y el cuerpo sean preservados en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta temperancia puedan hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios: la de hacer una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiara, para ser empleados en su servicio.CRA 185.1

    Todas nuestras energías y capacidades han de ser constantemente fortalecidas y mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos principios, y han sido educados a cuidar de sus cuerpos inteligentemente y en el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra. Los que han estado por mucho tiempo en la verdad, y sin embargo no pueden distinguir entre los principios puros de justicia, y los principios del mal, cuya comprensión con respecto a la justicia, la misericordia y el amor de Dios están entenebrecidos, deben ser relevados de sus responsabilidades. Toda iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido certero.CRA 185.2

    Si podemos despertar la sensibilidad moral de nuestros hermanos sobre el tema de la temperancia, se ganará una gran victoria. Ha de enseñarse y practicarse la temperancia en todas las cosas de esta vida. La temperancia en el comer, en el beber, en el dormir, en el vestir, es uno de los grandes principios de la vida religiosa. La verdad colocada en el santuario del alma guiará en el tratamiento del cuerpo. Nada que concierna a la salud del agente humano ha de considerarse con indiferencia. Nuestro bienestar eterno depende del uso que hagamos durante esta vida de nuestro tiempo, nuestra energía e influencia.—Testimonies for the Church 6:374, 375 (1900).CRA 185.3

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