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Fe y Obras

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    Miren y vivan

    En el desierto, cuando el Señor permitió que serpientes venenosas atacaran a los israelitas rebeldes, se instruyó a Moisés que erigiera una serpiente de bronce y ordenara que todos los heridos la miraran y vivieran. Pero muchos no vieron la utilidad de ese remedio indicado por el Cielo. Los muertos y moribundos los rodeaban por doquiera, y sabían que sin la ayuda divina su muerte era cierta; mas lamentaban sus heridas, sus dolores, su muerte segura, hasta que se les acababan las fuerzas y sus ojos quedaban vidriosos, cuando podrían haber recibido una curación instantánea.FO 36.2

    “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así” también fue “el Hijo del Hombre... levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:14, 15. Si están conscientes de sus pecados, no dediquen todas sus facultades a lamentarse por ellos, sino miren y vivan. Jesús es nuestro único Salvador, y aunque millones que necesitan ser curados rechacen su misericordia ofrecida, nadie que confía en sus méritos será abandonado para perecer. Al paso que reconozcamos nuestra condición impotente sin Cristo, no debemos desanimarnos. Debemos confiar en un Salvador crucificado y resucitado. Pobre alma, enferma de pecado y desanimada, mira y vive. Jesús ha empeñado su palabra; salvará a todos los que acuden a El.FO 36.3

    Ven a Jesús, y recibe descanso y paz. Ahora mismo puedes tener la bendición. Satanás te sugiere que eres impotente y que no puedes bendecirte a ti mismo. Es verdad: eres impotente. Pero exalta a Jesús delante de él: “Tengo un Salvador resucitado. En El confío y El nunca permitirá que yo sea confundido. Yo triunfo en su nombre. El es mi justicia y mi corona de regocijo”. En lo que respecta a esto, nadie piense que su caso es sin esperanza, pues no es así. Quizá te parezca que eres pecador y que estás perdido, pero precisamente por eso necesitas un Salvador. Si tienes pecados que confesar, no pierdas tiempo. Los momentos son de oro. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. Serán saciados los que tienen hambre y sed de justicia, pues Jesús lo ha prometido. ¡Precioso Salvador! Sus brazos están abiertos para recibirnos, y su gran corazón de amor espera para bendecirnos.FO 37.1

    Algunos parecen sentir que deben ser puestos a prueba y deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder demandar sus bendiciones. Sin embargo, esas queridas almas pueden pedir ahora mismo la bendición. Deben tener la gracia de Cristo, el Espíritu de Cristo que les ayude en sus debilidades, o no podrán formar un carácter cristiano. Jesús anhela que vayamos a El tal como somos: pecadores, impotentes, desvalidos.FO 37.2

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