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El Cristo Triunfante

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    Jesús camina con nosotros en medio de las tormentas de la vida, 23 de agosto

    “Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis”. Mateo 14:27.CT 244.1

    Hoy tenía el propósito de escribir acerca de Cristo cuando caminó sobre el mar para calmar la tempestad... La majestad de Dios y sus obras ocuparon mis pensamientos. Los vientos están en sus manos; controla las aguas...CT 244.2

    Con cuánta nitidez vi en mi mente el bote con los discípulos, golpeado por las olas. La noche era oscura y tempestuosa. El Maestro estaba ausente. El mar estaba tormentoso y los vientos les eran contrarios. Si Jesús, su Salvador, hubiera estado con ellos, se habrían sentido seguros. Durante toda la larga y tediosa noche se inclinaron sobre sus remos, avanzando contra viento y marea.CT 244.3

    Estaban acosados por el peligro y el horror. Estos hombres eran avezados, acostumbrados a los riesgos y el peligro no los intimidaba fácilmente. Esperaban recibir al Salvador en el barco en cierto punto previamente establecido; pero, ¿cómo podrían alcanzar ese sitio sin él? Todo era en vano; el viento estaba en contra de ellos. Se agotó la fuerza de los remeros, pero la cruel tempestad no disminuyó; por el contrario, empujaba las olas con tal furia que parecía que iban a envolver la embarcación y sus tripulantes. Oh, cuánto anhelaban la presencia del Maestro. En la hora de mayor peligro, cuando ya lo habían dado todo por perdido, en medio de los relámpagos, cuando era la cuarta vigilia de la noche, Jesús se les apareció caminando sobre las aguas. ¡Oh, entonces Jesús no los había olvidado! Su ojo vigilante, lleno de tierna simpatía y amor piadoso, los había contemplado durante la temible tempestad. En medio de su mayor necesidad, había estado junto a ellos...CT 244.4

    En el punto cuando la desesperación ocupaba ya el lugar de la esperanza; cuando se sentían completamente abandonados, el ojo del Redentor del mundo estaba contemplándolos con una mirada tan tierna como la de una madre al ver el sufrimiento de un hijo. Este es un amor infinito. Los discípulos se sentían atemorizados, pero por encima del bramido de la tempestad se escucharon las palabras que los discípulos anhelaban escuchar: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Así recuperaron la confianza. “¡Jesús, es el Maestro!” se dijeron unos a otros. “No teman, es Jesús, el Maestro”.CT 244.5

    Jesús les dijo a los vientos, a las olas y las encrespadas aguas: “¡Calla! ¡Enmudece!” ¡Oh, cuántas veces hemos estado en una condición semejante a la de estos discípulos! Cuántas veces Jesús se reveló a nosotros transformando nuestros pesares en gozo. ¡Oh, poderoso Redentor! ¡Gracioso y compasivo Salvador! Eres capaz por tu infinito poder de calmar todas las tempestades y de revivir todos los corazones. Él es nuestro Redentor. En él podemos de confiar tanto en la tormenta como cuando brilla el sol.—Carta 5, 1876.CT 244.6

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