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A Fin de Conocerle

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    El encanto de un carácter cristiano, 23 de abril

    En aquel día Jehová de los ejércitos será por corona de gloria y diadema de hermosura al remanente de su pueblo. Isaías 28:5.AFC64 121.1

    Muchos parecen pensar sólo en el adorno externo, y ponen de manifiesto que no están en Cristo por el atavío con que se adornan.—The Review and Herald, 5 de mayo de 1891.AFC64 121.2

    Hemos de cultivar el encanto del carácter cristiano, y hemos de buscar el adorno interno.AFC64 121.3

    La religión de Cristo nunca degrada al que la recibe; ennoblece y eleva. Bajo ciertas condiciones, se nos asegura que podemos convertirnos en miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. ¿No es esta exaltación algo digno de buscar? Mediante la fe en Cristo y la obediencia a los requisitos de su ley, se nos ofrece una vida que correrá paralela con la vida de Dios. Y en aquella vida inmortal no habrá pesares, ni suspiros; ni dolores, ni pecados, ni muerte. ¡Ojalá tuviéramos más en cuenta al cielo, y viviéramos más cerca de él en nuestra vida y conversación!AFC64 121.4

    Pero a pesar de todas las ricas promesas de Dios, son muchos los que parecen completamente absorbidos por las cosas de la tierra. Están absortos por el pensamiento de lo que comerán, lo que beberán y con qué se vestirán. Dios no quiere que enfoquemos nuestra mente en las cosas de este mundo. No hemos de buscar nuestra complacencia egoísta, sino que hemos de enfocar nuestra mente en Cristo. ¿Os estáis apartando de todo lo que os separa de Dios? Si estáis íntimamente relacionados con Dios, hablaréis de él, habrá abundancia de las cosas del cielo en vuestro corazón.AFC64 121.5

    El Señor está esperando hacer grandes cosas para sus hijos que confían en él. ¿Esperamos morar con Cristo en el mundo eterno? Entonces debemos morar con él aquí para que pueda ayudarnos cada vez que se presenten pruebas y tentaciones y nos prepare para su venida en las nubes del cielo. ... La belleza y la gracia de Cristo deben entretejerse en nuestro carácter. No podemos mantener a Cristo tan apartado de nuestra vida como lo hacemos, y sin embargo ser idóneos para su compañerismo en el cielo.—Ibid.AFC64 121.6

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