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Cada Día con Dios

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    Cómo enfrentar la aflicción, 20 de octubre

    Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. Salmos 116:15.CDCD 300.1

    No puedo entrar en detalles acerca de la enfermedad de mi esposo. Van a encontrar impreso el informe correspondiente. Se me dijo que no estaba muy bien. El doctor me dijo que me haría bien verlo. Me llevaron a su habitación, y en cuanto lo vi dije: “¡Mi esposo se muere!” Su rostro manifestaba el inconfundible signo de la muerte. ¡Oh, qué mal me sentí! Me arrodillé junto a su cama. Oré fervorosamente implorando que no muriera...CDCD 300.2

    Me quedé con él toda la noche, y al día siguiente al mediodía tuvo un escalofrío, y de allí en adelante ya no sintió nada más. Sencillamente se durmió, sin dolor, sin sufrimiento, con la gracia de un niño, y exhaló su último suspiro...CDCD 300.3

    Telegrafiamos a Guillermo y a María para que vinieran... Llegaron una semana después de su muerte; también vino Juan White [el hermano de Jaime White, pastor metodista].CDCD 300.4

    Juan White dijo: “Elena, siento mucho verte tan débil. Vas a tener una prueba muy dura mañana en el funeral. Dios te ayude, querida hermana, en esta ocasión”. Yo le dije: “Hermano Juan, tú no me conoces. Mientras más dura sea la prueba, más fortaleza tendré. No me voy a entregar a explosiones de pesar si mi corazón se quebranta. Sirvo a Dios no por impulso, sino inteligentemente... El espera de mí una sumisión completa e inconmovible. El pesar indebido le desagrada. He tomado mi cruz y voy a seguir al Señor plenamente. No me voy a abandonar al pesar. No me voy a entregar a un estado de morbidez y melancolía. No me voy a quejar de las providencias de Dios, ni voy a murmurar. Jesús es mi Salvador. El vive. Nunca me dejará ni me abandonará”.CDCD 300.5

    [Al día siguiente] después que [Urías] Smith hubo terminado su oración fúnebre, yo deseé ardientemente decir algo para que todos supieran que tenía la esperanza cristiana y que ella me estaba sosteniendo en esta hora de aflicción, pero temí que no me iba a ser posible mantenerme en pie. Finalmente decidí hacer la prueba y el Señor me sostuvo. El doctor [J. H. Kellogg] estaba junto a mí para “sostenerme”, según dijo, en caso de que cayera... pero dije con claridad todo lo que tenía que decir...CDCD 300.6

    Me sentí agradecida a Dios de que no me haya dejado buscar consuelo en la amistad del mundo.—Carta 9, del 20 de octubre de 1881, dirigida a “Mis queridos hermanos”.CDCD 300.7

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