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Elena G. de White en Europa

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    Breve estada en París

    Cuando Elena G. de White llegó a París el miércoles 13 de octubre por la noche, sin duda se preguntó cuál sería la actitud de los franceses que habían oído a los evangelistas adventistas proclamar el mensaje en ese país. Durante las dos semanas subsiguientes descubrió la respuesta.EGWE 257.1

    Un joven de apellido Garside, a quien D. T. Bourdeau había guiado a Cristo apenas unos meses antes en Ginebra, esperaba a los viajeros. Garside había colportado poco tiempo con Bourdeau en Nimes, y luego se trasladó a París con su baúl lleno de libros y papeles. El joven llevó a los viajeros a un hotel cercano, donde hallaron alojamiento confortable en el sexto piso.EGWE 257.2

    A Elena G. de White le fascinaron las relampagueantes luces de los carruajes que iban y venían por la calle, bajo su ventana. Al día siguiente iba a contemplar la gran ciudad desde una perspectiva más favorable. Después de regresar a los Estados Unidos, describió en su libro El Conflicto de los Siglos ciertos eventos de la Reforma que tuvieron lugar allí.EGWE 257.3

    A las cinco de la mañana siguiente ya estaba escribiendo a la luz de una vela. “Me pareció que había regresado a los viejos tiempos, cuando no teníamos otras luces que las velas y las lámparas que funcionaban con aceite de ballena”, escribió.EGWE 257.4

    Al meditar en sus mensajes, vemos que sus enseñanzas no tenían nada de estrechas o anticuadas. Antes que llegara a ser tan popular como lo es en nuestros días la idea de la unificación y la expresión “un mundo”, esta portavoz de Dios, dotada de gran lucidez mental, describió la manera como un mensaje de verdad llegaría a convertirse en una iglesia unificada, diseminada en un mundo. Los dirigentes de la iglesia concordaban con ella en ese objetivo. Ese mismo año, 1886, escribió en Basilea lo siguiente:EGWE 257.5

    “Nuestra oración debería ascender fervorosamente al trono de gracia, para que el Señor de la cosecha envíe obreros a su viña. Mi corazón sufre al contemplar los campos misioneros y ver que se realizan esfuerzos tan débiles para llevar la verdad a la gente. No se puede censurar a nuestros dirigentes. Creo, hermanos, que ustedes están unidos a mí en el corazón y en los sentimientos respecto a nuestra gran necesidad, y en los fervientes deseos y esfuerzos por alcanzar la mente del Espíritu de Dios en estas cosas”.—Carta 55, 1886.EGWE 258.1

    Desde Europa y Australia envió un torrente de cartas y manuscritos a distintas partes del mundo, que sumaron casi 2.500 durante los once años que pasó fuera de su patria. Y ahora había llegado a Francia. ¿Cuáles serían los frutos de su labor allí?EGWE 258.2

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