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Cada Día con Dios

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    Tengamos dominio propio, 11 de septiembre

    Porque ejemplo os he dado. Juan 13:15.CDCD 261.1

    Estamos formando caracteres para el cielo. Ningun carácter se perfeccionará sin pasar por la prueba y el sufrimiento. Tenemos que ser sometidos a pruebas. Cristo soportó la prueba del carácter en favor de nosotros, para que nosotros podamos pasarla por nosotros mismos gracias a la fortaleza divina que nos concede. Jesús es nuestro ejemplo de paciencia, tolerancia, mansedumbre y humildad. Discrepaba con todo el mundo impío, y estaba en guerra con él, y sin embargo no dio rienda suelta ni a la pasión ni a la violencia, ya sea mediante palabras o actos, aunque recibió un vergonzoso maltrato en cambio de sus buenas acciones. Se lo afligió, se lo rechazó y se lo trató con desprecio, pero él no tomó represalias. Tenía dominio propio, dignidad y grandeza. Sufrió con calma y respondió a los malos tratos sólo con compasión, piedad y amor...CDCD 261.2

    Imiten a su Redentor en estas cosas. No se salgan de quicio cuando las cosas salen mal. No se sulfuren ni pierdan el dominio propio porque piensan que las cosas no son como debieran ser. El que otros obren mal no los excusa a ustedes para hacer lo mismo. El fruto de dos errores no es una cosa correcta. Tienen victorias que ganar para vencer como Cristo venció.CDCD 261.3

    El Señor jamás murmuró; jamás manifestó descontento, disgusto o resentimiento. Nunca se descorazonó, se desanimó, se enojó o se enfureció. Era paciente, tranquilo y lleno de dominio propio en medio de las circunstancias más enojosas y difíciles. Realizaba todas sus obras con una tranquila dignidad y con suavidad, no importa qué conmoción se pudiera estar produciendo a su alrededor. El aplauso no lo entusiasmaba. No temía las amenazas de sus enemigos. Se movía en un mundo de excitación, violencia y crimen, tal como el sol se mueve entre las nubes. Estaba por encima de las pasiones humanas, los disturbios y las pruebas. Avanzaba como el sol por encima de todo ello. Pero no era indiferente a los males de la humanidad. Su corazón se conmovía por los sufrimientos y las necesidades de sus hermanos como si él mismo fuera el afligido. Poseía una gozosa calma interior, una serena paz. Su voluntad siempre estaba subordinada a la de su Padre. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, fueron las palabras que surgieron de su labios pálidos y temblorosos.—Carta 512, del 11 de septiembre de 1874, dirigida a Edson y Emma White.CDCD 261.4

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