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Elena G. de White en Europa

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    La llegada a Copenhague

    Después de otras tres horas de viaje llegaron a Kiel, en el mar Báltico, a la medianoche. Al poco rato se hallaban descansando en los camarotes de un pequeño vapor que se dirigía a Korsör, una ciudad portuaria ubicada en la parte occidental de Sjaelland, la gran isla danesa. Siguió luego otro viaje en tren a través de Copenhague, sobre la costa este de la isla. El grupo de viajeros llegó a destino el viernes a las 10 de la mañana.EGWE 105.4

    En la estación de Copenhague los esperaban Juan G. Matteson y Knud Brorsen. Ambos venían trabajando desde la primavera, y a pesar de las dificultades iniciaron una iglesia de unos 20 miembros.EGWE 105.5

    Matteson condujo a sus invitados hasta su departamento, ubicado en el sexto piso de la calle Oster Farimagsgade 49 (actualmente el edificio cuenta sólo con cuatro pisos). No había ascensores para facilitar el ascenso. Pero después de instalarse, Elena G. de White se mostró muy impresionada por el paisaje que se veía desde su “sala en las alturas”.—Manuscrito 25, 1885.EGWE 105.6

    “Desde nuestras ventanas se contemplaba una vista muy bella. Al otro lado de la calle había hermosos terrenos que tenían el aspecto de un extenso parque o jardín. Nos sorprendió saber que se trataba de un cementerio. *El cementerio de Holmen. Las parcelas estaban separadas por cercos de plantas que mantenían todo el año su verdor, y había profusión de flores y arbustos por doquier”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 179.EGWE 107.1

    Un poco más lejos, hacia el mar, vio los molinos de viento y la dorada cúpula de una iglesia ortodoxa. A poca distancia descubrió un hospital. Le sorprendió saber que a los enfermos “se les daba todo lo que necesitaban—habitación, comida, ropa de cama—por treinta centavos al día”. Al respecto, hizo el siguiente comentario: “Esta es una de las bendiciones que ofrece Copenhague, especialmente para la clase pobre, que es la que sufre por falta de atención y de comodidades cuando no se hace esta misericordiosa provisión”. Manuscrito 25, 1885. Los daneses se sienten justificadamente orgullosos por su sistema médico y por las provisiones que han hecho para cuidar a los ciudadanos, especialmente a los pobres.EGWE 107.2

    El jueves, después de una cita con el dentista, regresó a su habitación por un camino que bordeaba un bellísimo lago artificial, cuyo encanto ahuyentó en parte el dolor del sillón del dentista. La Sra. de White hizo un comentario acerca de los hermosos y sólidos edificios de Copenhague y sus “calles enormemente grandes” que le recordaban a Oakland y San Francisco de California.EGWE 107.3

    El viernes 9 de octubre por la noche, la Sra. de White habló por primera vez a la iglesia de Copenhague, que estaba aún en la infancia. Habían llegado creyentes de los grupos cercanos, que aumentaron la “multitud” de oyentes a 35. La sala de reuniones estaba ubicada cerca del departamento de la familia Matteson. “Dimos la vuelta la esquina, pasamos bajo un arco que desembocaba en un patio y comenzamos a subir por la escalera que nos condujo al salón”. Ibid. Era un lugar pequeño, frío y húmedo, y Elena G. de White temblaba, mientras sus torturados dientes castañeteaban; pero no dejó de dar su mensaje. Se dirigió a un auditorio ansioso, formado por “hombres y mujeres inteligentes, de noble aspecto: Eran daneses”. Habló acerca de la parábola de la higuera.EGWE 108.1

    “Estamos agradecidos por el hecho de que algunas personas han aceptado la verdad de Dios en Copenhague. Hacen falta misioneros que den a conocer la luz de la verdad en estas ciudades grandes, y los hijos de Dios—aquellos a quienes él llama la luz del mundo—tienen que hacer todo lo que puedan en este sentido. Os enfrentaréis con el desánimo, tendréis oposición. El enemigo susurrará: “¿Qué pueden lograr estas pocas y pobres personas en esta gran ciudad? Pero si camináis en la luz, cada uno de vosotros puede ser un porta luz *En su tierna infancia, la renombrada autora adventista y dirigente de Jóvenes Matilda Erickson Andross, nacida en Dinamarca, oyó predicar a J. G. Matteson el mensaje adventista en las reuniones celebradas en el hogar de su niñez. Poco después emigró a los Estados Unidos y recibió una educación amplia. En 1907, cuando se organizó el Departamento de Jóvenes Misioneros Voluntarios, se la llamó para desempeñarse como primera secretaría bajo la dirección de M. E. Kern. Escribió una cantidad de libros útiles. En 1920 se casó con E. E. Andross, uno de los administradores de la Asociación General, y poco después viajaron como misioneros a Interamérica, donde su esposo iba a ejercer la presidencia de la División. Se trataba, pues, de una consagrada danesa que, entre muchos otros, se convirtió en una “porta luz” de éxito para Jesucristo. para el mundo”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 181.EGWE 108.2

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