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El Cristo Triunfante

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    Siempre hay luz entre las tinieblas, 3 de octubre

    “Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella”. Mateo 28:2.CT 285.1

    Si después de la crucifixión y sepultura, los discípulos, en vez de dar lugar a su dolor, hubieran repasado detenidamente lo que Cristo les había dicho a fin de prepararlos para esta ocasión, habrían visto una luz en medio de las tinieblas. No habrían caído en semejante desfallecimiento y abatimiento.CT 285.2

    Hubo un gran terremoto antes que nadie llegara al sepulcro. El ángel más poderoso del cielo, el que ocupaba el lugar del cual cayó Satanás, recibió su orden del Padre y, revestido con la panoplia del cielo, quitó las tinieblas de su camino. Su rostro era como un relámpago y sus vestidos blancos como la nieve. Tan pronto como sus pies tocaron la tierra ésta tembló bajo su pisada. Los guardias romanos estaban cumpliendo con su cansadora vigilia cuando sucedió esta maravillosa escena, y se les dio fuerza para que soportaran el espectáculo, pues tenían que dar un mensaje como testigos de la resurrección de Cristo.CT 285.3

    El ángel se aproximó a la tumba, apartó la piedra como si hubiera sido un guijarro, y se sentó sobre ella. La luz del cielo rodeó la tumba y todo el cielo fue iluminado con la gloria de los ángeles. Entonces se oyó su voz: “Tu Padre te llama; sal fuera”. Y Jesús salió de la tumba con el paso de un Conquistador poderoso. Se produjo entonces un estallido de triunfo, pues la familia celestial lo estaba esperando para recibirlo. Y aquel ángel poderoso, seguido por el ejército del cielo, se inclinó ante él para adorarlo mientras Jesús, como el Monarca del cielo, proclamaba sobre la tumba de José: “Yo soy la resurrección y la vida”.CT 285.4

    Cuando Cristo en la cruz exclamó: “Consumado es”, se produjo un terremoto que abrió las tumbas de muchos santos y fieles que habían dado testimonio en contra de toda obra malvada y habían enaltecido al Señor Dios de los ejércitos. Ahora, cuando el Dador de la vida salía del sepulcro proclamando: “Yo soy la resurrección y la vida”, convocó a estos santos a salir de sus tumbas. Éstos, mientras vivieron, dieron un testimonio inquebrantable en favor de la verdad. Y ahora, nuevamente, habrían de ser testigos de Aquel que los había levantado de los muertos. El Señor dijo: Éstos ya no serán cautivos de Satanás. Los he redimido y los he sacado de la tumba como los primeros frutos de la manifestación de mi poder; para que estén donde yo estoy y para que nunca experimenten aflicción ni vean más muerte.—Manuscrito 115, 1897.CT 285.5

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