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A Fin de Conocerle

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    Alegría con sobriedad, 15 de mayo

    Oíd, porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para cosas rectas. Proverbios 8:6.AFC 141.4

    Pido que el Espíritu Santo rija mis pensamientos durante el día. Suplico sabiduría para juzgar, claridad mental y entendimiento, para que pueda ver los tesoros de la Palabra de Dios y saque las preciosas lecciones con el lenguaje más sencillo. Así lo hizo el gran Maestro que el mundo jamás haya conocido.AFC 141.5

    Me siento más y más impresionada con la grandeza del tema de la pronta aparición del Señor en las nubes del cielo con poder y gran gloria. La fe me mueve grandemente a observar la debida solemnidad en todo tiempo y en todo lugar; pero al paso que me digo a mí misma y a otros que deben ser sobrios, no han de fomentar la tristeza y la melancolía...AFC 141.6

    Al paso que no hemos de ser melancólicos, sino felices y alegres, no ha de haber necedad, sino sobriedad en armonía con nuestra fe. Las palabras y las acciones forman el carácter. Por lo tanto, nuestras palabras debieran ser limpias, puras, sencillas y sin embargo elevadas. El don del habla es un talento valioso, y no le agrada al Señor oír expresiones vulgares, baratas y degradantes que manifiestan claramente vicios y francachelas. Ningún cristiano debiera condescender a imitar esos hábitos de otro o tomarlos de él... Esas malas palabras necias son notas discordantes y no contribuyen a la felicidad de nadie. Son un detrimento para la espiritualidad. La Palabra de Dios las prohíbe.AFC 142.1

    “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás juzgado y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:35-37.AFC 142.2

    “Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?”. Mateo 9:4. Jesús lee los corazones, mentes y pensamientos... Hay un Testigo presente que registra cada palabra y cada acto, bueno o malo.—Manuscrito 174, 1897.AFC 142.3

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