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Cada Día con Dios

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    El cristiano cortés, 15 de marzo

    Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32.CDCD 81.1

    Necesitamos albergar amor en nuestros corazones. No debiéramos estar dispuestos a pensar mal de nuestros hermanos. Debiéramos interpretar en la forma más leve posible lo que hacen o lo que dicen. Debemos ser cristianos en el sentido bíblico del término: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. 1 Pedro 1:22.CDCD 81.2

    No debemos ser descuidados con respecto a nuestra propia salvación. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos”. 2 Corintios 13:5.CDCD 81.3

    No debemos ser indiferentes. Debemos examinar el verdadero carácter de nuestros pensamientos, sentimientos, manera de ser, propósitos, palabras y acciones. No estaremos seguros a menos que combatamos constantemente y con éxito contra nuestras propias corrupciones pecaminosas.CDCD 81.4

    Debemos asegurarnos de que somos un ejemplo de santidad cristiana, de que estamos en la fe. A menos que escudriñemos diligentemente nuestros corazones a la luz de la Palabra de Dios, el amor a nosotros mismos nos inducirá a tener una opinión propia mucho más elevada de lo que debería ser. No debemos ser tan celosos en nuestros esfuerzos para corregir a los demás, que descuidemos nuestras propias almas. No necesitamos manifestar tanto celo por nuestros hermanos que descuidemos la obra que se necesita hacer en nuestro propio beneficio. Los errores de los demás de ningún modo corregirán los nuestros. Tenemos una obra que hacer por nosotros mismos, que de ninguna manera debemos descuidar...CDCD 81.5

    Si estamos llenos de la misericordia y el amor de Dios, su efecto se manifestará en los demás. No tenemos nada de qué jactarnos. Todo nos lo ha dado un generoso Salvador. Debemos cuidar con diligencia nuestras propias almas. Debemos andar en humildad. No queremos revestirnos con el manto de la guerra, sino con las vestimentas de la paz y la justicia. Quiera el Señor enseñarnos a llevar su yugo y su carga. Todo en esta causa y en esta obra debe ser llevado a cabo con un espíritu bondadoso y conciliador. Siempre podemos ser corteses, y nunca debiéramos temer el serlo demasiado. Debemos practicar la buena voluntad hacia todos los hombres.—Carta 11, del 15 de marzo de 1880, dirigida a un administrador de la Asociación General.CDCD 81.6

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