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Elena G. de White en Europa

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    La torre redonda de Copenhague

    Esa semana la Sra. de White pudo dedicar un poco de tiempo a recorrer la ciudad. Junto con Guillermo y el pastor Brorsen, visitó la “Torre Redonda”. La torre, un monumento histórico de Copenhague, fue construida en 1642 por Cristián IV como observatorio de los astrónomos de la Universidad de Copenhague. Junto a la torre se halla Trinitatis, la iglesia de la Universidad.EGWE 236.3

    A ella le había intrigado el hecho de que en lugar de escaleras, la torre tenía una amplia rampa en forma de espiral que llegaba hasta la cúpula, en el noveno piso. El guía de la torre informó a los visitantes que cierta vez, Pedro el Grande y Federico IV de Dinamarca recorrieron la rampa hasta el final. Al mirar hacia abajo desde esa vertiginosa altura, Pedro le dijo a Federico: ¿Quién de nosotros cuenta con soldados capaces de probar su lealtad tirándose desde aquí arriba si su rey se lo pide?” Federico contestó que él no pretendía tener semejantes soldados, pero que no temía dormir en la casa del sujeto más humilde de su reino. “¡Qué hombre noble! ¡Qué respuesta noble!”, exclamó Elena G. de White en una carta que dirigió a su sobrina, Addie Walling. Carta 101, 1886. Pero al contemplar la gran ciudad que se extendía bajo su mirada, su mente se apartó del noble pasado de Copenhague para dirigirse a su incierto futuro. Trató de imaginar cómo sería el día cuando Cristo venga. “Esta ciudad está entregada al placer y la mundanalidad”, dijo. “La cerveza, los juegos de cartas, los bailes y las diversiones absorben la atención de la gente”.—The Review and Herald, 26 de octubre de 1886.EGWE 236.4

    El pueblo de Copenhague, al igual que los moradores de Sodoma, iban a despertar cuando fuese demasiado tarde, declaró ella:EGWE 237.1

    “Cuando el sol se levantó por última vez sobre las ciudades de la llanura, la gente pensó que comenzaba otro día de excesos impíos. Todos planeaban ansiosos sus negocios o placeres, burlándose de los temores y las advertencias del mensajero de Dios. De pronto, con el estrépito del trueno en un cielo sin nubes, comenzaron a caer bolas de fuego sobre la ciudad condenada. ‘Así será la venida del Hijo del Hombre’”.—Ibid.EGWE 237.2

    Estas palabras se asemejaban extrañamente a la voz de amonestación de un antiguo profeta.EGWE 237.3

    El lunes 26 de julio de 1886, Elena G. de White y sus compañeros de viaje abandonaron Copenhague para regresar una vez más a Basilea. Llegaron a su casa el miércoles, lo cual fue para ella un motivo de regocijo. Había pasado por un período de turbulencia y de paz.EGWE 237.4

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