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La Educación Cristiana

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    Capítulo 41—La importancia de la educación física

    La cultura física es una parte esencial de todo buen método de educación. Ha de enseñarse a los jóvenes a desarrollar sus fuerzas físicas, a conservarlas en el mejor estado y a hacerlas servir en los deberes prácticos de la vida. Muchos creen que estas cosas no forman parte de la labor escolar; sin embargo, es un error. Las lecciones necesarias para hacerlo a uno idóneo en cuanto a utilidad práctica, debieran enseñarse a todo niño en el hogar y en las escuelas.ECR 292.1

    El lugar donde debe empezar la cultura física es el hogar durante la niñez. Los padres deben poner el fundamento de una existencia sana y feliz. Una de las primeras cuestiones a decidir es la de la comida, porque éste es un asunto del cual depende grandemente el desarrollo de los pequeñuelos y la salud de la familia. La pericia en la preparación de los alimentos es de suma importancia, y no lo es menos que el alimento sea de la debida calidad y adecuada medida.ECR 292.2

    A todos nos es necesario hacer uso de sabiduría en el comer. Si se ingiere más alimento que el que puede ser digerido y asimilado, se acumula en el estómago un residuo que fermenta ocasionando mal aliento y mal gusto en la boca. Se agotan las potencias vitales en el esfuerzo por eliminar los residuos y el cerebro queda privado de energía nerviosa. Menos alimento habría nutrido el organismo y no desperdiciado sus energías con exceso de trabajo. No obstante, se debe proveer alimento sano en cantidad y calidad adecuadas para nutrir el organismo. Si seguimos la regla bíblica: “Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”, no daremos gusto al apetito a expensas de la salud física, la cual es deber nuestro conservar.ECR 292.3

    Toda madre debiera cuidar que sus hijos conozcan sus cuerpos y sepan cómo cuidarlos. Debiera explicarles la estructura y uso de los músculos que nos ha dado nuestro bondadoso Padre celestial. Somos hechura de Dios y su Palabra declara que “asombrosa y maravillosamente” hemos sido formados. Ha preparado esta morada viva para la mente, y está entretejida magistralmente, como un templo que el Señor mismo ha preparado para morada de su. Santo Espíritu. La mente rige al hombre entero. Todas nuestras acciones, buenas o malas, tienen su origen en la mente. Es la mente la que adora a Dios y nos pone en relación con los seres celestiales. Sin embargo, muchos pasan toda su vida sin llegar a ilustrarse acerca del estuche que contiene dicho tesoro.ECR 292.4

    Todos los órganos físicos son los servidores de la mente, y los nervios los mensajeros que transmiten sus órdenes a cada parte del cuerpo, dirigiendo los movimientos de la maquinaria viviente. El ejercicio es importante para el desarrollo físico. Activa la circulación de la sangre y da temple al organismo. Si se deja que los músculos permanezcan inactivos, pronto se verá que la sangre no los nutre lo suficiente. En vez de crecer en tamaño y vigor, perderán su firmeza y elasticidad y se tornarán flojos y débiles. La inactividad no es la ley que el Señor ha establecido en el cuerpo humano. La operación armoniosa de todas las partes—cerebro, huesos y músculos—es necesaria para el completo y sano desarrollo de todo el organismo.ECR 293.1

    La obra de cultura física comenzada en el hogar debe continuarse en las escuelas. Es el designio del Creador que el hombre se conozca a sí mismo; pero demasiado a menudo, en la búsqueda del saber se pierde de vista este propósito. Los estudiantes consagran años a diferentes actividades educativas: se abisman en el estudio de las ciencias y de las cosas del mundo natural; están ilustrados acerca de muchos temas, pero no llegan a conocerse a sí mismos. Consideran el delicado organismo humano como algo que se cuidará por sí mismo, y descuidan lo que es esencial en el grado más elevado: el conocimiento de sus propios cuerpos.ECR 293.2

