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Elena G. de White en Europa

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    Reuniones favorables en Bienne

    Es evidente que la decisión de Elena G. de White de viajar a Ginebra para animar y ayudar a Bourdeau era oportuna. Partió el viernes 19 de marzo y pasó el sábado en la iglesia de Bienne, que quedaba en el camino. Mientras el tren recorría los 100 km, ella disfrutó del paisaje, de los diversos túneles y las antiguas y pequeñas villas de los valles montañeses. En esa oportunidad, observó atentamente la condición de las mujeres, como lo indica la siguiente declaración:EGWE 192.1

    “Vemos que tanto los hombres como las mujeres trabajan juntos la tierra que se puede cultivar; ellas tienen azadas y palas... Los hombres también trabajan, pero son mucho menos diligentes que ellas. Hay uno o más hombres parados con las manos en los bolsillos, que observan o dirigen la tarea de las mujeres. Generalmente las europeas soportan la parte más pesada del trabajo. Es común verlas caminar delante de las carretas mientras dos o tres hombres están sentados encima de la carga que es arrastrada por un par de bueyes grandes”.—Manuscrito 53, 1886.EGWE 192.2

    En Bienne se alojó en casa de Virgil Vuilleumier. Carta 96, 1886. Seis iglesias se habían reunido en ese lugar para celebrar reuniones durante el fin de semana. El sábado por la tarde habló Jaime Erzberger. A continuación hubo una “reunión social” [de testimonios]”. “Los testimonios fueron excelentes—declaró Elena G. de White—, fueron precisos y al punto”.—Carta 96, 1886.EGWE 192.3

    El domingo de mañana predicó por última vez y luego partió para Lausana, donde hizo una breve visita a los obreros. El pastor Bourdeau ya estaba allí cuando ella llegó, y viajaron juntos durante tres horas en vapor hasta Ginebra. Al día siguiente, la Sra. de White se apresuró a regresar a Basilea. Acerca de los pensamientos que la embargaron en el tren, escribió lo siguiente: “Mientras viajábamos de Ginebra a Basilea, atravesamos algunas ciudades grandes y pequeñas que me hicieron meditar: ¿Cómo será amonestada la gente que vive en estas ciudades grandes?”—Carta 38, 1886.EGWE 193.1

    Pero, aunque su estada fue breve, D. T. Bourdeau apreció sus consejos y su visita. Hacía muchos años que la conocía, y la franqueza de sus mensajes aumentó el respeto que sentía por ella. En la primera carta que él le dirigió después de la visita, le rogó que volviera a Ginebra, y otras cartas escritas a mediados del verano dejaron traslucir que estaba aplicando con diligencia sus consejos. He aquí un ejemplo:EGWE 193.2

    “Gracias por el interés expresado en su última carta, que recibí hace cuatro días... No descuido las visitas, ni deseo actuar independientemente de mis hermanos en esta empresa” (carta de D. T. Bourdeau, 10 de julio de 1886).EGWE 193.3

    A Elena G. de White no le resultaba fácil transmitir mensajes de reprobación. Aproximadamente en esa misma época, cuando G. I. Butler consideró que las reprensiones de la sierva del Señor eran muy severas, ella le explicó cómo se sentía interiormente:EGWE 193.4

    “El Señor sabe que no me agrada esta tarea. Amo y respeto a mis hermanos, y no quisiera desmerecerlos en lo más mínimo ni causarles dolor; pero he intentado actuar únicamente para la gloria de Dios”.—Carta 73, 1886.EGWE 193.5

    Bourdeau trabajó en Europa hasta 1888, cuando regresó a Norteamérica, y allí continuó sirviendo a gente de habla inglesa y francesa, hasta su muerte ocurrida en 1905. Se hizo acreedor al pleno respeto de sus hermanos.EGWE 194.1

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