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Cada Día con Dios

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    Separémonos del pecado, 26 de marzo

    Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3:1, 2.CDCD 92.1

    Los requerimientos de Dios nos han sido presentados con toda claridad, y la pregunta que tenemos que contestar es ésta: ¿Deseamos cumplirlos? ¿Aceptaremos las condiciones que nos presenta su Palabra, es a saber, la separación del mundo? Esto no es obra de un momento ni de un día. No se consigue sólo por arrodillarse ante el altar familiar, ni por ofrecer un servicio de labios solamente, ni por la exhortación pública ni la oración. Es una obra que abarca la vida entera. Nuestra consagración a Dios debe ser un principio viviente, entrelazado con la vida, y que nos conduzca a la abnegación y el sacrificio. Debiera ser el fundamento de todos nuestros pensamientos y el resorte de toda acción. Esto nos elevará por encima del mundo, y nos separará de sus influencias contaminadoras.CDCD 92.2

    Todas nuestras acciones están afectadas por nuestra experiencia religiosa, y si ésta se funda en Dios y comprendemos el misterio de la piedad; si cada día recibimos el poder del mundo venidero, y tenemos comunión con Dios, y estamos íntimamente relacionados con el Espíritu; si cada día nos aferramos más firmemente de la vida superior, y nos acercamos más y más al costado herido del Redentor, incorporaremos a nuestras vidas principios santos y elevados. Entonces será tan natural para nosotros tratar de ser puros, santos y separados del mundo, como lo es para los ángeles de gloria ejecutar la misión de amor que se les ha asignado para salvar a los mortales de la influencia corruptora del mundo. Todo el que entre por las puertas de perlas de la ciudad de Dios será hacedor de la Palabra. Será participante de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Es nuestro privilegio comprender la plenitud que se logra por medio de Cristo, y recibir la bendición dispuesta por su intermedio. Se ha hecho amplia provisión para que podamos elevarnos de las profundidades de la tierra, y para que nuestros afectos se dirijan a Dios y a las cosas celestiales.CDCD 92.3

    ¿Nos incapacitará esta separación del mundo en obediencia a la ley divina para hacer la obra que el Señor nos encomendó? ¿Nos impedirá hacer el bien a los que nos rodean? No; mientras más firmemente nos aferremos del cielo, mayor será nuestro poder y nuestra utilidad en el mundo.—Manuscrito 1, del 26 de marzo de 1896, “Diligencia en la obra de preparación”.CDCD 92.4

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