    Todo estudiante debiera saber cuidar de sí mismo hasta el punto de poder conservar el mejor estado posible de salud y resistir la debilidad y la enfermedad; y si por cualquier causa sobreviene la enfermedad u ocurren accidentes, debiera saber afrontar las emergencias comunes sin llamar al médico y tomar sus venenosas drogas. (1)Recordemos que la Sra. de White escribió esta declaración en 1896, cuando los médicos, en su lucha contra enfermedades de origen desconocido, experimentaban con toda clase de sustancias. Ensayaban con cualquier compuesto salido del laboratorio quimico para probar su posible eficacia contra las enfermedades que diezmaban la población. Entre éstos aparecieron ciertas drogas tóxicas que se emplearon en forma generalizada contra una gran variedad de enfermedades. La pluma inspirada pone en guardia contra estos medicamentos nocivo , pero no condena productos medicinales modernos que continuamente salvan miles de vidas, y que han desterrado enfermedades que en otro tiempo eran epidémicas.—N. de la R.ECR 294.1

    El Señor mismo ha hablado sobre este asunto del cuidado del cuerpo. Dice en su Palabra: “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios el cual sois vosotros, santo es”. 1 Corintios 3:17 (V. Valera). Este pasaje prescribe un concienzudo cuidado del cuerpo y condena todo ignorante e indiferente descuido. Y dice además: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20; 10:31.ECR 294.2

    El cuidado inteligente y concienzudo de nuestro cuerpo es un deber hacia nuestro Padre celestial, quien de tal manera amó al mundo, “que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Somos individualmente la propiedad de Cristo, su posesión adquirida. Se requiere de cada uno de nosotros la conservación de la salud y el vigor mediante la práctica de la temperancia en todas las cosas. Dominemos los apetitos y las pasiones; de otro modo debilitaremos y destruiremos el templo humano de Dios.ECR 294.3

    Cualquier cosa que menoscabe la fuerza física, debilita la inteligencia y la hace menos clara para discernir entre el bien y el mal y entre lo justo y lo injusto. Este principio está ilustrado en el caso de Nadab y Abiú. Dios les encomendó la ejecución de la obra más sagrada, permitiéndoles que se acercasen a él en el cumplimiento del servicio que les había señalado; pero ellos tenían la costumbre de tomar vino y emprendieron el servicio sagrado del santuario con la mente confusa. Estaba allí el fuego sagrado que había sido encendido por Dios mismo; pero ellos pusieron fuego común en sus incensarios cuando ofrecieron el incienso que debía ascender como suave fragancia con las oraciones del pueblo de Dios. Debido a que sus inteligencias estaban oscurecidas por impía complacencia, menospreciaron el requerimiento divino; “y salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de Jehová”.ECR 295.1

    Dios prohibió el uso del vino a los sacerdotes que ministraban en su santuario, y la misma orden se habría dado contra el tabaco si se hubiese conocido su uso, pues éste también tiene una influencia embotadora sobre el cerebro. Y además de oscurecer la mente, es inmundo y corruptor. Resistan todos a la tentación de hacer uso de vino, tabaco, comidas de carne, té o café. La experiencia ha demostrado que puede hacerse mucho mejor trabajo sin estas cosas dañosas.ECR 295.2

    Graben los padres y los maestros muy hondo en las mentes de los jóvenes la verdad de que Cristo ha pagado un precio infinito por nuestra redención. No ha omitido nada a fin de poder tornarnos a la lealtad hacia Dios. El quiere que recordemos nuestro linaje real y elevado destino como hijos e hijas de Dios y que tengamos un genuino respeto por nosotros mismos. Desearía que desarrollásemos todas nuestras facultades y nos conservásemos en el mejor estado posible para poder llenarnos con su gracia y usarnos en su servicio, haciéndonos colaboradores suyos en la salvación de las almas.ECR 295.3

    Es deber de cada estudiante, de cada individuo, hacer todo lo que pueda por presentar su cuerpo a Cristo como un templo purificado, físicamente perfecto, como también moralmente libre de contaminación; en resumen, un aposento adecuado para morada de la presencia de Dios.—Special Testimonies on Education, 11 de mayo de 1896. Reproducido en Fundamentals of Christian Education, 425-428.ECR 296.1

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