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Cada Día con Dios

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    Su posesión adquirida, 31 de marzo

    Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo. 2 Corintios 10:4, 5.CDCD 97.1

    Al tratar con hombres irrazonables y malvados, los que creen en la verdad deben tener cuidado de no descender a la misma altura y no usar las mismas armas satánicas que emplean sus enemigos, es decir, no deben dar rienda suelta a sus fuertes sentimientos personales, no sea que al hacerlo susciten contra sí mismos y contra la obra que el Señor les ha confiado una enemistad apasionada y amarga. Mantengamos en alto a Cristo. Somos colaboradores de Dios. Se nos han proporcionado poderosas armas espirituales para derribar las fortalezas del enemigo. De ningún modo debemos representar mal nuestra fe introduciendo elementos anticristianos en nuestra obra. Debemos exaltar la ley de Dios como el medio de unirnos con Jesucristo y con todos los que guardan sus mandamientos. También debemos manifestar amor por las almas por las cuales Cristo murió. Nuestra fe debe ser un poder que tiene en Cristo su origen. Y la Biblia, su Palabra, debe hacernos sabios para la salvación.CDCD 97.2

    Penetre en el alma la justicia de Cristo con su influencia vivificadora, y entonces podremos cantar porque él ha perdonado todas nuestras iniquidades. Ustedes dicen: “Estoy muy enfermo espiritualmente”. El gran Médico los llama para que acudan a él a fin de sanarlos. El sana todas nuestras enfermedades. Las peores de esas enfermedades son la envidia, los celos, la desconfianza, la maledicencia, el deseo de seguir planes que se oponen a la obra de Dios. Las vidas de todos debieran ser santas, pero como están llenos de depravación, los hombres caen fácilmente en las tentaciones de Satanás. Pero si Cristo mora en sus corazones, ustedes pueden decir que ha redimido sus vidas de la destrucción. Nos corona de bondades y misericordias. Entonces, haya himnos de alabanza en nuestros labios y nuestro corazón. Meditemos en lo que Cristo sufrió por nosotros. En lugar de escudriñar para encontrar algo de qué acusar a los demás y condenarlos, agradezcamos al Señor porque nos perdona. Contristamos a Cristo cuando criticamos y acusamos, porque ésta es la obra de Satanás. Saquemos agua de las fuentes de la Salvación y alabemos al Señor.—Manuscrito 46, del 31 de marzo de 1898, “La obra en favor del pueblo de Dios”.CDCD 97.3

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