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Conflicto y Valor

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    “Acuérdate de mí”, 16 de noviembre

    Lucas 23:13-44.

    Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Lucas 23:42.CV 326.1

    Durante su agonía sobre la cruz, llegó a Jesús un rayo de consuelo. Fue la petición del ladrón arrepentido... Este hombre no era un criminal empedernido. Había sido extraviado por las malas compañías... Había visto y oído a Jesús y se había convencido por su enseñanza, pero había sido desviado de él por los sacerdotes y príncipes. Procurando ahogar su convicción, se había hundido más y más en el pecado, hasta que fue arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir en la cruz.CV 326.2

    En el tribunal y en el camino al Calvario, había estado en compañía de Jesús. Había oído a Pilato declarar: “Ningún crimen hallo en él”. Juan 19:4. Había notado su porte divino y el espíritu compasivo de perdón que manifestaba hacia quienes le atormentaban... Penetró de nuevo en su corazón la convicción de que era el Cristo. Volviéndose hacia su compañero culpable, dijo: “¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación?” Los ladrones moribundos no tenían ya nada que temer de los hombres. Pero uno de ellos sentía la convicción de que había un Dios a quien temer, un futuro que debía hacerle temblar. Y ahora, así como se hallaba, todo manchado por el pecado, se veía a punto de terminar la historia de su vida...CV 326.3

    Al ser condenado por su crimen, el ladrón se había llenado de desesperación; pero ahora brotaban en su mente pensamientos extraños, impregnados de ternura. Recordaba todo lo que había oído decir acerca de Jesús... El Espíritu Santo iluminó su mente y poco a poco se fue eslabonando la cadena de la evidencia. En Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz, mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo. “Señor, acuérdate de mí—exclamó—cuando vinieres en tu reino”.CV 326.4

    Prestamente llegó la respuesta. El tono era suave y melodioso, y las palabras. llenas de amor, compasión y poder: De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso... El ladrón arrepentido sintió la perfecta paz de la aceptación por Dios. El Deseado de Todas las Gentes, 697-699.*Romanos 1-4CV 326.5

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