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A Fin de Conocerle

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    “Bástate mi gracia”, 4 de octubre

    Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 2 Corintios 12:9.AFC64 285.1

    Durante toda mi enfermedad de los últimos ocho meses [esto fue escrito durante la larga enfermedad que la Hna. Elena G. de White padeció en Australia], he experimentado en mis horas de desvelo la más maravillosa contemplación del amor de Dios al hombre, manifestado en el admirable sacrificio hecho para salvarlo de la ruina. Me complacía repetir el nombre de Jesús; cuán lleno de dulzura, luz y amor. La contemplación de la cruz, de la humillación y los sufrimientos soportados al llevar nuestros pecados, para que su justicia nos fuera imputada, conmueve el corazón y llena el alma con su amor. Parece tan poderoso y compasivo, que exclamamos: “Tu benignidad me ha engrandecido”. Salmos 18:5.AFC64 285.2

    Cuando el dolor me parecía casi insoportable, miraba a Jesús y oraba fervientemente, y él ha estado junto a mí, y la oscuridad ha desaparecido para dar paso a la luz. El aire mismo parecía tener una agradable fragancia. ¡Cuán gloriosa parecía la verdad! ¡Cuán elevadora! Podía descansar en el amor de Jesús. El dolor seguía siendo mi porción, pero la promesa: “Bástate mi gracia”, era suficiente para sostenerme. Los dolores más agudos parecían convertirse en paz y reposo. En la noche, durante horas he tenido una dulce comunión con Dios. Mi mente parecía estar iluminada. No tenía disposición para murmurar ni quejarme.AFC64 285.3

    Jesús era el motivo de mi esperanza, gozo y ánimo. El cielo parecía estar muy cerca, y Cristo, el gran Médico era mi restaurador, el remedio de toda enfermedad. En él mora toda la plenitud. Jesús es música para mis oídos, y aunque bebo de la copa del sufrimiento, se me ofreció el agua de vida para satisfacer mi sed. Cristo es nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención. En estos meses de sufrimiento, he tenido tantas vislumbres preciosas de la bondad de Jesús que no quisiera que nunca se borraran.—Carta 28, 1892.AFC64 285.4

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