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El Cristo Triunfante

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    Septiembre

    Cristo se identifica con nuestros padecimientos, 1 de septiembre

    “Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. Juan 11:39.CT 253.1

    Sólo Cristo pudo llevar las aflicciones de muchos. “En toda angustia de ellos él fue angustiado”. Nunca llevó una enfermedad en su propia carne, pero llevó las enfermedades ajenas. Con la más tierna simpatía contemplaba a los dolientes que lo rodeaban. Gimió en espíritu cuando vio la obra de Satanás revelada en toda su maldad, e hizo suyo cada caso de necesidad y dolor... El poder del amor estuvo en toda su curación. Identificó sus intereses con los de la humanidad doliente.CT 253.2

    Cristo era salud y fortaleza en sí mismo, y cuando los dolientes eran traídos a su presencia, siempre era reprochada la enfermedad. Por esa razón no fue inmediatamente a ver a Lázaro. No podría haber visto su sufrimiento sin aliviarlo. No podría haber visto la enfermedad y la muerte sin combatir el poder de Satanás. Fue permitida la muerte de Lázaro para que pudiera ser presentada su resurrección, como la última evidencia cumbre para los judíos, de que Jesús era el Hijo de Dios.CT 253.3

    Y en todo ese conflicto con el poder del mal siempre estuvo delante de Cristo la oscura sombra en la que él mismo debía entrar. Estuvo siempre delante de él el medio por el cual debía pagar el rescate de esas almas. Al contemplar los padecimientos de la humanidad, sabía que tendría que sobrellevar un gran dolor, mezclado con una dosis de burla. Él habría de padecer la mayor humillación. Cuando resucitó a Lázaro, sabía que por esa vida debía pagar el rescate en la cruz del Calvario.CT 253.4

    Cristo era lo suficientemente fuerte como para salvar al mundo. Lloró ante la tumba de Lázaro al pensar que no podría salvar a todos aquellos a quienes el poder de Satanás había sepultado en la muerte... Desde la luz de su excelsa pureza, el Redentor del mundo pudo ver que los males que sufre la familia humana fueron provocados por las transgresiones de la ley de Dios... Sabía que sólo él podía rescatarlos del abismo en que habían caído. Sólo él podía colocar sus pies en el sendero correcto. Sólo su perfección podía suplir la imperfección de ellos. Sólo él podía cubrir su desnudez con su propio manto de justicia inmaculada.CT 253.5

    Él no conocía por experiencia personal nada acerca del pecado. Se mantuvo de pie ante el mundo como el inmaculado Cordero de Dios. Cuando la humanidad sufriente lo presionaba, él—quien gozaba de una humanidad sana y perfecta—, se identificó con la aflicción de ellos. Esto era esencial para que pudiera expresar su amor perfecto en beneficio de la humanidad.—Manuscrito 18, 1898.CT 253.6

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