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A Fin de Conocerle

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    La marcha hacia la victoria, 4 de septiembre

    Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 1 Corintios 15:57.AFC64 255.1

    La vida cristiana es una vida de lucha, de conflicto constante. Es una batalla y una marcha. Pero cada acto de obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por amor a él, cada prueba bien soportada, cada victoria obtenida sobre la tentación, es un paso más en la marcha a la gloria de la victoria final.AFC64 255.2

    Si tomamos a Cristo como nuestro Guía, nos conducirá a salvo a lo largo del camino estrecho. El camino puede ser áspero y espinoso; la pendiente puede ser abrupta y peligrosa; puede haber trampas a la derecha y a la izquierda; podemos tener que soportar penalidades en nuestro viaje; cuando estamos cansados, cuando anhelamos descanso, quizá tengamos que seguir adelante; cuando desmayamos, quizá tengamos que luchar; cuando estamos desanimados, quizá se nos pida que confiemos; pero con Cristo como nuestro Guía, no perderemos la senda que lleva a la vida inmortal, no dejaremos de alcanzar finalmente el cielo deseado.AFC64 255.3

    Cristo mismo recorrió el áspero camino antes que nosotros, y suavizó el camino para nuestros pies. El camino estrecho de la santidad, el camino destinado para los redimidos del Señor, está iluminado por Aquel que es la Luz del mundo. Al seguir en sus pasos, su luz brillará sobre nosotros; y al reflejar la luz tomada de la gloria de Cristo, el camino se tornará más y más brillante hasta alcanzar la luz del mediodía.AFC64 255.4

    Al principio podrá parecernos agradable practicar el orgullo y la ambición mundana; pero su resultado es dolor y tristeza. Los planes egoístas pueden ofrecer promesas halagadoras y dar una esperanza de placer; pero descubriremos que nuestra felicidad está envenenada y nuestra vida acibarada por esperanzas centralizadas en el yo. Estaremos a salvo siguiendo a Cristo, porque él no dejará que los poderes de las tinieblas dañen un solo cabello nuestro.—The Review and Herald, 5 de febrero de 1895.AFC64 255.5

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